domingo, 30 de diciembre de 2012

Noche vieja en el mundo





España. Como bien sabéis, aquí es tradición tomar doce uvas coincidiendo con las doce campanadas que despiden cada año. Si además se lleva ropa interior de color rojo y se brinda con cava y algo de oro en la copa, mucho mejor.


Japón. Las campanas de los templos japoneses tañen 108 veces para conmemorar la llegada del nuevo año. Se trata de una tradición cuyo objetivo es liberar del mal el período que empieza: cada campanada hace referencia a un deseo terrenal que hay que mantener alejado.




Italia. Se despide el año comiendo muchas lentejas, cuantas más se coman mejor será el año. Ellos fueron los primeros en proponer que las mujeres deben llevar lencería roja.



Dinamarca. Los daneses, muestran el aprecio por sus amigos lanzando ante sus casas los platos viejos que han ido acumulando durante el año. El número de buenos amigos que uno tenga será proporcional al montón de platos rotos que encuentre en su puerta.


Colombia. Hay que recibir la medianoche de pie y dar un portazo cuando suenan las doce para alejar de la casa a los malos espíritus.


México. Los mexicanos aseguran que pasearse esa noche con una maleta favorecerá los viajes en los meses siguientes.



En Rusia y en Polonia. Para los niños rusos y polacos, el Año Nuevo viene a ser como la Navidad para la mayoría de los niños europeos. Y es que ese día pasa por sus casas el Abuelo del Hielo, una especie de Papá Noel.



Alemania. Aquí nació el primer árbol adornado en 1605, al Reino Unido solo llegó en 1829. En la noche de fin de año es costumbre dejar algo de comida en el plato para asegurarse prosperidad en el año nuevo.



Argentina. La tradición manda despedir el año con fuego, por lo que se construyen muñecos de madera, tela y papel para luego quemarlos, como un rito purificador, una forma de deshacerse de todo lo malo que trajo el año que acaba.








Australia. A los australianos, les gusta recibir el año con ruido. Cuando el reloj marca la medianoche, por doquier empiezan a oírse silbidos, bocinas de coche, palmadas y campanadas.



Brasil. Se despide el año, si se puede, en las playas, vestidos de blanco, saltando sobre siete olas y depositando barquitos con velas en el mar.

viernes, 28 de diciembre de 2012

La luz II. El color en la naturaleza.


Como todo el mundo sabe, para observar un objeto necesitamos luz. Con luz podemos, en principio, observar y describir cualquier objeto, (excepto si éste es totalmente transparente, o si es negro y se encuentra sobre un fondo negro). Podemos ver los objetos porque la luz se refleja en ellos y llega hasta nuestros ojos. Sabemos que un espejo refleja la luz, ya que podemos ver nuestra cara reflejada en él, pero ¿un trozo de madera, una piedra o un trozo de acero también reflejan la luz?, ¿por qué objetos tan distintos reflejan la luz?, ¿por qué unos son transparentes y otros no? 


Todos los objetos están compuestos por átomos. Los átomos a su vez se componen de un núcleo central, formado por protones (carga positiva) y neutrones (sin carga), y de una "nube" de electrones (carga negativa) que "giran" a su alrededor.




Son precisamente estos electrones los que hacen posible que veamos a los objetos. Si observamos la configuración de todos los átomos, los electrones se distribuyen alrededor del núcleo formando capas, como los de una cebolla. 




Las capas más cercanas al núcleo tienen mayor energía, ya que el núcleo con su carga positiva los atrae con mayor fuerza, mientras que los electrones de las capas más exteriores poseen menor energía, al estar más lejos de él.



Las energías en los átomos se miden en <eV> o electrón-voltio. Un eV es la energía que adquiere un electrón cuando se le aplica una diferencia de potencial de un voltio. Los electrones de las capas interiores (en átomos con muchos electrones) pueden tener energías del orden de varios miles de electrón-voltios mientras que los electrones exteriores, que son los que intervienen en el proceso de la visión, tienen una energía típica del orden de sólo unos pocos. La luz visible abarca energías entre 1,9 eV (luz roja) y 3,1 eV (luz violeta) aproximadamente. 


Lo que sucede realmente en el proceso de la visión es lo siguiente: un fotón de luz que incide sobre el objeto choca contra un electrón de las capas exteriores de los átomos exteriores del objeto, entonces el electrón absorbe el fotón y "salta" a un nivel con una energía mayor a la que tenía. En la mayoría de los casos el nuevo nivel no es estable, por lo que inmediatamente el electrón regresa a su nivel original devolviendo la energía absorbida y emitiendo un NUEVO fotón, este nuevo fotón emitido por el electrón posee una energía que es igual a la diferencia entre la energías de los niveles (o capas) del electrón antes y después de la emisión. Por lo tanto, la energía del fotón emitido depende de la diferencia de energía entre los distintos niveles de energía permitidos.


La incidencia de un fotón, eleva un electrón en el átomo de un estado energético E1 a un estado energético superior E2, lo cual implica la destrucción del fotón al ser absorbido:


y un cierto tiempo después, en virtud de que el estado excitado del átomo es un estado inestable, el electrón vuelve a caer al nivel energético inferior emitiéndose un fotón en el proceso, el cual podrá salir disparado en otra dirección totalmente diferente: 



Cada sustancia posee una cantidad de electrones, protones y neutrones característica, esto produce que tenga una distribución de niveles energéticos particular. En las capas exteriores del átomo, los niveles están muy próximos entre sí, con diferencias de energía del orden de un eV, precisamente el orden de energía del espectro visible capaz de ser captada por el ojo humano, (en realidad es el ojo el que a lo largo de la evolución se ha ido adaptando para captar estas frecuencias y poder ver los objetos).





Son los fotones que los electrones emiten en sentido contrario (como si fuera una reflexión), los que permiten que veamos los objetos. 

La probabilidad de que el fotón sea emitido hacia fuera (reflexión) o hacia dentro, depende de la distribución atómica del material. En los objetos transparentes la probabilidad de reflexión es menor que en los objetos opacos, (en los objetos opacos la probabilidad de que el fotón emitido viaje hacia adentro siendo absorbido y reemitido por los electrones de los átomos interiores en la misma dirección es casi nula. En su lugar, el fotón se "difunde" por el material en todas direcciones calentando el material). 

Este fenómeno de absorción y emisión de un fotón por un electrón, es uno de los fenómenos más importantes de la física y explica innumerables fenómenos de todo tipo. Por ejemplo, en la dispersión atmosférica, la luz del sol choca con los electrones de los átomos que componen el aire de nuestra atmósfera, estos son absorbidos y reemitidos en todas direcciones produciendo la dispersión de la luz. Para un observador en el suelo, la luz parece venir de todas direcciones, y por eso ve el cielo iluminado. 
En la Luna por ejemplo, al no haber atmósfera, no se produce la dispersión de la luz, por lo que el cielo lunar es negro (por eso en todas las fotos de la Luna parece que siempre es de noche). 




La energía de un fotón viene dada por la fórmula [E = h.f] donde "h" es la constante de Planck y "f" la frecuencia del fotón. Así, a mayor frecuencia o, equivalentemente, a menor longitud de onda, más energía tiene el fotón y viceversa. El sol, o una bombilla corriente, emiten luz que contiene una mezcla de todas las frecuencias. 





Los objetos, en función de su configuración atómica absorben y reflejan luz de determinada frecuencia. 
Los objetos verdes absorben la luz de todos los colores (o frecuencias) excepto la verde que la refleja. Los objetos blancos reflejan la luz de todas las frecuencias del espectro visible y los negros absorben todas las frecuencias.
De izquierda a derecha soluciones de: Co(NO3)2 (rojo); K2Cr2O7 (naranja); K2CrO4 (amarillo); NiCl2 (turquesa);CuSO4(azul); KMnO4 (violeta). 


La luz, de determinada frecuencia, emitida por los electrones exteriores de los átomos exteriores de los objetos que nos rodean, llega a la retina, donde existen unas células especiales con capacidad foto receptora llamadas conos, estos envían la información de las frecuencias que perciben al cerebro, mediante impulsos eléctricos. Los conos pueden de ser de tres clases, según el pigmento que posean: pigmento rojo, pigmento verde y pigmento azul. Estos tres colores corresponden a las frecuencias: menor, intermedia y mayor respectivamente del espectro visible, es decir, la retina humana detecta solamente estos tres colores, y calcula o produce la información de todos los demás colores como mezcla de estos tres primarios, en función de la intensidad percibida en cada uno de los tres tipos de conos.



Espectro de absorción de la clorofila: como se ve en la imagen esta molécula absorbe los colores azul oscuro y rojo oscuro, y refleja todos los colores intermedios. 
Los conos de la retina detectan y mezclan estos colores lo que resulta en una media predominante del color verde, por eso vemos las hojas de los árboles de color verde.






El Sol cambia de color al atardecer cuando cae sobre el horizonte. En este horario la luz del Sol atraviesa una mayor cantidad de aire de la atmósfera (línea roja), por tanto la dispersión de la luz por los electrones del aire es mayor.
Las frecuencias mayores que tienen una mayor energía (violeta, azul) chocan más con los electrones de la atmósfera (sufren una mayor dispersión) y se dispersan en todas direcciones mientras que las menores que tienen una menor energía (rojo) experimentan menor dispersión y atraviesan con mayor facilidad las capas de aire llegando con más facilidad hasta nuestros ojos, por esto el sol se ve de color rojo al atardecer.


A lo largo de la evolución, aprovechar la información que nos proporciona la frecuencia de la luz que recibimos se volvió una ventaja evolutiva muy importante. Para que los animales sobrevivieran, siempre fue de crucial importancia la capacidad de distinguir en medio de un bosque verde la presencia de un depredador cuyo pelaje es de un color diferente, (por esto muchos animales desarrollaron también la habilidad de camuflarse en el entorno, adaptando su color al del sitio donde se encuentran), o la importancia de distinguir organismos venenosos (muchos de los cuales "avisan" de su condición con colores muy llamativos).




De todo esto se concluye algo sorprendente: la retina detecta distintas frecuencias de luz y el cerebro ASIGNA un SÍMBOLO GRÁFICO a cada intervalo de frecuencia para distinguir una frecuencia de la otra. Es decir, los colores propiamente dichos NO EXISTEN, lo que realmente existe es un intervalo de frecuencias de luz emitido por los objetos en función de una determinada estructura atómica. Los colores son solo una ILUSIÓN creada por nuestro cerebro. El hecho de que un mismo objeto pueda emitir colores diferentes según su temperatura (si calentamos un objeto este cambia de color, pasando de rojo a amarillo y luego a azul al aumentar su temperatura), estado de movimiento (objetos que se mueven a grandes velocidades respecto a un observador en reposo cambian de color, se ven rojos si se alejan rápidamente y azules si se acercan) o posición relativa del objeto con respecto al observador (ver figura abajo) demuestra claramente que los colores no son una propiedad fundamental de los objetos, al menos en el mismo sentido que lo son, por ejemplo, el tamaño o la forma. Lo que sí es una propiedad fundamental de los objetos, es el espectro de absorción o de emisión, ya que está determinado por la estructura atómica de sus átomos exteriores.

Para concluir, y para no degradar completamente a los bellos colores de su status, podemos afirmar lo siguiente: los colores no tienen una existencia ONTOLÓGICA aunque probablemente si epistemológica.


LUZ: NATURALEZA Y PROPIEDADES:


miércoles, 26 de diciembre de 2012

Navidad





Navidad

Cuando compramos los regalos de Navidad, decoramos el árbol o nos reunimos con la familia alrededor de la cena navideña, raramente nos detenemos a pensar cómo se fueron formando esas tradiciones milenarias, algunas de ellas mucho más antiguas que el propio cristianismo.

La conmemoración del nacimiento de Jesús, la fiesta más universal de Occidente, se celebró por primera vez el 25 de diciembre de 336 en Roma, pero hasta el siglo V, la Iglesia de Oriente siguió conmemorando el nacimiento y el bautismo del niño Dios de los cristianos el 6 de enero. El nombre de la fiesta Navidad, proviene del latín nativitas, nativitatis 'nacimiento', 'generación'.

En siglos posteriores, las diócesis orientales fueron adoptando el 25 de diciembre y fueron dejando el 6 de enero para recordar el bautismo de Cristo, con excepción de la Iglesia armenia, que hasta hoy conmemora la Navidad en esa fecha de enero.

No se conoce con certeza la razón por la cual se eligió el 25 de diciembre para celebrar la fiesta navideña, pero los estudiosos consideran probable que los cristianos de aquella época se hubieran propuesto reemplazar con la Navidad la fiesta pagana conocida como natalis solis invicti (festival del nacimiento del sol invicto), que correspondía al solsticio de invierno en el hemisferio norte, a partir del cual empieza a aumentar la duración de los días y el sol sube cada día más alto por encima del horizonte.

Una vez que la Iglesia oriental instituyó el 25 de diciembre para la Navidad, el bautismo de Jesús empezó a festejarse en Oriente el 6 de enero, pero en Roma esa fecha fue escogida para celebrar la llegada a Belén de los Reyes Magos, con sus regalos de oro, incienso y mirra.

A lo largo de los siglos, las costumbres tradicionales vinculadas a la Navidad se desarrollaron a partir de múltiples fuentes. En esas tradiciones, tuvo considerable influencia el hecho de que la celebración coincidiera con las fechas de antiquísimos ritos paganos de origen agrícola que tenían lugar al comienzo del invierno.

Así, la Navidad acogió elementos de la tradición latina de la Saturnalia, una fiesta de regocijo e intercambio de regalos, que los romanos celebraban el 17 de diciembre en homenaje a Saturno.

Y no hay que olvidar que el 25 de diciembre era también la fiesta del dios persa de la luz, Mitra, respetado por Diocleciano, y que había inspirado a griegos y romanos a adorar a Febo y a Apolo.

En el Año Nuevo, los romanos decoraban sus casas con luces y hojas de vegetales, y daban regalos a los niños y a los pobres en un clima que hoy llamaríamos 'navideño' y, a pesar de que el año romano comenzaba en marzo, estas costumbres también fueron incorporadas a la festividad cristiana

Por otra parte, con la llegada de los invasores teutónicos a la Galia, a Inglaterra y a Europa Central, ritos germánicos se mezclaron con las costumbres celtas y fueron adoptados en parte por los cristianos, con lo que la Navidad se tornó desde muy temprano una fiesta de comida y bebida abundante, con fuegos, luces y árboles decorados.

La Navidad que celebramos hoy es, pues, el producto de un milenario crisol en el que antiguas tradiciones griegas y romanas se conjugaron con rituales célticos, germánicos y con liturgias ignotas de misteriosas religiones orientales.


Fuente: Ricardo Soca.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Inicio del invierno de 2012



El inicio de las estaciones viene dado, por convenio, por aquellos instantes en que la Tierra se encuentra en unas determinadas posiciones en su órbita alrededor del Sol. En el caso del invierno, esta posición se da en el punto de la eclíptica, en el que el Sol alcanza su posición más austral. El día que esto sucede, el Sol alcanza su máxima declinación Sur (-23º 27') y durante varios días su altura máxima al mediodía no cambia, por eso, a esta circunstancia se la llama también solsticio (Sol quieto) de invierno. Y justo en el mismo instante, en el hemisferio sur, se inicia el verano.

El inicio del invierno puede darse, a lo sumo, en cuatro fechas distintas del calendario (del 20 al 23 de diciembre). A lo largo del siglo XXI el invierno se iniciará en los días 20 a 22 de diciembre (fecha oficial española), siendo su inicio más tempranero el del año 2096 y el inicio más tardío el de 2003. Las variaciones de un año a otro son debidas al modo en que encaja la secuencia de años según el calendario (unos bisiestos, otros no) con la duración de cada órbita de la Tierra al rededor del Sol (duración conocida como año trópico). 

El invierno de 2012-2013 comenzará el viernes 21 de diciembre a las 12h:12m, hora oficial peninsular, según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional (Instituto Geográfico Nacional - Ministerio de Fomento). Esta estación, la más corta del año desde hace algunos siglos, durará 88 días y 23 horas, y terminará el 20 de marzo de 2013 con el comienzo de la primavera. 

Si llamamos, coloquialmente, duración del día, al tiempo que transcurre entre la salida y la puesta del Sol en un lugar dado, el próximo día 21 de diciembre va a ser el día de menor duración. Como ejemplo, en Madrid esta duración será de 9 horas y 17 minutos, a comparar con las 15 horas y 3 minutos que duró el día más largo (que este año fue el 21 de junio). Obsérvese que hay casi seis horas de diferencia entre el día más corto y el más largo. Esta diferencia depende mucho de la latitud del lugar, siendo nula en el ecuador y siendo extrema (24 horas) entre los círculos polares y los polos. Precisamente es en la Antártida donde algunos días al año alrededor del 21 de diciembre se da el fenómeno del sol de medianoche, en que el Sol es visible por encima del horizonte durante las 24 horas del día. 

Por estas fechas se da también el máximo acercamiento anual (perihelio) entre la Tierra y el Sol. En esta ocasión, el máximo acercamiento se dará el próximo día 2 de enero de 2013, siendo la distancia de algo más de 147 millones de km, unos 5 millones de km menos que en el momento de afelio o de mayor distancia (5 de julio de 2013).

jueves, 20 de diciembre de 2012

El fascinante número aúreo.







El número áureo es la relación o proporción que guardan entre sí dos segmentos de rectas. Fue descubierto en la antigüedad, y puede encontrarse no solo en figuras geométricas, sino también en la naturaleza. A menudo se le atribuye un carácter estético especial a los objetos que contienen este número, y es posible encontrar esta relación en diversas obras de la arquitectura u el arte. Por ejemplo, el Hombre de Vitruvio, dibujado porLeonardo Da Vinci y considerado un ideal de belleza, está proporcionado según el número áureo. ¿Cuál es el origen y la importancia de este valor matemático?
Hay números que han intrigado a la humanidad desde hace siglos. Valores como PI -la razón matemática entre la longitud de una circunferencia y su diámetro- o e -la base de los logaritmos naturales-, suelen aparecer como resultado de las más dispares ecuaciones o en las proporciones de diferentes objetos naturales. El número áureo -a menudo llamado número dorado, razón áurea, razón dorada, media áurea, proporción áurea o divina proporción- también posee muchas propiedades interesantes y aparece, escondido y enigmático, en los sitios más dispares.




El número de Oro es el siguiente:



El primero en hacer un estudio formal sobre el número áureo fue Euclides, unos tres siglos antes de Cristo, en su obra Los Elementos. Euclides definió su valor diciendo que "una línea recta está dividida en el extremo y su proporcional cuando la línea entera es al segmento mayor como el mayor es al menor." En otras palabras, dos números positivos a y b están en razón áurea si y sólo si (a+b) / a = a / b. El valor de esta relación es un número que, como también demostró Euclides, no puede ser descrito como la razón de dos números enteros (es decir, es irracional y posee infinitos decimales) cuyo su valor aproximado es 1,6180339887498...

Casi 2000 años más tarde, en 1525, Alberto Durero publicó su “Instrucción sobre la medida con regla y compás de figuras planas y sólidas”, en la que describe cómo trazar con regla y compás la espiral basada en la sección áurea, la misma que hoy conocemos como “espiral de Durero”. Unas décadas después, el astrónomo Johannes Kepler desarrolló su modelo del Sistema Solar, explicado en Mysterium Cosmographicum (El Misterio Cósmico). Para tener una idea de la importancia que tenía este número para Kepler, basta con citar un pasaje de esa obra: “La geometría tiene dos grandes tesoros: uno es el teorema de Pitágoras; el otro, la división de una línea entre el extremo y su proporcional. El primero lo podemos comparar a una medida de oro; el segundo lo debemos denominar una joya preciosa”. Es posible que el primero en utilizar el adjetivo áureo, dorado, o de oro, para referirse a este número haya sido el matemático alemán Martin Ohm (hermano del físico Georg Simon Ohm), en 1835. En efecto, en la segunda edición de 1835 de su libro “Die Reine Elementar Matematik” (Las Matemáticas Puras Elementales), Ohm escribe en una nota al pie: “Uno también acostumbra llamar a esta división de una línea arbitraria en dos partes como éstas la sección dorada." El hecho de que no se incluyera esta anotación en su primera edición es un indicio firme de que el término pudo ganar popularidad aproximadamente en el año 1830.

El número áureo también está “emparentado” con la serie de Fibonacci. Si llamamos Fn al enésimo número de Fibonacci y Fn+1 al siguiente, podemos ver que a medida que n se hace más grande, la razón entre Fn+1 y Fn oscila, siendo alternativamente menor y mayor que la razón áurea.
El italiano Fibonacci nos descubre a través de su serie el número áureo:



Si dividimos uno de los términos de la serie entre el inmediato anterior podemos obtener resultado muy aproximados del número de oro.



Esto lo relaciona de una forma muy especial con la naturaleza, ya que como hemos visto antes, la serie de Fibonacci aparece continuamente en la estructura de los seres vivos. El número áureo, por ejemplo, relaciona la cantidad de abejas macho y abejas hembras que hay en una colmena, o la disposición de los pétalos de las flores. De hecho, el papel que juega el número áureo en la botánica es tan grande que se lo conoce como “Ley de Ludwig”. Quizás uno de los ejemplos más conocidos sea la relación que existe en la distancia entre las espiras del interior espiralado de los caracoles como el nautilus. En realidad, casi todas las espirales que aparecen en la naturaleza, como en el caso del girasol o las piñas de los pinos poseen esta relación áurea, ya que su número generalmente es un término de la sucesión de Fibonacci.

Este número también aparece con mucha frecuencia en el arte y la arquitectura. Por algún motivo, las figuras que están “proporcionadas” según el número áureo nos resultan más agradables. Aunque recientes investigaciones revelan que no hay ninguna prueba que conecte esta proporción con la estética griega, lo cierto es que a lo largo de la historia se ha utilizado para “embellecer” muchas obras. Por ejemplo, el uso de la sección áurea puede encontrarse en las principales obras de Leonardo Da Vinci. Es bien conocido el interés de Leonardo por la las matemáticas del arte y de la naturaleza, y esta proporción no le era indiferente. De hecho, en su estudio de la figura humana, plasmado en el Hombre de Vitruvio, puede verse cómo todas las partes del cuerpo humano guardan relación con la sección áurea. Algunos expertos creen que la gran pintura inacabada de Leonardo, San Jerónimo, que muestra a este santo con un león a sus pies, fue pintada ex profeso de forma que un rectángulo con estas proporciones encajase perfectamente alrededor de la figura central. También el rostro de la Mona Lisa encierra un “rectángulo dorado” perfecto. Obviamente, Leonardo no fue el único en utilizar esta proporción en su obra. Miguel Ángel, por ejemplo, hizo uso del número áureo en la impresionante escultura El David, desde la posición del ombligo con respecto a la altura, hasta la colocación de las articulaciones de los dedos.
La arquitectura no es ajena a este valor matemático. La relación entre las partes, el techo y las columnas del Partenón de Atenas, por ejemplo, también se relacionan mediante el número áureo. Muchos productos de consumo masivo se diseñan siguiendo esta relación, ya que resultan más agradables o cómodos. Las tarjetas de crédito o las cajas de cigarrillos poseen dimensiones que mantienen esta proporción. El número áureo puede encontrarse por todas partes, y a menudo ni siquiera somos consientes de que está allí. Pero en general, cuando algo nos resulta atractivo, esconde entre sus partes esta relación. ¿No es asombroso?






miércoles, 19 de diciembre de 2012

Provocar

"Provocar", por influencia del inglés, se hace equivaler a veces a "causar": "le provocó una herida", en lugar de "le causó una herida". "Provocar" implica una acción que acarrea o incita a otra acción. Causar supone simplemente una acción, que alguien o algo recibe de manera pasiva. Se ve mejor la diferencia en los sustantivos: causa y provocación; la causa necesita sólo una acción; la provocación precisa una, pero pretende dos.




El término provocación se refiere, en general, al acto de provocar, ser provocativo o llamar la atención. Más concretamente, puede referirse a:
  • Provocación artística: transgresión en el arte de las convenciones imperantes.
  • Provocación, en Derecho: incitación al delito.
  • Provocación sexual: la difusión, venta y exhibición de material pornográfico a menores de edad o incapaces.
  • Provocación política.
  • Provocación religiosa.


D.R.A.E.

provocar. (Del lat. provocāre).
1. tr. Incitar, inducir a alguien a que ejecute algo.
2. tr. Irritar o estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje.
3. tr. Intentar excitar el deseo sexual en alguien. U. t. c. intr.
4. tr. Mover o incitar. Provocar a risa, a lástima.
5. tr. Hacer que una cosa produzca otra como reacción o respuesta a ella. La caída de la bolsa provocó cierto nerviosismo.
6. tr. coloq. Vomitar lo contenido en el estómago. U. m. c. intr.
7. tr. coloq. Col., El Salv. y Ven. Incitar el apetito, apetecer, gustar.
8. tr. p. us. Facilitar, ayudar.

causar. (Del lat. causāre).

1. tr. Dicho de una causa: Producir su efecto.
2. tr. Ser causa, razón y motivo de que suceda algo. U. t. c. prnl.
3. tr. Ser ocasión o darla para que algo suceda. U. t. c. prnl.



Fuente: Ricardo Soca.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Correcta utilización del prefijo -ex.

Para este prefijo se venía prescribiendo hasta ahora la escritura separada —con independencia de la naturaleza simple o compleja de su base— cuando, con el sentido de ‘que fue y ya no es’, se antepone a sustantivos que denotan ocupaciones, cargos, relaciones o parentescos alterables y otro tipo de situaciones circunstanciales de las personas.
Según la Real Acadeia Española, a partir de la última edición de la ortografía, ex- debe someterse a las normas generales que rigen para la escritura de todos los prefijos y, por tanto, se escribirá unido a la base si esta es univerbal (exjugador, exnovio, expresidente, etc.), aunque la palabra prefijada pueda llevar un complemento o adjetivo especificativo detrás: exjugador del Real Madrid, exnovio de mi hermana, expresidente brasileño, etc.; y se escribirá separado de la base si esta es pluriverbal: ex cabeza rapada, ex número uno, ex teniente de alcalde, ex primera dama, etc.

Los niños y las niñas, los/as niños/as, l@s niñ@as... aclaración de la RAE

Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.
  La mención explícita del femenino se justifica solo cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.
  El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones.

Mojigato.


 

mojigato

En algunas regiones de España, mojo es una interjección utilizada para llamar al gato, tan arraigada que muchos la usan para nombrar al felino, como si fuera un sinónimo.
Con el tiempo, esta doble denotación dio lugar a mojigato, que se usa para aludir a la persona que tiene dos caras, mostrando en su carácter dos rasgos opuestos del gato doméstico o que, al menos, se le suelen atribuir: por un lado, el animal es suave, modoso y temeroso, y por otro, taimado y traicionero, capaz de atacar cuando nadie lo espera.


Fuente: Ricardo Soca.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Toumaï y su hijo, el pequeño Orrorin, ¿tatarabuelos de Adán?...



                                      Los huesos del tatara-tatara-tatara-tatarabuelo Toumaï.


Sahelanthropus thadensis
Un cráneo hallado por el estudiante Ahounta Djimdoumalbaye en julio del 2001 en la región de Toros-Menalla, en el Chad, revolucionó el mundo de la paleontología. 
"Toumai" significa "esperanza de vida" en la lengua local, y en el Chad es el nombre que se le da a los niños que nacen en la estación seca. Pero lo importante es que tiene entre seis y siete millones de años y parece ser que se trata del último ancestro común entre el chimpancé y el género homo. 
Su caja craneal se parece mucho a la de un mono pero la cara es corta y los dientes, en especial los colmillos, son pequeños y se parecen mucho a los de un ser humano moderno. El arco supraorbital también es muy prominente.
Pudo ser el primer homínido o, por lo menos, uno de los primeros en empezar el camino que llevaría hasta el homo sapiens sapiens. Sus descendientes habrían dado origen al homo habilis o al homo rudolfensis. Según palabras del director del equipo, Michael Brunet, "aún cabe esperar nuevas sorpresas". El equipo de investigación franco-chadiana, es amplio y en él han participado David Pilbeam, Patrick Vignaud y algunos españoles, como Pablo Peláez y Nieves López.
Según Brunet, la nueva especie de homínido, si se tienen en cuenta las dimensiones del cráneo, "probablemente tuviera un tamaño similar al del chimpancé común, aunque no se parece a un chimpancé, ni a un gorila ni a los fósiles de homínidos más recientes". "Su gran antigüedad y sus caracteres anatómicos sugieren una estrecha relación con el último antecesor común entre los humanos y los chimpancés. Esto implica una separación entre monos y seres humanos probablemente más temprana que lo que indicaban la mayor parte de los estudios moleculares" y agrega "Toumai, el homínido más antiguo conocido, puede ser considerado el antecesor de todos los homínidos posteriores, es decir, el ancestro del linaje humano".

                                                                  El tatara-tatara-tatarabuelo Orrorin


Orrorin tugenensis es una especie de homínido fósil encontrado en las proximidades de la localidad de Tugen, en el área montañosa central de la actual Kenia, por lapaleoantropóloga francesa Brigitte Senut, el inglés Martin Pickford y colaboradores.
Como el descubrimiento se dio a conocer en 2001, en un principio se habló erróneamente de "Homo milenium", y aún se mantiene la denominación paralela "Milenium ancestor" para referirse al Orrorin tugenensis. Sin embargo, para la comunidad antropológica resultó patente desde un primer momento que esta especie no correspondía al género Homo, ni siquiera al conjunto de los australopitecinos. Las dataciones sitúan a Orrorin tugenensis entre 6,2 y 5,6 millones de años (Messiniense,Mioceno final).
La morfología de los Orrorin era notablemente similar a la de los actuales chimpancés, con una importante diferencia: la longitud y forma del húmero y del fémur, así como la disposición de la articulación con la pelvis, evidencian que estos homínidos estaban capacitados para la bipedestación.
Otra característica morfológica muy interesante es su dentadura: con caninos pequeños y molares bastante grandes, se deduce que estos primates tenían una dieta principalmente herbívora y frugívora, aunque es muy probable que fueran omnívoros y obtuvieran sus proteínas alimentándose también de insectos.
La talla estimada de los ejemplares hallados es de 1,4 m.
El género Orrorin es, posiblemente, uno de los eslabones que ha derivado en el ser humano actual (Homo sapiens), y se considera también posible que sea descendiente directo de Sahelanthropus tchadiensis y ancestro directo de Ardipithecus.

                                El árbol genealógico de nuestra familia: Sapiens.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

El cerebro humano y la realidad absoluta.


Conversaciones con Rodolfo Llinás


Por Ángela Sánchez
Fotografías de Leopoldo Ramírez


«El cerebro es una entidad muy diferente
de las del resto del universo.
Es una forma diferente de expresar todo.
La actividad cerebral es una metáfora para todo lo demás.
Somos básicamente máquinas de soñar
que construyen modelos virtuales del mundo real».
 
¿Por qué nos parece tan misteriosa la mente?

Supongo que la conciencia, el pensamiento y los sueños nos resultan tan extraños porque parecen ser impalpablemente internos. Ello podría deberse a que, desde un punto de vista evolutivo, nosotros los vertebrados podemos considerarnos crustáceos volteados hacia fuera.
Me explico: los crustáceos son exoesqueléticos, es decir, tienen un esqueleto externo. En cambio, nosotros somos endoesqueléticos, o sea, tenemos un esqueleto interno. Esto implica que, desde cuando nacemos, somos altamente conscientes de nuestros músculos, pues los vemos moverse y palpamos sus contracciones. Comprendemos de una manera muy íntima la relación entre la contracción muscular y el movimiento de las diversas partes del cuerpo. Desgraciadamente, nuestro conocimiento acerca del funcionamiento del cerebro no es directo. ¿Por qué? Porque en lo que a masa cerebral se refiere, ¡somos crustáceos! Nuestro cerebro y nuestra médula espinal están cubiertos por un exoesqueleto implacable: el cráneo y la columna vertebral.
A diferencia del resto del cuerpo, no vemos ni oímos nuestro cerebro, no lo sentimos palpitar, no se mueve y no duele si lo golpeamos, ya que está protegido por la portentosa estructura del cráneo. Si tuviéramos la masa cerebral por fuera del cráneo y pudiéramos ver o sentir el funcionamiento del cerebro, nos resultaría obvia la relación entre la función cerebral y la manera como vemos, sentimos o pensamos. De la misma manera que ahora nos resulta obvio lo que sabemos sobre el funcionamiento de músculos y tendones, cuyo movimiento disfrutamos tanto que organizamos competencias mundiales para comparar y medir masas musculares.
Pero no disponemos de una parafernalia análoga para medir directamente el funcionamiento del cerebro. Supongo que por eso algunas personas piensan que la mente, la conciencia o el «yo» están separados del cerebro. Y por eso en la neurociencia se dan conceptos muy diversos sobre la organización funcional del cerebro.
En cuanto a nuestros amigos los crustáceos, que no se dan el lujo de conocer en forma directa la relación entre la contracción muscular y el movimiento, el problema de cómo se mueven, en caso de que pudieran considerarlo, podría resultarles tan inexplicable como lo es para nosotros el pensamiento o la mente.



Por eso decían que el cerebro es una «caja negra» misteriosa, hasta cierto punto pasiva, con la que llegamos «en blanco» al nacer y que recibe estímulos del mundo externo, los interpreta y devuelve a través de los sentidos. ¿Qué opina usted?

Digo que el cerebro enfrenta al mundo externo, no como una máquina adormilada que se despierta sólo mediante estímulos sensoriales, sino por el contrario como un sistema cerrado, autorreferencial (parecido al corazón), en continua actividad, dispuesto a interiorizar e incorporar en su más profunda actividad imágenes del mundo externo, aunque siempre en el contexto de su propia existencia y de su propia actividad eléctrica intrínseca.
Para funcionar, el sistema no depende tanto de los sentidos como creíamos, como lo prueba el hecho de que podemos ver, oír, sentir o pensar cuando soñamos dormidos o cuando fantaseamos despiertos, en ausencia de estímulos sensoriales.
Tampoco creo que el sistema nervioso sea una tabla rasa en el momento del nacimiento. Años de evolución hacen que cada bebé nazca con un cerebro hasta cierto punto organizado, con un «a priori neurológico» que le permite ver, sentir u oír sin necesidad de aprender a hacerlo. Nacemos, por ejemplo, con la capacidad de aprender cualquier idioma. Serán la cultura y la educación las que determinen cuál. Pero la estructura básica nace con nosotros.
La historia evolutiva demostró que únicamente los animales capaces de moverse necesitan cerebro (por eso las plantas, quietas y arraigadas, aunque tan vivas como nosotros, no lo necesitan). Y que, en principio, la función principal de éste es la capacidad de predecir los resultados de sus movimientos con base en los sentidos. El movimiento inteligente se requiere para sobrevivir, procurarse alimento, refugio y evitar convertirse en el alimento de otros, pero como sería imposible sobrevivir si predijéramos con la cabeza y con la cola al mismo tiempo, se necesita centralizar la predicción en el cerebro. A esa centralización de la predicción la conocemos como el «sí mismo» de cada uno de nosotros.
 ¿Por qué dice que el color, el dolor o el sonido no existen afuera sino adentro?

Lo que hay afuera no es necesaria y únicamente lo que los seres humanos vemos. En realidad, afuera hay todo un caos lleno de cosas que nuestro cerebro no percibe porque no tiene necesidad de hacerlo para sobrevivir: ondas sonoras, electromagnéticas, átomos, partículas de aire, etc. Cada cerebro animal, incluido el humano, aprendió evolutivamente a discriminar de ese caos externo sólo aquello que requiere para sobrevivir. Por eso, los perros «ven» con el olfato, los murciélagos ciegos con el oído, los pajaritos ven muchos más colores que nosotros y no tenemos seguridad de que sean los mismos nuestros, etcétera.
Ejemplo: si un perro y una persona quieren buscar a alguien en un aeropuerto, le damos a la persona una foto del extraviado y al perro una media. Pero si lo hacemos al revés, la foto para el perro y la media para la persona, ¡seguramente nunca encontraremos al perdido! (risas).
Así, se establece un diálogo entre nuestro mundo interno y el mundo externo, por medio de los sentidos, que nos permite elaborar representaciones virtuales de los fragmentos del mundo real que necesitamos para sobrevivir. Pero no tenemos la visión íntegra de todo lo que hay allá afuera. Lo que pasa es que a través de unos quinientos o setecientos años de evolución, los humanos nos hemos puesto de acuerdo en una especie de «alucinación colectiva estándar» y vemos más o menos lo mismo. Eso es lo que nos permite ser una sociedad con referentes universales.


¿Por qué dice que el «yo» es un mito?

Los seres humanos no tenemos cerebro. Somos nuestro cerebro. Cuando le cortan la cabeza a alguien, no lo decapitan sino que lo decorporan. Porque es en este prodigioso órgano donde somos, donde se genera nuestra autoconciencia, el «yo» de cada uno. Por tanto, lo que llamamos «yo» no es separable del cerebro. Si dijéramos «el cerebro me engaña», la implicación sería que mi cerebro y yo somos dos cosas diferentes. Mi tesis central es que el «yo» es un estado funcional del cerebro y nada más, ni nada menos.
El «yo» no es diferente del cerebro. Ni tampoco la mente. Son unos de tantos productos de la actividad cerebral, a partir de la cual hemos llegado a la Luna y tenemos posibilidades ilimitadas de hacer realidad nuestros sueños. 


¿Cómo puede ser el «yo» un estado funcional del cerebro?

El núcleo de mi tesis radica en el concepto de oscilación neuronal, como la de las cuerdas de una guitarra o de un piano cuando las pulsamos. Las neuronas tienen una actividad oscilatoria y eléctrica intrínseca, es decir, connatural a ellas, y generan una especie de danzas o frecuencias oscilatorias que llamaremos «estado funcional».
Por ejemplo, los pensamientos, las emociones, la conciencia de sí mismos o el «yo» son estados funcionales del cerebro. Como cigarras que suenan al unísono, varios grupos de neuronas, incluso distantes unas de otras, oscilan o danzan simultáneamente, creando una especie de resonancia. La simultaneidad de la actividad neuronal (es decir, la sincronía entre esta danza de grupos de neuronas) es la raíz neurobiológica de la cognición, o sea, de nuestra capacidad de conocer.
Lo que llamamos «yo» o autoconciencia es una de tantas danzas neuronales o estados funcionales del cerebro. Hay otros estados funcionales que no generan conciencia: estar anestesiado, drogado, borracho, «enlagunado», en crisis epiléptica o dormido sin soñar. Cuando se sueña o se fantasea, ya hay un estado cognoscitivo, aunque no lo es en relación con la realidad externa, dado que no está modulado por los sentidos.
Pero en los otros casos o estados cerebrales, la conciencia desaparece y todas las memorias y sentimientos se funden en la nada, en el olvido total, en la disolución del «yo». Y, sin embargo, utilizan el mismo espacio de la masa cerebral y ésta sigue funcionando con los mismos requisitos de oxígeno y nutrientes.
Aunque el estado funcional que denominamos «mente» es modulado por los sentidos, también es generado, de manera especial, por esas oscilaciones neuronales. Por tal razón podríamos decir que la realidad no sólo está «allá afuera», sino que vivimos en una especie de realidad virtual.
Es decir, que no es tan distinto estar despierto que estar dormido...
El cerebro utiliza los sentidos para apropiarse de la riqueza del mundo, pero no se limita a ellos. Es básicamente un sistema cerrado, en continua actividad, como el corazón. Tiene la ventaja de no depender tanto de los cinco sentidos como creíamos. Por eso, cuando soñamos dormidos o fantaseamos, podemos ver, oír o sentir, sin usar los sentidos, y por eso el estado de vigilia, ese sí guiado por los sentidos, es otra forma de «soñar despiertos».
El cerebro es una entidad muy diferente de las del resto del universo. Es una forma distinta de expresar «todo». La actividad cerebral es una metáfora para todo lo demás. Tranquilizante o no, el hecho es que somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real.


¿Cómo mantener activa nuestra «máquina de soñar»?

Estamos hablando de que todos estos prodigios de la mente se generan en tan sólo un kilo y medio de masa cerebral, con un tenue poder de consumo de catorce vatios. De manera que para mantenerla en forma se requieren buena nutrición, buena oxigenación y protegerse de golpes.
Sin embargo, lo más importante es usar el cerebro, cosa que muchas personas no parecen tener tan claro. El problema es que la inteligencia es limitada pero la estupidez es infinita. Por eso es tan urgente promover una buena educación, que enseñe a pensar claramente a través de conceptos y no de mera memorización de datos. Hay que entender la diferencia entre saber (conocer las partes) y entender (ponerlas en contexto). Por ejemplo, una lora sabe hablar pero no entiende nada.


Pingüe.


 

El adjetivo pingüe se aplica preferencialmente a ganancias.

El adjetivo pingüe significa abundante y se aplica a ganancias financieras o comerciales. No se habla de «pingües pérdidas» ni de «pingües cosechas», como se podría suponer a partir de la definición del diccionario académico, que no toma en cuenta esta restricción léxica. El diccionario de restricciones léxicas Redes, de Ignacio Bosque, lo vincula con «copioso» y con «ingente» y menciona usos estilísticos como «un pingüe exilio». 


La denotación de «gordo» indicada por la Academia es antigua y no encuentra respaldo en los corpus lingüísticos. Sin embargo, es la acepción etimológica;pingüe viene del latín pinguis 'gordo' y entró en nuestra lengua por vía culta a comienzos del siglo XVIII, según Corominas. 
En la primera edición del diccionario académico, en 1737, pingue aparecía sin diéresis con la denotación de 'craso, gordo y mantecoso', y también 'abundante, copioso y fértil'. Son exactamente las mismas acepciones que figuran en la última edición, casi trescientos años después.

domingo, 9 de diciembre de 2012

OBSERVACIÓN ASTRONÓMICA. Las estrellas en diciembre II. (Por Dimas L. B.G.)

Hola de nuevo. Bienvenidos a Los relatos de SamiD. Y continuamos con la observación del cielo nocturno durante la noche del 13 y la madrugada del 14 de diciembre de 2.012.

Tomando como referencia a Sirio; una vez tengáis localizada esta estrella (si es que habéis seguido el procedimiento que os expliqué en la primera parte de éste tutorial astronómico Las estrellas en diciembre 1ª parte), aproximadamente hacia las dos de la madrugada levantad la vista hacia el firmamento a la vez que os giráis ligeramente hacia el Oeste (vuestra derecha estando cara al Sur).


Pues bien:

A unos 45º sobre Sirio, en esa diagonal imaginaria que habéis trazado en el cielo partiendo de la estrella, encontraréis tres soles perfectamente alineados y muy próximos entre ellos: son Alnitak, Alnilam y Mintaka, los tres conforman el archiconocido: “Cinturón de Orión”; también llamado “Los tres Reyes Magos” ó “Las tres Marías”.
Estas tres estrellas pertenecen a la famosa constelación de Orión, también conocida como "El cazador" o "La catedral del cielo".


  

Orión era hijo de Poseidón, dios del Mar, y de Gea (Juno para los romanos), la diosa de la Tierra. Al nacer creció tanto que llegó a convertirse en un auténtico gigante. Tan enorme era, que podía andar por el fondo de los mares profundos sin que jamás las aguas le cubrieran de hombros para arriba.


Orión está representado por un guerrero alzando su arco y cubriéndose del enemigo con un vellocino. A su lado se encuentran sus perros guardianes: Canis Mayor y Canis Menor.Orión, el gran cazador que a causa precisamente de su grandeza, se tornaría en soberbio, acarreando la ira de Gea.


Después de muchas aventuras, Orión fue a la isla de Quíos, donde al poco tiempo se enamoró de Mérope, la hija del rey Enopión. Tal era su amor hacia ella que la pidió en matrimonio. Enopión consintió en ello, pero previamente exigió al gigante que demostrara su valor llevando a cabo una difícil misión: Orión tendría que exterminar un gran número de animales dañinos que estaban causando enormes pérdidas en las cosechas de la isla. Una vez que Orión hubo exterminado todas las alimañas, el monarca se negó a cumplir con la palabra dada a Orión. Orión intentó vengarse de Enopión, pero no pudo encontrarlo ya que éste se refugió en una cámara subterránea tan enrevesada, que era prácticamente inescrutable. Entonces, Orión montó más aún en cólera y, enfurecido, descargó su ira en todas las bestias que se atravezaban en su camino sin distinción de ferocidad o inocencia. Tal fue la matanza que Orión había causado, que su madre Gea tuvo que intervenir pidiéndole, que cesara en su absurda tarea. Orión, violento e irreflexivo, hizo caso omiso a las palabras de su madre y siguió en sus trece, a pesar de las repetidas advertencias de Gea.

Un día, cuando el soberbio Orión, se encontraba reunido con sus amigos, envaneciéndose de que ni las bestias más terribles como los tigres, las panteras, los leones o serpientes eran capaces de producirle espanto alguno, su madre Gea llegó al límite de su paciencia, la cual le mandó un escorpión muy venenoso. Orión, al verlo, no pudo contener su irónica sonrisa ante la ridiculez de aquel insignificante adversario enviado por Gea.

Orión se confió y el escorpión le picó en un talón con su potente aguijón venenoso, y tan pronto como hizo eso, Orión le aplastó con su mazo. La terrible ponzoña se extendió por toda la sangre de Orión y éste cayó al suelo medio moribundo. Cuando vio que la muerte era ya inminente, pidió auxilio e imploró venganza al todopoderoso Zeus, ya que la muerte que le acechaba era poco gloriosa para un personaje de su talante. Le pidió al dios supremo que lo colocaran en los cielos con sus dos fieles perros de caza (Canis Mayor y Canis Menor) y una liebre (Lepus), para que los hombres, cuando miraran hacia arriba en las oscuras noches estrelladas, recordaran las aventuras del gran cazador Orión. También le pidió a Zeus el dominio de las tempestades, las tormentas, el hielo y los vientos, a fin de poderse vengar así de su madre la Tierra (Gea).
Gea, en venganza por los crímenes de Orión, mandó a un escorpión para que se enfrentara con él, inyectándole su veneno y pereciendo a su vez.

Zeus fue condescendiente con Orión y atendió sus súplicas. La Tierra tembló, y desde entonces lo ha venido haciendo hasta nuestros días cada vez que ha visto aparecer a Orión sobre el firmamento, ya que éste siempre ha traído consigo el viento, el frío, las tempestades, los hielos, las nieves y las escarchas, que tan abundantes son en invierno sobre la Tierra, coincidiendo con la llegada de esta constelación.

También se encargó Zeus de situar el Escorpión (Scorpius) en el firmamento, pero tuvo cuidado de ponerlo lo más alejado posible del gigante para que nunca más volvieran a enfrentarse. Así pues, cuando Orion desaparece de la bóveda celeste es cuando hace su aparición la constelación de escorpión. Mientras que Orión aparece durante el invierno, Scorpius lo hace en el verano, perpetuando su lucha contínuamente.Así la constelación de Orión y la de Escorpio jamás son visibles en el mismo momento.

Antiguamente Orión era utilizada para predecir las estaciones: la salida de Orión a la medianoche significaba que las uvas estaban listas para la cosecha; la salida de mañana indicaba el inicio del verano, y la salida vespertina, la llegada del invierno.



Debeis saber que algunos científicos afirman (Teoría de la correlación de Orión), que las tres pirámides egipcias de Guiza (pertenecientes a los faraones Keops, Kefrén y Micerinos de la IV Dinastía) están alineadas con gran exactitud, pese a su monumentalidad, con el cinturón de Orión, es decir, forman una imagen de sus estrellas en la tierra.
En la actualidad esto no es exacto: las tres estrellas de Orión forman un ángulo que difiere por unos pocos grados con el que forman las pirámides.
Pero, si se calculan los cambios precesionales del cinturón de Orión a lo largo de los siglos, se comprueba que hubo un momento en que estas tres estrellas estuvieron alineadas exactamente igual en relación a la Vía Láctea que las pirámides en relación al río Nilo: hacia el 10.500 a. C. Robert Bauval realizó estos cálculos, que muestra en su libro "El misterio de Orión", y especula con la posibilidad de que sea en esta época en la que se concibió el proyecto maestro de las pirámides de Gizeh.
Va más allá incluso, planteando que: no sólo estas últimas están dentro de la correlación de Orión, sino que también el resto de pirámides (construidas la mayoría en dinastías posteriores) tienen su imagen en el cielo; estas pirámides son las de Dahshur, Abusir, Zawyet el-Aryan y Abu Roash. 


Las dos estrellas más espectaculares y brillantes de Orión son:

•  α Orionis (Betelgeuse), supergigante roja variable cuyo brillo fluctúa entre magnitud 0,5 y 1,3. Aunque Betelgeuse tiene la denominación Alfa, Rigel aparece en la actualidad como más brillante.
•  β Orionis (Rigel), con magnitud 0,12 es la estrella más brillante de la constelación. Es un sistema estelar triple cuya componente principal es una supergigante azul muy luminosa.




Esta noche podeis ver también en el cielo el conocido triangulo de invierno que será visible hasta bien entrada la primavera. Está conformado por las tres estrellas más brillantes en el cielo en ésta época, y podéis trazar su silueta si unís sus tres vértices imaginarios que son: la espectacular Sirio, la hermosísima Betelgeuse y, cerrando el triángulo perféctamente equilatero, el tercer vértice está en Procyon (o Proción) la estrella alfa, o lo que es lo mismo la más brillante, de la constelación del Can Menor.



A la derecha y por encima de Orión luce otra estrella destacada: Aldebarán, que representa el ojo fulgurante de otra constelación muy conocida: Tauro, Aldebarán tiene un brillo similar a Betelgeuse y ambas muestran una acusada tonalidad naranja.

Si se prolonga la línea que va desde Orión a Aldebarán se llega a un grupo de estrellas de aspecto difuso llamado "Las Pléyades", un cúmulo estelar apreciable con prismáticos.




Encima de Orión, casi directamente entre esta constelación y el polo norte celeste, se halla la estrella brillante "Capella". Y encima y a la izquierda de Orión, sobre el triángulo de invierno, luce la célebre pareja estelar "Castor y Pollus" los gemelos celestes de la constelación de Géminis.


Al Este de Castor, Pollus y Proción podéis encontrar la constelación de "Leo". Y otras muchas que podéis identificar en la siguiente imagen.
 

Pero... bueno... quizás es "mucho cielo" para una sesión... ¿Verdad?... vamos a dejarlo aquí, de momento...

Aunque... antes de despedirnos os quiero hablar de un acontecimiento espectacular, cuyo máximo tendrá lugar ésta noche del trece al catorce de diciembre: La lluvia de estrellas denominada de las "Gemínidas".
Este año la ausencia de Luna facilitará la observación del evento. El radiante se encuentra al norte de Castor, la estrella alfa de la constelación de Géminis.
Esta lluvia de estrellas es notable porque las fugaces visibles destacan por la variedad del colorido de sus trazos. Se estima que puedan ser visibles unos 100 ó 120 meteoros por hora, esto es, una estrella fugaz casi cada treinta segundos...
Las Gemínidas son producidas por el asteroide 3200 Phaeton, que muchos astrónomos sospechan que es el núcleo de un cometa extinto.


Ya sabes, durante la madrugada del catorce de diciembre, mirando al Sureste, hacia la constelación de Géminis, te espera un grán espectáculo celeste: ¡miles de bonitas y coloridas estrellas fugaces¡...  ¿Sabías que,... si consigues ver tres seguidas,... puedes pedir deseo y se cumplirá?.....
 

¡Buenas noches!....  Que te diviertas...¡Continuaremos cualquier otra noche del més de Enero de 2.013... ¡ Nos vemos por aquí, en el blog: Los relatos de SamiD