miércoles, 30 de enero de 2013

Inteligencia y lenguaje

El gato cazará siempre como gato, y su brevísimo período de aprendizaje, de tres o cuatro técnicas básicas, le impedirá intentar sobrevivir mediante la recolección de raíces ante la ausencia de presas. Los grupos sociales de los primates, en cambio, con sus intercambios "culturales" de información, permiten al mono o al Hombre imitar los descubrimientos y habilidades útiles de los demás para alcanzar un mayor control del entorno y multiplicar consecuentemente las posibilidades de supervivencia. Es obvio que los más capacitados en el aprovechamiento de este tipo de comunicaciones tendrán más chances de transmitir su don a la descendencia. 
Darwin opinaba que los animales también tienen inteligencia, siendo la diferencia entre la inteligencia de estos y la de los humanos una cuestión de grado, pero no de esencia. 
En rigor, esto no es así. Los animales no tienen inteligencia, pues no son capaces de elaborar conceptos. Lo que sí tienen es conocimiento sensorial. De modo que, con facultades tales como la imaginación, la memoria y otras, propias de la cognición sensitiva, son capaces de elaborar “perceptos”; es decir, tienen percepciones que les permiten hacerse con una visión adecuada de su entorno, posibilitándoles la supervivencia; sin olvidar por ello la importancia que tiene la herencia genética en los animales en todo aquello que es relativo a la adaptación al medio. El conocimiento intelectual, la elaboración de conceptos abstractos y universales, es algo exclusivo de los humanos. Un animal puede percibir dos piezas de carne, pero sólo un humano sabe lo que es el número dos, la dualidad. La percepción se obtiene a través de una serie de módulos, independientes entre sí e innatos. La cognición, en cambio, se produce en un sistema central que realiza las operaciones mentales que comúnmente denominamos pensamiento. 

La inteligencia es esencialmente astucia, esa especie de versatilidad capaz de resolver problemas nuevos. También se dice que la capacidad de prever eventos es otro aspecto esencial. Otros agregarán a la lista el concepto de creatividad. 

Horace Barlow, de la Universidad de Cambridge define la inteligencia como: “la capacidad de hacer suposiciones que descubren un orden subyacente y nuevo para el individuo". La definición de Barlow encuadra perfectamente la inteligencia humana: la solución a un problema o encontrar la lógica de un argumento, encontrar la analogía correcta, crear una armonía o suponer lo que sucederá a continuación. De hecho, la inteligencia en el sentido humano (que es el único en que podemos considerarla o siquiera concebirla) consiste principalmente en un permanente prevenir los hechos futuros, tanto en las situaciones críticas de la supervivencia como en el quehacer diario. Incluso este proceso es constante e inconsciente: aunque no nos demos cuenta de ello, nuestra inteligencia está intentando adivinar lo que vendrá después aún cuando leemos, escuchando música o cuando alguien nos dirige la palabra. Ningún otro organismo de la Tierra funciona de esta manera ni es capaz de predecir el futuro. 

No debemos confundir inteligencia con otros mecanismos más primitivos, que coexisten dentro de nosotros siendo perfectamente no-inteligentes, estos son los que nos permiten reconocer a una persona que ya hemos visto, o atarnos los cordones de los zapatos. Mamíferos, aves y reptiles también son capaces de efectuar tareas como éstas, y aún mucho más complicadas (pensemos en la construcción del nido de un pájaro, un hormiguero o una colmena de avispas) y, sin embargo no cuentan con nada que se asemeje, ni de lejos, a la lógica o al pensamiento abstracto. 

Si entendemos por inteligencia la capacidad de sacar conclusiones nuevas, entonces la inteligencia debería residir en la corteza cerebral. Calvin explica que "si extendiéramos sobre un plano nuestra corteza cerebral, ocuparía la superficie de cuatro hojas de papel. La de un chimpancé se extendería por una sola hoja, la de un pequeño mono en la superficie de una tarjeta postal, y la de una rata sería como una estampilla". 



Sin embargo, es fácil comprender que la inteligencia no depende solamente de la cantidad de corteza. Ni los monos ni las ratas tienen lenguaje, que es una de las funciones más elevadas del cerebro. Si nuestra inteligencia es una simple mejora de aquella que poseen los roedores o los cuadrumanos, es difícil comprender: por qué la Naturaleza dio un salto cuántico de tal magnitud (inédito en la evolución hasta entonces) para sacar de una especie que vivía en los árboles, otra que es capaz de escribir las tragedias de Shakespeare, bailar como Vaslav Nijinsky o descubrir la Radiación de Hawking y el Principio de Exclusión de Pauli. ¡Y todo ello en un tiempo cien veces inferior al que les tomó a los reptiles para convertirse en simples musarañas! 

Las teorías más modernas afirman que el disparador de la formidable evolución de la inteligencia humana consistió en los grandes y radicales cambios climáticos que nuestro planeta sufrió recientemente (hablando en términos geológicos). Los enfriamientos abruptos seguramente devastaron los ecosistemas de los que dependían nuestros ancestros. Por causa de las bajas temperaturas y las sequías, las selvas del África se secaron y las poblaciones animales comenzaron a colapsar. Los incendios quemaron los bosques produciendo una especie de roza natural. Cuando los pastos reemplazaron a los bosques quemados, los herbívoros se multiplicaron. Nuestro ancestro homínido se quedó sin los árboles que le daban fruta. Vivía ahora en un mundo de pasto y ganado salvaje. Y sus únicas alternativas eran: aprender a comer pasto, aprender a comer herbívoros que a su vez comían pasto, o extinguirse tranquila y calladamente. El problema era que los herbívoros son fuertes y rápidos, y están siempre alerta con respecto a los depredadores. El hombre se dio cuenta de que una rata o un conejo eran tan difíciles de atrapar como una cebra o un ciervo, y sin embargo un conejo tiene menos carne que un ciervo, así es que resultaba más rentable cazar grandes herbívoros, pero la única manera de cazarlos era trabajar en equipos perfectamente entrenados y expertos. Y para ello se necesitaba, como primera medida, un lenguaje. 




Las teorías más aceptadas acerca de la capacidad humana para el lenguaje, como la de Noam Chomsky, establecen que el cerebro humano tiene un circuito innato y especializado para la sintaxis. Ningún otro animal posee un mecanismo, ni remotamente parecido, y éste representa uno de los más grandes —si no el mayor— de los abismos que la evolución debió saltar en poco tiempo para convertirnos de simples grandes monos en humanos. Se puede agregar que el lenguaje es, acaso, el único síntoma inequívoco e indiscutible de inteligencia.

El avance fue tan rápido y explosivo que la naturaleza tuvo que inventar en el cerebro humano una nueva área del lenguaje articulado —el Área de Broca— que no es la que los monos utilizan para articular sus vocalizaciones. (Para poder hablar se necesitan las dos áreas, la de Broca y la de Wernicke, y que no haya alteraciones en la conexión entre ambas. Esta conexión se hace a través de un haz de fibras llamado: fascículo arqueado. Las dos áreas, junto con la zona del Giro Angular, también están implicadas en la lectura y la comprensión de la palabra hablada. Cuando oímos una palabra llega a la corteza auditiva y de ahí pasa al área de Wernicke donde se realiza la comprensión de la palabra). Calvin y Bickerton afirman: "En la mayoría de nosotros, el área crítica para el lenguaje está ubicada justo encima de nuestro oído izquierdo. Los monos carecen de esta área del lenguaje lateral: sus vocalizaciones (así como las exclamaciones emocionales en el hombre) utilizan un área más primitiva ubicada junto al cuerpo calloso". 


Al contrario de lo que pudiese pensarse, la inteligencia no desarrolló el lenguaje, sino que ésta es una consecuencia del desarrollo del lenguaje sintáctico. La falta de lenguaje significa un importante obstáculo para la formación del pensamiento abstracto, la categorización y el planeamiento a futuro. La imaginación en el sentido figurado es, también, una consecuencia del lenguaje sintáctico e imposible sin él. Nuestros antepasados se convirtieron en humanos cuando reemplazaron el repertorio simbólico de los monos para convertirlo en un lenguaje sintáctico. Los chimpancés tienen 36 tipos de vocalizaciones, cada una con su significado. Pueden repetir dos veces un sonido para reforzar su significado, pero no pueden agregar otro para modificarlo. Nosotros también tenemos tres docenas de vocalizaciones —que llamamos fonemas— pero las encadenamos para formar conceptos. Enlazamos sonidos sin significado para construir palabras que tienen un sentido. Los fonemas no llevan mensaje alguno: sólo las palabras comunican contenidos. Por lo tanto, cabría esperar una secuencia vocalización ->palabra protegida por las leyes de la evolución 

La evolución, según Calvin, "a menudo sigue rutas alternativas en vez de 'progresar' a través de adaptaciones". La pasión instintiva del ser humano por pasar de lo simple a lo complejo, que ha determinado, por ejemplo la secuencia: [individuo -> clan familiar ->ciudad-estado -> reino independiente -> imperio centralizado], se evidencia también en [nota -> melodía -> armonía compleja], o en [fonema -> palabra -> frase -> texto complejo], o en [paso -> secuencia rítmica -> danza -> coreografía]. La capacidad de encadenar elementos simples para obtener resultados complejos es la raíz y origen, como se ha visto, del lenguaje, y asimismo de la matemática, la física, la lógica, la filosofía, la literatura, la música y, en fin, de casi todas las más elevadas manifestaciones de la mente humana, esto es, los fenómenos que emergen como resultados de nuestra inteligencia. 
El cerebro humano desarrolló primero soluciones a los problemas concretos, y sólo después de ello llegó al pensamiento abstracto. De la misma manera que los gritos del mono no evolucionaron hacia la palabra, sino que ésta es un invento totalmente nuevo e independiente, así tampoco la inteligencia operativa se transformó por evolución en pensamiento lógico-matemático o abstracto. Los circuitos y las áreas cerebrales que usamos para movernos o alimentarnos no tienen nada que ver con las que nos permiten resolver cálculos, por ejemplo. Al igual que en el tema lingüístico, los monos poseen aquellos pero ni siquiera muestran vestigios embrionarios de éstos. Es por ello que puede postularse que la inteligencia (caracterizada por la capacidad de abstracción) no desciende de la inteligencia "motriz" o de supervivencia de los demás primates, sino que es un desarrollo nuevo de la naturaleza. 

Es obvio que la capacidad abstracta de la inteligencia está también interrelacionada con el lenguaje, porque difícilmente una especie no hablante pueda concebir una entidad abstracta como el tiempo o la justicia si no está capacitada para definirla mediante la palabra. 

Es posible que la mayor parte de la inteligencia se deba, paradójicamente, a una multitud de procesos evolutivos darwinistas que se caracterizan por ser no inteligentes. Se ha demostrado que la mayor parte de nuestra inteligencia se basa en procedimientos rutinarios o de simple obediencia a reglas elementales. Pero, a la vez, procesos mucho más elevados tienen lugar todo el tiempo. Expectativas acerca de lo que sucederá después, previsión de posibles problemas, evaluación de conceptos y comparaciones, definición de entidades abstractas, conceptos que se anidan en otros conceptos y, por sobre todo, la estrella indiscutida de la evolución sobre el planeta: el lenguaje. 

La metáfora, la armonía, las frases incrustadas, la creatividad, todas ellas son consecuencias de la más elevada forma de inteligencia, y son generadas en áreas del cerebro que ninguna otra especie desarrolló jamás. El impresionante salto cuántico dado por la naturaleza entre el cerebro de nuestro más avanzado primo simiesco y el nuestro propio no puede ser mensurado, definido ni explicado por medio de simplezas. La inteligencia y el desarrollo del lenguaje siguieron caminos paralelos e interrelacionados, a tal punto que no se cree posible, hoy en día, que el uno pudiese haber llegado a existir sin el concurso del otro. 

La capacidad lingüística humana no es una simple mejora de los circuitos no sintácticos del chimpancé, es un circuito paralelo, creado independientemente por los procesos evolutivos lingüísticos-mentales, que trabajan coordinadamente superpuestos con los simiescos (que en el hombre, como ya explicamos, controlan las exclamaciones e interjecciones. 


Calvin señala que la capacidad sintáctica puede haber derivado, más bien, de la evolución de los circuitos de reconocimiento fisonómico o de jerarquías sociales más bien que de los de vocalizaciones, porque de otro modo las exclamaciones habrían sido suprimidas al ser reemplazadas por un lenguaje verbal. Sin embargo, no hemos perdido las interjecciones, ayes ni exclamaciones, sino que caminan por circuitos diferentes que las palabras habladas. 



Fuentes:
*Carlos A. Marmelada. Ampliación del artículo El origen de la inteligencia humana, según Arsuaga
*Marcelo Dos Santos. La evolución de la inteligencia.
*Banco de imágenes INTEF.

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