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lunes, 9 de marzo de 2015

Arte, Cultura... y la egolatría de los artífices del cine moderno.

Cultura, según explica el D.R.A.E. en su acepción primera, significa “cultivo”, o “crianza”, acción que hace alusión explícita a la segunda, en la que la define como “instrucción intelectual que una persona ha de llevar a cabo para adquirir el conjunto de conocimientos que le permitirán desarrollar su juicio crítico”. A continuación declara también que: “cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”

De tales definiciones podemos colegir que:

En primer lugar. Cultura es la continua labor de formación que una persona debe llevar a cabo para llegar a poseer el mayor grado posible de conocimiento sobre el piélago de hechos acaecidos en el universo a través del tiempo, conocimiento que, según sea más o menos extenso, amplio, fidedigno y profundo, capacitará a su poseedor en mayor o menor grado para, gracias a esa sabiduría adquirida, ser capaz de analizar, comprender y enjuiciar la realidad de manera objetiva y coherente. Abarcando, dicho conocimiento, desde el suceso más nimio al más complejo y desde el más antiguo al más moderno que el hombre es capaz de explicar y/o demostrar y que ha sido transmitido (mediante gestos, en los albores de la humanidad; o a través de sonidos y fonemas, después; o con palabras escritas, más recientemente) de generación en generación, y que constituye el compendio universal de disciplinas, académicas y no académicas, que abarcan todo el saber sobre ciencias, letras y humanidades.


viernes, 30 de agosto de 2013

Cerebro y lenguaje, cuestiones de conciencia.



Muchos filósofos y psicólogos parecen aceptar la idea de que la conciencia humana está muy ligada al lenguaje humano. Por consiguiente, es sólo en virtud de nuestras capacidades lingüísticas por lo que podemos alcanzar una sutileza de pensamiento, que es la impronta misma de nuestra humanidad, y la expresión de nuestras propias almas. Es el lenguaje, según este punto de vista, el que nos distingue de los otros animales, y nos proporciona así una excusa para privarles de su libertad y sacrificarlos cuando sentimos que surge dicha necesidad. 
Es el lenguaje el que nos permite filosofar y describir cómo sentimos, de modo que podamos convencer a los demás de que nosotros tenemos conciencia del mundo exterior y también tenemos conciencia de nosotros mismos. Desde este punto de vista, nuestro lenguaje se considera como el ingrediente clave de nuestra posesión de conciencia.

Ahora bien, debemos recordar que nuestros centros del lenguaje están (en la inmensa mayoría de las personas) solamente en los lados izquierdos de nuestros cerebros (áreas de Broca y de Wernicke). El punto de vista recién expresado parecería implicar que la conciencia es algo que está asociado solamente con la corteza cerebral izquierda y no con la derecha.

Hay un importante conjunto de observaciones concernientes a humanos (y animales) a los que se ha seccionado completamente el cuerpo calloso, de modo que los hemisferios izquierdo y derecho de sus cortezas cerebrales no tienen comunicación entre sí. 

En el caso de los humanos, el seccionamiento del cuerpo calloso fue realizado como operación terapéutica al descubrirse que éste era un tratamiento efectivo para una forma de epilepsia particularmente grave que sufrían algunos sujetos. 

Numerosos tests psicológicos les fueron suministrados por Roger Sperry y sus colaboradores algún tiempo después de que hubieran sufrido estas operaciones. Los sujetos estaban colocados de tal forma que se les presentaban estímulos completamente separados para los campos izquierdo y derecho de visión, de modo que el hemisferio izquierdo sólo recibía información visual de lo que se mostraba en el lado derecho, y el hemisferio derecho, sólo de lo del lado izquierdo. Si se le mostraba brevemente una foto de un lápiz en el lado derecho y una foto de una copa en el izquierdo, el sujeto diría: "Eso es un lápiz", ya que era el lápiz, y no la copa, lo percibido por el único lado del cerebro aparentemente capaz de hablar. Sin embargo, el lado izquierdo sería capaz de seleccionar un plato, antes que un trozo de papel, como el objeto apropiado para asociar con la copa. El lado izquierdo estaría bajo el control del hemisferio derecho y, aunque incapaz de hablar, este hemisferio derecho ejecutaría ciertas acciones bastante complejas y decididamente humanas. 

De hecho, se ha sugerido que el pensamiento geométrico (especialmente en tres dimensiones), y también la música, pueden ser llevados a cabo normalmente en el hemisferio derecho principalmente, para compensar las capacidades verbales y analíticas del izquierdo. 

El cerebro derecho puede comprender los nombres comunes o las frases elementales, y puede llevar a cabo operaciones aritméticas muy sencillas. 

Lo más sorprendente de estos sujetos con cerebro escindido es que los dos lados parecen comportarse como individuos prácticamente independientes, cada uno de los cuales puede comunicarse por separado con el experimentador —aunque la comunicación es más difícil—, y en un nivel más primitivo, con el hemisferio derecho que con el izquierdo, debido a la falta de capacidad verbal del derecho. 

Una mitad del cerebro del sujeto puede comunicar con la otra de manera simple, por ejemplo observando el movimiento del brazo controlado por el otro lado, o quizá oyendo sonidos reveladores (como el repiqueteo en un plato). Pero incluso esta comunicación primitiva entre los dos lados puede eliminarse en condiciones de laboratorio cuidadosamente controladas. Pese a todo todavía pueden pasar de un lado a otro vagos sentimientos emocionales, debido presumiblemente a que estructuras que no están seccionadas tales como el hipotálamo, siguen estando en comunicación con ambos lados.

Resulta tentador plantear la cuestión: ¿tenemos dos individuos conscientes separados que habitan en el mismo cuerpo? Esta cuestión ha sido objeto de mucha controversia. Algunos mantendrán que la respuesta debe ser ciertamente "sí", mientras otros afirmarán que ningún lado debe considerarse como un individuo por propio derecho. Algunos estarán de acuerdo en que el hecho de que puede haber sentimientos emocionales comunes a los dos lados pone en evidencia que todavía hay un solo individuo involucrado. Pero otro punto de vista es que sólo el hemisferio del lado izquierdo representa un individuo consciente, y el del lado derecho es un autómata. 

Parece que esta idea es la que aceptan quienes sostienen que el lenguaje es un ingrediente esencial de la conciencia. De hecho, sólo el hemisferio izquierdo puede responder convincentemente "Si" a la pregunta oral "¿Es usted consciente?" El hemisferio derecho, como un perro, un gato o un chimpancé, podría ser puesto en dificultades incluso para descifrar las palabras que constituyen la pregunta, y puede ser completamente incapaz de expresar verbalmente su respuesta.

Donald Wilson y sus colaboradores examinaron un sujeto con cerebro escindido, a quien denominaban "PS". Después de la operación de seccionamiento sólo el hemisferio izquierdo podía hablar pero ambos hemisferios podían comprender el habla; posteriormente, el hemisferio derecho ¡aprendió también a hablar!

Evidentemente ambos hemisferios eran conscientes. Además, parecían ser conscientes por separado, ya que tenían diferentes gustos y deseos. Por ejemplo, el hemisferio izquierdo describía que su deseo era ser un dibujante y el derecho, ¡un piloto de carreras!

Si aceptamos que PS tiene realmente dos mentes independientes, entonces se nos presenta una curiosa situación. Presumiblemente antes de la operación cada sujeto con cerebro escindido poseía una sola conciencia; pero después hay dos. De algún modo, la simple conciencia original se ha bifurcado, pero ¿qué ha sucedido realmente? ¿Cuál de las conciencias de PS "es" el PS de antes de la operación?

Sin duda muchos filósofos desdeñarían la pregunta como carente de significado. Pero no parece haber modo operacional de decidir la cuestión. Cada hemisferio compartirá recuerdos de una existencia consciente antes de la operación y, sin duda, ambos afirmarán ser esa persona.


Fuente: Roger Penrose. <La mente nueva del emperador>

jueves, 11 de julio de 2013

Por los siglos de los siglos...



A todos nos han enseñado en la escuela que: para saber a qué siglo pertenece un año dado, tan sólo hay que sumar un uno a la cifra formada por los dos primeros números del año en cuestión, siempre y cuando dicho año se exprese en notación de cuatro dígitos, aunque para ello sea preciso colocar varios ceros a su izquierda. 

Elijamos un año cualquiera, pongamos por caso que nos referimos al año 12 d.C. (después de Cristo), escribiríamos el guarismo que le corresponde con cuatro dígitos, esto es 0012, ahora le sumamos un uno a la cifra 00 (sus dos primeros dígitos) y nos da como resultado el número "uno" (1), por tanto el año 12 corresponde al siglo I. Otro ejemplo 1492 d.C., (un gran año para España, y para los Reyes Católicos que por fin culminaron la Reconquista en Granada y un par de meses después Cristobal Colón los cubrió de oro, gracias al descubrimiento de "Las Américas"), pues bien sus dos primeros dígitos: 14, más uno, da un total de quince; hablamos del siglo XV. Por último consideremos el año 2000, repetimos el procedimiento: sus dos primeros dígitos forman el 20, a este le sumamos un uno y da veintiuno; así el año 2000 pertenece al siglo XXI.

... Pero, algo no cuadra aquí... razonemos para analizar la cuestión: 
  1. Un siglo, como todos sabemos desde la más tierna edad, son cien años. 
  2. Del 0 al 99 van cien dígitos (años). Por lo que, del 1 al 100 también van cien dígitos (años).
  3. El primer año de la Era Cristiana es el año 1, cuenta a partir del (supuesto) año de nacimiento de Jesucristo. 
  4. No existe el año 0 en la Era Cristiana.
Por tanto, aplicando las premisas anteriormente establecidas, absolutamente correctas, verídicas y aceptadas por todos: el primer siglo, el siglo I (d.C.), puesto que no existe el año 0, se extiende desde el año 1 al año 100 (periodo de cien años), el siglo II comprenderá consecuentemente desde el año 101 al 200, el siglo III desde el 201 al 300, y así sucesivamente hasta llegar al siglo XXI que discurre entre los años 2001 y 2100 (aunque yo recuerdo con claridad meridiana haber celebrado, en compañía de casi toda la humanidad, con uvas y champagne, el inicio del siglo XXI, y con él el del tercer milenio, justo al término de la Noche Vieja del año 1999. Cuando en realidad debería haber celebrado dicho evento exactamente un año después).

Entonces, queda claro que:

a) Es preciso establecer una excepción a aquella regla que nos enseñaron de pequeños en la escuela, que consiste en que: "dicha regla no es válida para los años que terminan en 00; en cuyo caso el siglo coincide exactamente con la cifra formada por sus dos primeras cifras en notación de cuatro guarismos", como ya se ha explicado.

b) El siglo XXI comenzó realmente con el inicio del año 2001 y no el uno de enero del 2000, como casi todos dimos por sentado..

c) Quizás para el siglo XXII, si aún existe el planeta Tierra, se corregirá el error; prolongando el actual siglo un año más para poner la cuenta al día. Sería entonces ¡la primera centuria de la historia de la humanidad que contara con 101 años en vez de los 100 reglamentarios!.

martes, 23 de abril de 2013

¿Qué es, y qué se entiende por CULTURA?



cultura.  (Del lat. cultūra).
  1. f. cultivo.
  2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
  3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
  4. f. ant. Culto religioso.
El término cultura proviene del latín 'cultus' que, a su vez, deriva de la voz 'colere', que significa cuidado del campo o del ganado.

En el siglo XIII, el término se empleaba para designar una parcela cultivada pero, tres siglos más tarde, el susodicho término cambió su significado para referirse ahora a la acción en sí, es decir, al cultivo de la tierra o el cuidado del ganado, más o menos en el sentido en que se emplea en el español de nuestros días en vocablos tan usuales como: agricultura, apicultura, piscicultura y otros. 
A mitad del siglo XVI, el término volvió a cambiar su significado adquiriendo una connotación metafórica, como: 'el cultivo de cualquier facultad'.
Pero la acepción figurativa de cultura no se extenderá hasta el siglo XVII, cuando también aparece en ciertos textos académicos.
El Siglo de las Luces (siglo XVIII), es la época en que el sentido figurado del término, como "cultivo del espíritu", se impone en amplios campos académicos. 
Con el paso del tiempo, por cultura, se entenderá la formación de la mente. Es decir, se convierte nuevamente en una palabra que designa un estado, aunque en esta ocasión es el estado de la mente humana, y no el estado de las parcelas.

Para Jean Jacques Rousseau:

"la cultura es un fenómeno distintivo de los seres humanos, que los coloca en una posición diferente a la del resto de animales. La cultura es el conjunto de los conocimientos y saberes acumulados por la humanidad a lo largo de sus milenios de historia"

En el uso cotidiano, la palabra "cultura", se emplea para dos conceptos diferentes:
  • Excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades, también conocida como alta cultura.
  • El conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales (tecnologías) que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver sus necesidades de todo tipo.
En 1871 , Edward B. Tylor, publicó en Primitive Culture una de las definiciones más ampliamente aceptadas de cultura. Según Tylor, la cultura es:
"...aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre. La situación de la cultura en las diversas sociedades de la especie humana, en la medida en que puede ser investigada según principios generales, es un objeto apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción del hombre".
Para el polaco Bronislaw Malinowski,"la cultura puede ser entendida como una «realidad sui generis» que debe estudiarse como tal" y, en la categoría de cultura incluía: artefactos, bienes, procesos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados. También consideraba que la estructura social podía ser entendida análogamente a los organismos vivos pero todos los elementos de la cultura poseen una función que les da sentido y hace posible su existencia. Y, esta función, no es dada únicamente por lo social, sino por la historia del grupo y el entorno geográfico, entre muchos otros elementos.

El famoso antropólogo francés: Claude Lévi-Strauss, afirmaba que "la cultura es básicamente un sistema de signos producidos por la actividad simbólica de la mente humana"
En su obra <El pensamiento salvaje> (1962), Lévi-Strauss apunta que "todos los símbolos y signos de que está hecha la cultura son productos de la misma capacidad simbólica que poseen todas las mentes humanas"
Esta capacidad, básicamente consiste en la clasificación de las cosas del mundo en grupos, a los que se atribuyen ciertas cargas semánticas y no existe grupo de símbolos o signos (campo semántico) que no tenga uno complementario. Los signos y sus significados pueden ser asociados por metáfora (como en el caso de las palabras) o metonimia (como en el caso de los emblemas de la realeza) a fenómenos significativos para el grupo creador del sistema cultural. Las asociaciones simbólicas no necesariamente son las mismas en todas las culturas. Por ejemplo, mientras en la cultura occidental, el rojo es el color del amor, en Mesoamérica es el de la muerte.

Karl Marx, a pesar de la opinión generalizada, sí puso atención en el análisis de las cuestiones culturales, específicamente en su relación con el resto de la estructura social.
Según la propuesta teórica de Marx, "el dominio de lo cultural (constituido sobre todo por la ideología) es un reflejo de las relaciones sociales de producción, es decir, de la organización que adoptan los seres humanos frente a la actividad económica"

La gran aportación del marxismo en el análisis de la cultura, es que ésta es entendida como el producto de las relaciones de producción, como un fenómeno que no está desligado del modo de producción de una sociedad. Asimismo, la considera como uno de los medios por los cuales se reproducen las relaciones sociales de producción, que permiten la permanencia en el tiempo de las condiciones de desigualdad entre las clases.

Son muchas las posturas donde la relación entre la base económica y la superestructura cultural es analizada en enfoques más amplios. Por ejemplo: 
Antonio Gramsci llama la atención a la hegemonía, un proceso por medio del cual, un grupo dominante se legitima ante los dominados, y estos terminan por ver natural y asumir como deseable la dominación. 
Louis Althusser propuso que el ámbito de la ideología (el principal componente de la cultura) es un reflejo de los intereses de la élite, y que a través de los aparatos ideológicos del Estado se reproducen en el tiempo.
Así mismo, Michel Foucault sostiene que, de manera general, todos los sistemas de enseñanza –los cuales aparecen simplemente como transmisores de conocimientos aparentemente neutrales–, están hechos para mantener a cierta clase social en el poder, y excluir de los instrumentos de poder a otras clases sociales.

Según el neoevolucionismo: "la cultura es el producto de las relaciones históricas entre un grupo humano y su medio ambiente".

Tanto Steward como White, promotores de esta corriente, concuerdan en que la cultura es sólo uno de los ámbitos de la vida social. Para White, la cultura no es un fenómeno que deba entenderse en sus propios términos, como proponían los culturalistas. El aprovechamiento energético es el motor de las transformaciones culturales: estimula la transformación de la tecnología disponible, tendiendo siempre a mejorar. Así, la cultura está determinada por la forma en la que el grupo humano aprovecha su entorno. Este aprovechamiento se traduce a su vez en energía. El desarrollo de la cultura de un grupo es proporcional la cantidad de energía que la tecnología disponible le permite aprovechar. La tecnología determina las relaciones sociales y esencialmente la división del trabajo como una prístina forma de organización. A su vez, la estructura social y la división del trabajo se reflejan en el sistema de creencias del grupo, que formula conceptos que le permiten comprender el entorno que le rodea. Una modificación en la tecnología y la cantidad de energía aprovechada se traduce, por tanto, en modificaciones en todo el conjunto.


Steward, por su parte, retomaba de Kroeber la concepción de la cultura como un hecho que se encontraba por encima y fuera de la naturaleza. Sin embargo, Steward sostenía que había un diálogo entre ambos dominios. Opinaba que la cultura es un fenómeno o capacidad del ser humano que le permite adaptarse a su medio biológico. Steward planteaba que la cultura sigue un proceso de evolución multilineal (es decir, no todas las culturas pasan de un estado salvaje a la barbarie, y de ahí a la civilización), y que este proceso se basa en el desarrollo de tipos culturales derivados de las adaptaciones culturales al medio físico de una sociedad. Steward introduce en las ciencias sociales el término de ecología, señalando con él: el análisis de las relaciones existentes entre todos los organismos que comparten un mismo nicho ecológico

Roy Rappaport introdujo, en la discusión de lo social, la idea de que la cultura forma parte de la misma biología del ser humano, y que la evolución misma del ser humano se debe a la presencia de la cultura. Señalaba que:
"...superorgánica o no, se debe tener presente que la cultura en sí pertenece a la naturaleza. Emergió en el curso de la evolución mediante procesos de selección natural diferentes sólo en parte de aquellos que produjeron los tentáculos del pulpo […] Aunque la cultura está altamente desarrollada en los seres humanos, estudios etológicos recientes han indicado alguna capacidad simbólica entre otros animales. […] Aunque las culturas pueden imponerse a los sistemas ecológicos, hay límites para esas imposiciones, ya que las culturas y sus componentes están sujetos a su vez a procesos selectivos".

En 1998, Jesús Mosterín publicó su libro ¡Vivan los animales!, donde explica qué es la cultura:
"La cultura no es un fenómeno exclusivamente humano, sino que está bien documentada en muchas especies de animales superiores no humanos. Y el criterio para decidir hasta qué punto cierta pauta de comportamiento es natural o cultural no tiene nada que ver con el nivel de complejidad o de importancia de dicha conducta, sino sólo con el modo como se trasmite la información pertinente a su ejecución. […] Los chimpancés son animales muy culturales. Aprenden a distinguir cientos de plantas y sustancias, y a conocer sus funciones alimentarias y astringentes. Así logran alimentarse y contrarrestar los efectos de los parásitos. Tienen muy poco comportamiento instintivo o congénito. No existe una 'cultura de los chimpancés' común a la especie. Cada grupo tiene sus propias tradiciones sociales, venatorias, alimentarias, sexuales, instrumentales, etc. […] La cultura es tan importante para los chimpancés, que todos los intentos de reintroducir en la selva a los chimpancés criados en cautividad fracasan lamentablemente. Los chimpancés no sobreviven. Les falta la cultura. No saben qué comer, cómo actuar, cómo interaccionar con los chimpancés silvestres, que los atacan y matan. Ni siquiera saben cómo hacer cada noche su alto nido-cama para dormir sin peligro en la copa de un árbol. Durante los cinco años que el pequeño chimpancé duerme con su madre tiene unas 2.000 oportunidades de observar cómo se hace el nido-cama. Los chimpancés hembras separados de su grupo y criados con biberón en el zoo ni siquiera saben cómo cuidar a sus propias crías, aunque lo aprenden si ven películas o vídeos de otros chimpancés criando".

jueves, 14 de marzo de 2013

“El científico no estudia a la naturaleza porque sea útil. La estudia porque le deleita, y se deleita en ella porque es bella.”


[…]La ciencia se ha vuelto tan importante que hoy se considera a la “alfabetización”, o ilustración científica, como elemento indispensable de la ilustración cultural global, si no es que es equivalente a ella. 

[…]A pesar de la sinceridad y los esfuerzos de maestros y administradores, las reformas educativas no han resultado efectivas. Claro, puede que ahora el público sea más sensible que hace cuarenta años a algunos problemas relacionados con la ciencia, las armas nucleares, la guerra contra el cáncer, o las computadoras, pero el conocimiento actual que tiene de los hechos y principios que subyacen a tales problemas, no es mejor que el que tenía antes de la guerra. 

Al usar cualquier parámetro razonable nos damos cuenta de que somos todavía una nación de iletrados científicos, lo cual ha llevado a algunos educadores a sugerir que pronto habrá carencia de científicos e ingenieros profesionales. 

Una amenaza aún mayor, dicen los críticos, es el prospecto de que, a menos de que todos los ciudadanos estén científicamente ilustrados, serán incapaces de participar inteligentemente en una sociedad tecnológica y de llevar a cabo sus labores en forma competente. 

Durante las últimas décadas, el sistema educativo ha recibido numerosas críticas, algunas merecidas, pero en esta ocasión los críticos están equivocados. Porque, por herético que pueda sonar, obligar a todos los alumnos de enseñanza básica y media a llevar cursos de ciencia, no importa qué tan cuidadosamente diseñados estén, no producirá una sociedad científicamente letrada. 
Y aún peor, el razonamiento que busca justificar dicha alfabetización está equivocado: la ilustración científica generalizada no es esencial para desarrollar un electorado inteligente, para mantener una fuerza de trabajo en ciencia e ingeniería, ni para preparar a la gente para la vida en una sociedad cada día más tecnológica. Claro, debe enseñarse ciencia en la escuela, y debe enseñarse con los mejores métodos y equipo que tengamos a nuestra disposición, pero por razones distintas. 

¿Qué queremos decir, realmente, cuando hablamos de ilustración científica? 
Aunque no existe una definición clara y aceptada ampliamente, es justo decir que el individuo científicamente ilustrado cae en algún sitio entre dos extremos. 
En uno se halla el hombre o mujer que entiende los fundamentos, el estado actual y la mayoría de los problemas importantes de al menos las ciencias físicas y las de la vida. Esta comprensión no necesita ser operativa; es decir, para ser científicamente ilustrado uno no necesita ser capaz de realizar investigación ni resolver problemas en ese campo. Pero uno debería ser capaz de hacer lecturas productivas, con conocimiento de causa (incluyendo algo de la literatura técnica), y mantener discusiones inteligentes sobre temas relacionados con dichas disciplinas. Juzgados de acuerdo con estas medidas, pocos entre nosotros, incluso entre los científicos e ingenieros, podríamos considerarnos como letrados o ilustrados, lo cual sólo quiere decir que el criterio es demasiado exigente, no que dicha ilustración sea indeseable. 
En el otro extremo se halla el individuo que ha adquirido un amplio vocabulario de términos técnicos, quizá de memoria, y una breve definición de cada uno. 

Aquí la noción de ilustración o alfabetización tiende a volverse un poco vaga. Una cosa es reconocer un término técnico al leer o escuchar a alguien hablar sobre temas científicos, y quizá de este modo sentirse menos excluido de la ciencia. Pero otra muy diferente es apreciar el significado de tales términos y ser capaz de emplearlos en un discurso significativo. El simple reconocimiento no puede equipararse con la comprensión. 

Consideremos, como ejemplo de lo difícil que es definir la ilustración científica, el tan citado criterio para medirla la segunda ley de la termodinámica. Hace tres décadas, el físico C. P. Snow sugirió que estar familiarizado con dicha ley sería equivalente a haber leído una obra de Shakespeare. Usando el criterio de Snow, debería esperarse que una persona científicamente ilustrada supiera no sólo que la segunda ley es uno de los conceptos científicos más importantes, sino también que afirma que el calor no puede pasar, sin ayuda, de un cuerpo frío a uno caliente, y que de esto uno puede concluir que, debido a que el universo no es reversible, su entropía debe estar aumentando. Es seguro decir que tal comprensión satisface en alto grado la definición de ilustración científica de Hirsch, pero plantea más interrogantes de las que contesta. 

¿Qué son, después de todo, la termodinámica, el calor, la entropía y los procesos reversibles? ¿Por qué se considera más importante la segunda ley que la primera, que afirma que la energía total del universo permanece siempre constante? ¿Y qué puede decirse de las consecuencias de la segunda ley? ¿No debería un individuo científicamente ilustrado comprender que la entropía es una medida del orden de un sistema y que, una entropía siempre en aumento significa que el universo tiende a un mayor desorden, o que se va gastando? ¿Que el concepto de entropía nos proporciona una flecha del tiempo, por así decirlo, y que nos permite registrar el pasado pero no el futuro (observación probablemente tonta para la mayor parte de la gente, pero que tiene profundas implicaciones filosóficas)? ¿Dónde detenernos? ¿Deberíamos esperar que una persona científicamente ilustrada sepa que los organismos vivos parecen desafiar el principio del aumento de entropía porque aparentemente tienden a un mayor orden? ¿Pero que al analizarlos más detenidamente, la entropía del sistema total que mantiene al organismo, incluyendo su fuente de alimentos y su ambiente, en realidad aumenta? Incluso en este punto, hay muchas más cosas que esperaríamos que supiese el individuo científicamente letrado: por qué la comunidad científica tiene confianza en las leyes de la termodinámica; cómo las leyes se aplican a problemas prácticos en virtualmente todas las ciencias naturales e ingenierías (metabolismo celular, pérdida de calor en motores, corrosión de metales); y cómo nos dejan una advertencia práctica: ten cuidado con quienquiera que trate de venderte algo que parezca una máquina de movimiento perpetuo. 

El punto es que en ciencia hay mucho más detrás de las ideas, de lo que puede transmitirse mediante una simple definición. Conceptos como la segunda ley de la termodinámica no pueden tratarse aislados; saber cómo se interrelacionan con otros hechos y principios es esencial si se quiere ser verdaderamente ilustrado. 

[…]Incluso si fuera posible lograr una amplia ilustración científica, ésta no es ni remotamente tan esencial para tener éxito en el siglo xx como se cree comúnmente. 

[…]Si la ilustración científica amplia no es necesaria para una ciudadanía responsable, para el éxito económico, para mantener una reserva de científicos, ni para usar máquinas, ¿hay algo que pueda decirse a su favor? Sí lo hay, y puede rastreárselo hasta las ideas propugnadas por científicos del siglo XIX, como el biólogo Thomas Huxley y el matemático Jules Henry Poincaré. 
Los estudiantes tendrán la mayor ganancia, dijeron Huxley y Poincaré, si estudian ciencia principalmente por los valores estéticos e intelectuales que ofrece. “El científico no estudia a la naturaleza porque sea útil”, escribió Poincaré en El valor de la ciencia, publicado en 1907. “La estudia porque le deleita, y se deleita en ella porque es bella.” Aunque la idea de Poincaré no fue muy ampliamente aceptada cuando la propuso por primera vez, tal vez hoy su momento ha finalmente llegado. 

Durante sus primeros encuentros con la ciencia al observar fuego, luz, magnetismo, cambios químicos, animalitos, los estudiantes casi siempre se muestran fascinados y curiosos. Luego, conforme pasa el tiempo, y conforme los cursos de ciencia van poniendo cada vez más énfasis en la memorización, los datos y el estudio de temas en los que el estudiante no tiene ningún interés personal, la magia se agota y es reemplazada por el aburrimiento o, peor, el rechazo abierto. Puede hallarse evidencia de esta alienación inevitable en cada aula de ciencias de bachillerato. 

Quizá aquí hay una lección. Si el sueño de la ilustración científica yace ahora en pedazos es porque era un sueño imposible desde un principio. Reconocer esto podría permitirnos fijar una meta que parece menos ambiciosa pero que, a la larga, es más prometedora. ¿No es más deseable nutrir la apreciación de la ciencia y por tanto mantener abierta para algunos individuos la posibilidad de la ilustración completa que forzar el aprendizaje de hechos y fórmulas y por tanto inculcar un rechazo hacia la ciencia que probablemente garantice la ignorancia de por vida?

Morris Shamos. 
Revista The sciences, de la Academia de Ciencias de Nueva York (vol. 28, no. 4, págs. 14-20, julio-agosto de 1988). Traducción de Martín Bonfil Olivera.

Morris Shamos (1917-2002) fue profesor emérito de física en la Universidad de Nueva York y presidente de la Asociación Nacional de Profesores de Ciencia y de la Academia de Ciencias de Nueva York. Escribió, junto con Mary Budd Rowe, el libro The Myth of Scientific Literacy (El mito de la alfabetización científica), publicado por Rutgers University Press en 1995.

viernes, 25 de enero de 2013

Dogmas académicos en las ciencias.



Casi todos los académicos, científicos y "Especialistas" son víctimas, en las "Ciencias" de las que son expertos, de su lema "Lo que yo no se, no existe".

Es interesante reflexionar sobre qué significa ser "Especialista", término al que nos referimos como a "alguien que sabe casi todo de casi nada y casi nada de casi todo". Y entre puros especialistas, no quieren saber nada los unos de los otros, cuidando con tanto celo sus parcelas, que muy a menudo investigan lo mismo que otros colegas en el mismo instante y en la habitación contigua.

Todo está relacionado con todo y por tanto, una visión generalista de distintas "Ciencias", condiciona una apertura de creatividad que permitirá un avance, nada desdeñable, en la investigación y en la evolución humanas. Así, podemos relacionar la física con la astronomía; ésta con las matemáticas; ésta con la aeronáutica; ésta con la ingeniería de materiales; ésta con la química; ésta con la nutrición; ésta con la medicina.... y todas ellas entre sí, porque siempre habrá algún tipo de vínculo e interconexión.

En las universidades, los catedráticos enseñan sus "verdades" bajo los paradigmas, dogmas científicos e incluso mitos folklóricos que a ellos les enseñaron, perpetuando de este modo, generación tras generación, la misma fórmula. Podemos decir por tanto, que el sistema de educación es un sistema de adoctrinamiento, una temprana forma de control mental, que moldea nuestra conciencia como si se tratara de un animal o un autómata.

Los alumnos son obligados a memorizar para luego repetir. Se nos enseña a NO pensar y a memorizar fórmulas desconectadas entre si, sin saber cómo llegar a ellas. No se promueve la sinergia entre especialidades, ni la combinación e interconexión de ideas. El lema que siempre se ha usado para controlar a las grandes masas de población es "divide y reinarás". Nos hacen adquirir el conocimiento de una forma compartimentada, llegando el nivel de la especialización a los límites más absurdos. Si alguien de una especialidad distinta se permite aportar una opinión, se le desacredita por no poseer de un título, de un documento que justifique que ha sido adoctrinado en esa especialidad. Así, un médico, al recibir una opinión médica de alguien ajeno a la medicina, lo subestimará y sonreirá para sus adentros sin prestarle atención, al igual que ocurrirá con psicólogos, ingenieros, arquitectos o cualquier otro facultativo. De esta forma de proceder, trata un film llamado "el aceite de la vida", basado en un caso real, donde el hijo de un matrimonio es víctima de una enfermedad degenerativa incurable, la cual, por los pocos casos que se dan, no interesa investigar. La pareja se obsesiona hasta tal punto que abandonan sus respectivos trabajos y careciendo de conocimientos en medicina, investigan día y noche hasta hallar un aceite que logra detener la enfermedad.

Cuando estudiamos, es tanta la materia absurda que nos hacen deglutir, que no dejan tiempo material para poderse cuestionar si es o no verdadero y razonable todo lo que nos fuerzan a memorizar. Especialmente en los estudios universitarios, se hace patente que se instruye en mucha información completamente inútil, actuando de relleno, omitiendo inculcar nobles valores humanos, éticos, morales, espirituales y de autoestima con los que convertirse en personas humanas con conciencia. Por tanto, se fundan de este modo unos cimientos, que tanto si son correctos como falaces, acabarán formando parte del bagaje del licenciado y sobre estos conocimientos incuestionados es sobre los que se erigirá el progreso y el futuro de la nueva ciencia. También sobre esa base se perpetuará el crimen, ya que será la cantera de los nuevos profesores. El sistema, una vez aceitado, se auto perpetúa inexorablemente sin mayor revisión. Los maestros pasan por el sistema de adoctrinamiento para ser programados, entrando luego a escuelas y universidades para adoctrinar a la siguiente generación, programando a los estudiantes en un ciclo sin fin. Si un profesor trata de cambiar esta realidad, inmediatamente pierde su trabajo.

Tal vez, uno de los casos más flagrantes de terrorismo académico son los laboratorios farmacéuticos, los cuales aportan a la sociedad, tanto la mercancía comercializada como sus ensayos, estudios y prospectos, sin apenas ser cuestionado por ninguna entidad independiente y en muchos casos con la ayuda gubernamental a través de sus grupos de presión y de su gente infiltrada en los estamentos públicos. Como reza la frase "él se lo guisa, él se lo come". Y lo que adoctrinan los grandes laboratorios es lo que engrosa esa fuente, esos cimientos de lo que se enseñará a nuestros jóvenes farmacéuticos y médicos, los cuales gozan de indudable crédito y respeto por sus "conocimientos" ante la sociedad, olvidándonos incluso de que son especialistas en las enfermedades y no en la salud, algo que algunos profesionales concienciados ya empiezan a cambiar.

Si además pensamos en el tiempo libre del que dispone la población para dedicarlo a pensar, cuestionar dogmas e investigar por si mismos su veracidad, nos daremos cuenta de que es inexistente, ya que el ser humano, vive relativamente poco.

Pensemos en la edad en la que un joven médico termina su licenciatura y se incorpora a la sociedad laboral. Pongamos los casi 30 años, que es cuando empieza realmente a aplicar sus conocimientos. A los 35 años tiene un bagaje suficiente como para adentrarse en terrenos nuevos y desconocidos para sus conocimientos. Pero no hay que olvidar que a esa edad, puede empezar a presionar el reloj biológico, si es que no lo hizo antes y decide tener hijos para evitar que "se le pase el arroz". La educación y cuidado de los niños supone tiempo. A eso sumémosle que la familia y los amigos también exigen de tiempo (más si se trata de un grupo cerrado, bien cohesionado y muy intercomunicado), que se traduce en los fines de semana y algunas tarde/noches. Si la jornada laboral se dedica a tareas orientadas completamente al rendimiento monetario o dicho de otro modo, a la supervivencia económico-familiar, ¿cuando tiempo le queda para investigar, aprender y educarse en materias que no le impliquen un beneficio económico directo?. Por si esto fuera poco, los medios de comunicación intentan ocupar nuestro mínimo tiempo de ocio con fútbol a todas horas, telenovelas, concursos, debates enfocados a enfrentamientos sobre banalidades y con noticias desinformativas, alejadas de la realidad y repetitivas. Recuerdo una noticia en la que, en tono de alarma, se decía que a, consecuencia de la deriva de las placas continentales, el continente americano se partiría en dos y eso podría ocurrir en, solamente, 50.000 años. La pregunta sería ¿A alguien le importa realmente esa noticia de tono alarmista? y ¿alguien espera vivir una cincuenta millonésima parte de esos años?. La noticia se siguió extendiendo durante días, al igual que hizo en su momento aquella que decía que de aquí a siete mil millones de años el sol engulliría a la Tierra y por tanto, debíamos estudiar modos de poder migrar a otros planetas. Terrible!!!

Todos somos conscientes de que el tiempo de exposición a la basura en medios de comunicación aumenta exponencialmente y a pesar de ello, seguimos consumiéndola. También la gente toma conciencia y se llena la boca conversando acerca del decreciente nivel de estudios, enseñándose cada vez más tarde lo que se considera básico e importante y que la especialización cada vez nos hace menos capaces de opinión y más autómatas dentro de la cadena de montaje de la sociedad.

A los 50 años empieza a disminuir drásticamente la capacidad de imaginación y creatividad, así como la energía para luchar contra el credo común, energía que además han mitigado mediante la introducción de Flúor en el agua que bebemos, aditivos a las plantas y animales que comemos, medicamentos y drogas varias a los que nos hacen adictos y vacunas que nos obligan y coaccionan a administrar desde niños. La suma de todos estos factores, que no son pocos, ocasionan que terminemos aceptando de forma sumisa que lo recibido en nuestra educación es la realidad y por tanto, lo que habrá que transmitir a la próxima generación.

Un ejemplo aún más aplastante de dogma académico es la cátedra de Egiptología. ¿Quiénes fundaron los primeros estudios y aportaron esos conocimientos iniciales sobre los que se basa esa "Ciencia" histórica?. Exploradores, a menudo sin conocimientos de historia, pertenecientes a familias ricas que, huyendo de las vicisitudes de su estatus, decidieron aventurarse en la búsqueda de tesoros. Casos como el del coronel británico Richard W. Howard Vyse, quien tras años de elevado gasto de la fortuna familiar en excavaciones infructuosas sin obtener beneficio alguno, tenía que satisfacer su ego y demostrar que su decisión aventurera contribuía finalmente a engrosar de algún modo el status y fortuna familiar, ya fuera en forma de fama, dinero o cualquier otra ganancia cuantificable. Carente de todo escrúpulo, se abrió camino con dinamita en la pirámide de Micerinos y en la de Keops, grabando luego falsas inscripciones jeroglíficas dentro de la gran pirámide, alegando de este modo que había descubierto la tumba del famoso faraón Koffu o Keops. Muchos años después se descubrió el engaño gracias a un mejor conocimiento de la escritura egipcia, al percatarse de las graves faltas ortográficas cometidas con glifos que el explorador tomó prestados del templo del faraón Koffu, cercano a la pirámide y de época mucho más tardía. Estos personajes fueron los que, haciendo acopio de su audaz imaginación, crearon mitos como el de que los egipcios creían en el ascenso del alma del faraón desde la pirámide hasta el ojo de Ra, que los esperaba en el cielo. Y así, toda la liturgia creada en relación a los enterramientos más famosos de la historia.

La fórmula aplicable al sistema educativo es: "Dogmas científicos + Corrupción = Terrorismo Académico y Científico"

Lejos de calificar toda esta tesis como una teoría más de la Conspiración, palabra que causa espanto, indignación, escandalosa huída como si de blasfemia se tratara y una risotada que nos han enseñado a interpretar delante de cualquier interlocutor para que no se nos tome por locos al mostrar que podemos llegar a cuestionarnos esa realidad, lo que solemos preguntarnos es el "motivo" que lleva a imponer este cúmulo de técnicas de desinformación, de elusión y de substitución de la realidad por una impostura en la que nos obligan a vivir. Amansar y estupidecer a la población es sin lugar a dudas la mejor fórmula para que continúe y se amplíe el control del establishment y mantenimiento del poder que se impone cada vez más en una sociedad de globalización creciente. Todos vemos como aumenta el número de pobres y disminuye a su vez el número de ricos aunque, sorprendentemente, los muy ricos cada vez amasan mayores fortunas a pesar de la crisis. Una gran pirámide donde los centros de poder, lejos de estar más compartidos como nos quieren hacer creer, están cada vez más focalizados y fortificados, tirando de los hilos cada vez menos personas en la cúspide de la pirámide de control mundial.

Destapar tanto engaño no resulta fácil, ya que es condición que se perpetúa durante miles de años. Se conocía perfectamente la redondez de la tierra cuando se decidió adoctrinar sobre la idea de que la tierra era plana. Cuando abandonaron esa doctrina fue como consecuencia de no poder continuar por más tiempo con ella, por ser demasiado evidente el engaño en determinado momento de la evolución humana.

Hoy en día, arrastramos adoctrinamientos tan o más falsos que la teoría de que la tierra es plana, pero algo repetido y reiterado hasta la saciedad, enseñado desde los primeros estadios de la tierna y dúctil infancia y sin alternativas que lleguen fácilmente a oídos de todos los públicos, perpetúa el seguir viviendo en la oscuridad.

El consejo más razonable que puede darse es que toda ciencia o especialidad debe utilizarse como un referente y jamás como un dogma irrefutable.

Solo la ambición y el entusiasmo por llegar al conocimiento de la verdad, tomándose la molestia de escuchar todos los argumentos y puntos de vista, por ambiguos, descabellados y extremistas que en determinado momento pudieran parecer, nos permitirá valorar y sopesar todo en su justa medida, discriminando mejor lo real de lo falaz. Tomemos en consideración todas las explicaciones y demostremos que la inteligencia sigue latente en el ser humano.