sábado, 19 de enero de 2013

El idioma español en América. Hispanización.


El español llegó al continente americano a través de los sucesivos viajes de Colón, y luego con las oleadas de colonizadores que buscaban nuevas oportunidades que, en su intento por comunicarse con los indígenas, recurrieron al uso de gestos y a intérpretes europeos, o a indígenas cautivos para tal efecto, que permitiesen la intercomprensión de culturas tan disímiles entre sí.

Los conquistadores y misioneros, en muchos casos, fomentaron el uso de las llamadas lenguas generales, es decir, lenguas que por su alto número de hablantes y por su aceptación como forma común de comunicación, eran utilizadas por diferentes pueblos, por ejemplo, para el comercio, como sucedió con el náhuatl, el taíno, el maya, el quechua, el aimara, el guaraní y el mapuche, por citar.



La influencia de la Iglesia fue muy fuerte en este proceso, puesto que realizó, especialmente a través de los franciscanos y jesuitas, una intensa labor de evangelización y educación de niños y jóvenes de distintos pueblos mediante la construcción de escuelas y de iglesias en todo el continente. Sin embargo, aquellos primeros esfuerzos resultaron insuficientes, y la hispanización de América comenzó a desarrollarse a demás de por la catequesis, por la convivencia entre españoles e indios pero, sobre todo, por el mestizaje.




Pero no sólo la población indígena era heterogénea, sino que también lo era la hispana que llegó a colonizar el territorio americano, pues provenía de las distintas regiones de España, aunque especialmente de Andalucía. Esta mayor proporción de andaluces, que se asentó sobre todo en la zona caribeña y antillana en los primeros años de la conquista, habría otorgado características especiales al español americano: el llamado andalucismo de América, que se manifiesta especialmente en el aspecto fonético. 
Este periodo, que los autores sitúan entre 1492 y 1519, ha sido llamado —justamente— periodo antillano y es en él donde se habrían enraizado las características que luego serían atribuidas a todo español americano.

En el plano fónico, por ejemplo

  • Pérdida de la d entre vocales (aburrío por aburrido) y final de palabra (usté por usted, y virtú por virtud).
  • Confusión entre l y r (mardito por maldito).
  • Aspiración de la s final de sílaba (pahtoh por pastos).
  • O la pronunciación de x, y, g, j, antiguas como h, especialmente en las Antillas, América Central, Colombia, Venezuela, Panamá o Nuevo México, hasta Ecuador y la costa norte de Perú.
Por otra parte, los grupos de inmigrantes se reunían en Sevilla para su travesía y, de camino hacia el nuevo continente, las islas Canarias eran paso obligado, lo que hace suponer que los isleños comenzaron a utilizar ciertos rasgos lingüísticos, compartidos hasta hoy día, de lo que se ha dado en llamar español atlántico, cuya capital lingüística sería Sevilla (opuesto al español castizo o castellano, con capital lingüística en Madrid) y que englobaría: el andaluz occidental, el canario y el español americano, aunque otros investigadores sostienen que sólo abarcaría, en América, las zonas costeras.

El sistema educacional fue, quizás, uno de los factores determinantes en el establecimiento de diferencias lingüísticas, así en 1538 la escuela de Santo Domingo se convirtió en la Universidad de Santo Tomás de Aquino y, en la misma ciudad se creó la Universidad de Santiago de la Paz en 1540, mientras que la Universidad de Córdoba (Argentina) fue creada mucho más tarde, en 1613.

Otra de las causas de la diferenciación dialectal sería: la época de la colonización; ya que la ciudad más antigua, Santo Domingo, fue fundada casi junto con la llegada de Colón a América, mientras que Montevideo se fundó en 1722.


Algunos autores coinciden en distinguir las siguientes zonas lingüísticas: 1) México y sur de los Estados Unidos, 2) Caribe, 3) zona andina, 4) zona rioplatense y 5) zona chilena, aunque se ha llegado a postular hasta dieciséis zonas.
Entre las distintas zonas se observan diferencias, por ejemplo, en el plano léxico, como ocurre en los siguientes casos:

  • Autobús (España), guagua (Cuba), micro (Chile), buseta (Colombia), colectivo (Argentina), camión (México).
  • Chamarra (México), chompa (Colombia, Ecuador), chaqueta (Panamá, Venezuela, Paraguay), casaca (Chile, Perú).
  • Manta (España), cobija (Colombia, Honduras, Ecuador), frazada (Perú, Bolivia, Chile, Argentina), cobertor (México), frisa (República Dominicana, Puerto Rico).
Rasgos léxicos

a) Términos procedentes de las lenguas amerindias:
  • del arahuaco: batata, cacique, caníbal, canoa, tabaco, tiburón, maíz...
  • del nahuatl: cacao cacahuete, chocolate, jícara, hule, coyote, tomate, petate, petaca...
  • del quechua: alpaca, pampa, cóndor, quina, papa...
  • del guaraní: mucama, tapioca, tapera...
b) Términos que siguen vigentes en América, y que en España cayeron en desuso (arcaísmos): recordar como despertar; cobija, frazada como manta; botar como echar, catar como mirar ...

c) Préstamos de otras lenguas, por ejemplo del inglés: carro (car), rentar (to rent), lonchi (lunch), referí (referee). Galicismos, como adición (cuenta), usina (fábrica)

d) Términos con significado distinto: saco como chaqueta; manejar como conducir; quebrada como arroyo; vereda como acera; cuadra como manzana (de casas).

e) Creación de léxico a partir del sufijo –ada: muchachada, caballada, bailada. También de verbos con el sufijo –ear o –iar. Cueriar como azotar; uñatiar como robar

Pero las diferencias no abarcan sólo aspectos léxicos, sino también, aunque en menor grado, fonéticos y morfosintácticos. Por ejemplo: 

  • Diferente realización del fonema s (desde la aspiración en Chile o Argentina, hasta la s ciceada, es decir pronunciada como z, de algunos puntos de Colombia y Puerto Rico y, sobre todo, en El Salvador, Honduras, Nicaragua y costas de Venezuela).
  • Palatalización de la j en Chile (mujer suena mujier) o aspiración de la misma en República Dominicana.
  • Confusión de y o ll (que se distinguen en algunas zonas, mientras que en otras se confunden a favor de y, como en la mayor parte de Hispanoamérica).
  • O diferencias en el sistema vocálico (debilitación de vocales intermedias en México, y timbre cerrado de las vocales en Ecuador, Perú, Bolívia y norte de Chile por influjo quechua).
En cuanto a diferencias morfosintácticas, éstas son bastante menos frecuentes, como:

  • La alternancia de los diminutivos -it- e -ic- (ratito, ratico). incluso en los adverbios: ahorita, lueguito.
  • Construcciones gramaticales diversas, como “¿Qué tú sabes?”, corriente en Centroamérica y Caribe, y “¿Tú sabes?”, habitual en el resto del territorio.
  • Uso del pretérito perfecto simple en lugar del compuesto.
  • El pretérito imperfecto de subjuntivo recupera a veces su antiguo valor. Así se utiliza cantara en lugar de había cantado.
  • Perífrasis de infinitivo con valor de futuro. Así, He de verlo en lugar de Lo veré. Abundan también las perífrasis de gerundio: ¿Cómo le va yendo? en lugar de ¿cómo le va?
  • Empleo del adjetivo con valor adverbial: Camina lento, viste lindo.
  • Anteposición del posesivo al nombre, en casos en los que en España suele posponerse: ¿Cómo está usted, mi amigo?
  • Pronominalización de verbos: enfermarse.
  • Locuciones adverbiales típicas, como no más (carácter enfático) o recién con el significado de “ahora mismo”.
  • Y un fenómeno constantemente citado: el voseo (uso del pronombre vos como tratamiento familiar, con sus correspondientes formas verbales en algunas zonas y niveles socioculturales (vos tenés, vulgar en Argentina, o vos tenís, vulgar en Chile, variantes de tenéis), en oposición al tuteo.
Hace 517 años empezó el mestizaje del castellano en América. Tras el descubrimiento del continente nuestra lengua no ha hecho más que crecer, diversificarse, enriquecerse en palabras, sonidos y frases que muestran el vigor del idioma. Desde entonces el español se reinventa cada día en la boca de 450 millones de personas. Porque vale lo mismo el español de Honduras que el de España, Argentina, México o Cuba.






No hay comentarios:

Publicar un comentario