martes, 12 de febrero de 2013

Llama



Los antecedentes más remotos de esta palabra los hallamos en la raíz bhel-, que en las lenguas prehistóricas de los pueblos indoeuropeos, unos veinticinco siglos antes de nuestra era, significaba "brillar o quemar".Esta raíz subsistió en palabras del griego clásico, como phlegein 'encender', 'quemar', y en el sustantivo phlox, phlogos 'llama', 'fuego' o 'lengua de fuego que produce luz y calor', de cuyo acusativo singular (phloga) se formó en el griego medieval la palabra con la cual los griegos siguen designando hasta hoy la llama olímpica: flogha. 

Phlox se encuentra en las obras de Homero: en la Ilíada con el significado de "fuego centelleante" y en la Odisea con el de "fuego divino". En el siglo V antes de nuestra era, llamado el siglo de oro de Atenas, tanto Píndaro como los tres grandes dramaturgos helénicos Sófocles, Eurípides y Esquilo denominaron phlox al "relámpago-trueno" lanzado por Zeus y también, metafóricamente, a "la pasión". 

Phlegein llegó al latín convertida en fulgeo 'quemar', 'brillar', 'relampaguear', que dio origen a flamma 'llama', 'fuego'. Este término latino derivó en castellano a llama, palabra que está registrada en nuestra lengua desde el siglo XIII. 

La voz latina flama dio nacimiento a muchas otras palabras castellanas, tales como flama, flameante y flamear. Obviamente, esta palabra no guarda relación con el nombre del rumiante andino de ese nombre; en esa caso, se trata de otro vocablo, con etimología quechua.

Fuente: Ricardo Soca.

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