Diccionario de la Real Academia:
1. m. Acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo.
2. m. Sumisión, veneración, respeto hacia alguien o de algo.
3. m. Juramento solemne de fidelidad hecho a un rey o señor, y que a veces se hacía también a un igual para obligarse al cumplimiento de cualquier pacto.
El significado originario de la palabra -homenaje- es la recogida en la acepción número 3.
Del acusativo latino "hominem" se deriva el español "hombre": HOMINE(M) > omne > *omre > hombre.
Otras lenguas románicas derivan la palabra para 'hombre' de la forma del nominativo latino homo: francés homme, italiano uomo, catalán home (en Cataluña y Valencia), homo en Baleares, gallego home.
La palabra homenaje proviene del provenzal "omenatge", de "ome", latín "homo", ‘hombre’ en el sentido de ‘vasallo".
El "omenatge" u "hommage" era en la Edad Media el juramento solemne de fidelidad hecho a un rey o señor feudal y que a veces se hacía también a un igual para obligarse al cumplimiento de cualquier pacto.
En el siglo XII aparece atestiguada la forma del latín medieval: hominaticum. En bajo latín, tenemos dos términos intermedios: hominatio y hominium.
En la antigua lengua de Oc, en la Provenza francesa, en la Edad Media, se usaba en referencia a los vasallos la palabra ome 'hombre', de donde se derivó omenatge, la pleitesía que aquellos rendían a sus señores, y que hacia el siglo XII llegaría al francés como hommage y, en catalán, como homenatge.
La ceremonia del homenaje seguía un riguroso protocolo: tras un apretón de manos y la declaración verbal de querer ser vasallo del señor, se realizaba el juramento de fidelidad (sólo entre hombres libres y sobre los Evangelios) y se sellaba con un beso en la boca, símbolo de paz y fidelidad. Es curioso que el recogerlo por escrito no apareciese hasta una época más tardía. La palabra y la simbología que rodeaba a esta ceremonia era tan válido o más que una firma sobre un papel.
En aquella época no habían surgido aún los puristas para condenar el uso de la palabra como «galicismo», de modo que ya figura en el Cid bajo su forma actual. Empleado más tarde por Cervantes y por incontables autores posteriores, este vocablo se ganó un lugar en el léxico español, al punto que su origen «impuro» quedó olvidado, como suele ocurrir.
Algo semejante sucedió en 1925, cuando la Academia Española rechazó la incorporación del verbo homenajear por considerarlo un «cultismo innecesario» Ya no debería serlo en 1970, cuando se incluyó por primera vez en el diccionario.
----------------------------------------------
*Reseña histórica: Feudalismo:
El Feudalismo fue una época de la Edad Media compleja y que siempre ha estado marcada por un carácter peyorativo en la visión popular. Al pensar en él nos recreamos en castillos, duros señores feudales y vasallos sometidos. La verdad es que esta visión no está del tal exenta de verdad, pero son muchos los aspectos que rodean a esta oscura época.
Uno de los más significativos es la extensión de la relaciones de dependencia entre las personas buscando seguridad en una época marcada por la fragamentación política y las invasiones como por ejemplo húngaros o vikingos.
Hay que distinguir entre vasallaje, que implicaba una relación de dependencia entre nobles, y encomendación, que marcaría la dependencia de un no noble hacia un señor. Hubo pocas épocas con una diferenciación más marcada entre los distintos grupos sociales. Estas relaciones de dependencia se articulaban en torno a un Contrato de Vasallaje que tenía dos partes: Homenaje e Investidura.
La ceremonia del Homenaje se llevaba a cabo siguiendo los procedimientos y protocolos que ya se han explicado en la primera parte de esta entrada.
Tras esta ceremonia se creaba un lazo perpetuo entre ambos con obligaciones y deberes recíprocos. Así el vasallo debe a su señor fidelidad, Auxilium (tanto militar, como personal que se concretaba en la realización de determinados trabajos, como económico), además de deber acudir a su corte para aconsejarle. Por parte del señor, éste debía dar a su vasallo protección militar y judicial, además de, su obligación fundamental, mantenimiento.
Precisamente para poder hacer frente a la obligación de mantener a su vasallo se llegaba a la segunda parte del contrato de vasallaje, la Investidura o entrega del feudo al vasallo. Podía tener varias formas, rentas monetarios, funciones domésticas, pero la forma más habitual era conceder tierras.
Una cosa importante: el contrato podía romperse, pero debía ser por voluntad de ambas partes o por el incumplimiento de los compromisos aceptados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario