D. Miguel de Cervantes Saavedra 1547-1616 D. Félix Lope de Vega y Carpio 1562-1635
Los dos mayores genios literarios del Siglo de Oro español, fueron amigos desde su juventud (aunque Cervantes fuera quince años mayor que Lope), amistad que duró muchos años, desde 1586, y durante la cual los dos literatos se profesaron admiración y respeto, prodigándose en públicos y notorios elogios mutuos, tanto de palabra como de pluma, tinta y papel.
Se conocieron en casa del cómico Jerónimo Velázquez, calle de Lavapiés en Madrid, que Lope, un mujeriego empedernido, frecuentaba asiduamente, como enamorado de la hija de éste, Elena Osorio, y donde Cervantes acudía con la secreta esperanza de que Velázquez le pusiera en escena alguna comedia. Se conocieron y estimaron.
Ya en la Galatea (libro VI, Canto de Calíope) Cervantes saludaba su joven talento y Lope, a su vez, alaba a Cervantes en su Arcadia. Pero la publicación de El peregrino en su patria (1604) provocó la indignación de Cervantes. ¡Y había por qué!
La portada de este libro llevaba un grabado historiado con el escudo de las diecinueve torres, de Bernardo del Carpió, con una estatua de la Envidia, y una leyenda en latín:
"Quieras o no quieras, Envidia, Lope es o único o muy raro"
Había también un retrato del jactancioso Lope y un soneto de Quevedo:
La envidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece...
Cervantes conocía la ambición de Lope, su sed de gloria, pero tanta presunción y arrogancia no la pudo sufrir. Y le dirigió este soneto:
Hermano Lope, bórrame el soné-
de versos de Ariosto y Garcila-,
y la Biblia no tomes en la ma-,
pues nunca de la Biblia dices le-.
También me borrarás La Dragóme-
y un librillo que llaman del Arca-
con todo el Comediaje y Epita-,
y, por ser mora, quemarás la Angé-,
Sabe Dios mi intención con San Isi-;
mas quiéralo dejar por lo devo-.
Bórrame en su lugar El peregri-.
Y en cuatro leguas no me digas co-;
que supuesto que escribes boberi-,
las vendrán a entender cuatro nació-.
Ni acabes de escribir La Jerusa-;
bástale a la cuitada su traba-.
En el susodicho soneto, como se ve, Cervantes atacaba muy violentamente toda la obra no dramática de Lope. Éste quedó atónito. ¡ No podía creer a sus ojos!. Pero Lope que no temía a Cervantes, porque se sentía superior a él, muy vejado, se ofusca completamente, y le envía, desde Toledo, una carta donde se ve que el Fénix ha perdido todo control interior:
Yo que no sé de los, de li ni le-
ni sé si eres, Cervantes, co ni cu-;
sólo digo que es Lope Apolo, y tú
frisón de su carroza y puerco en pie.
Para que no escribieses, orden fue
del Cielo que mancases en Corfú;
hablaste, buey, pero dijiste mu.
¡Oh, mala quijotada que te dé!
¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!,
que es sol, y si se enoja, lloverá;
y ese tu Don Quijote baladi
de culo en culo por el mundo va
vendiendo especias y azafrán romí,
y, al fin, en muladares parará.
La enemistad ya venía de antes cuando, previa a su aparición impresa en 1604, el Quijote se conoció en los medios de la Corte. Lope debió de tener conocimiento de ella, e hizo que estallara su odio contra Cervantes.
En una carta (fechada el 14 de agosto de 1604) a un médico, amigo suyo, escribe:
"De poetas, muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote". ¡Injusta e implacable apreciación ! Y no nos extrañamos entonces cuando leemos el soneto de Cervantes.
Lope, en La hermosura de Angélica (1602) hizo estampar su escudo de armas con 19 torres. "Llama Cervantes indiscretos a estos jeroglíficos del escudo que ostentaba Lope porque, al par que los lucía orgullosamente, estaba casado con doña Juana de Guardo, hija de Antonio de Guardo, un carnicero rico que solía tener a su cargo el abasto de las carnicerías y tablas francas de la Corte, por lo cual la presunción del blasonado yerno dio lugar a que Góngora jugara de los vocablos torres y torreznos en aquel tan lindo como desenfadado soneto:
Por tu vida, Lopillo, que me borres
las diez y nueve torres de tu escudo;
pues aunque tienes mucho viento, dudo
que tengas viento para tantas torres.
Por tu vida, Lopillo, que me borres
las diez y nueve torres del escudo,
porque, aunque todas son de viento, dudo
que tengas viento para tantas torres.
¡Válgante los de Arcadia! ¿No te corres
armar de un pavés noble a un pastor rudo?
¡Oh tronco de Micol, Nabal barbudo!
¡Oh brazos Leganeses y Vinorres!
No le dejéis en el blasón almena.
Vuelva a su oficio, y al rocín alado
en el teatro sáquele los reznos.
No fabrique más torres sobre arena,
si no es que ya, segunda vez casado,
nos quiere hacer torres los torreznos.
Lope, había ofendido también al joven poeta Luis de Góngora con multitud de sonetos, como éste que ahora os trascribo:
¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcibolallas
las reptilizas más y subterpones?
Microcosmote Dios de inquiridiones,
y quieres te investiguen por medallas
como priscos, estigmas o antiguallas,
por desitinerar vates tirones.
Tu forasteridad es tan eximia,
que te ha de detractar el que te rumia,
pues ructas viscerable cacoquimia,
farmacofolorando como numia,
si estomacabundancia das tan nimia,
Y Cervantes salió en defensa de Don Luis con un soneto que molestó, no poco, a Lope. En represalia, éste escribió otro que hirió profundamente a Cervantes. Y como el Quijote estaba listo para imprimirse, el genial Manco de Lepanto decidió contestar al Fenix de los ingenios con unos versos de cabo roto que invito al lector a leer y completar, seguro de que, con ellos, habrá de pasar un buen rato.
Pero, para entender su fondo, es preciso antes dar algunas pistas.
Urganda la desconocida, personaje de los libros de caballerías y mujer tenida por muy sabia. Era natural de Dinamarca y estaba enamorada de Amadis de Gaula, el mejor caballero del mundo, según ella, y a quien había regalado una lanza invencible.
Urganda tenía la virtud de transformarse en otros seres y, cuando lo hacía, se desconocía a sí misma. Y éste será el recurso que utilizará Cervantes para decirle a Lope las verdades del barquero en unas
décimas truncas, firmadas por la propia Urganda:
Estos son algunos de esos versos truncos de cabo roto (versos incompletos o truncos, a los que le falta la última sílaba, la del cabo o final) que Cervantes escribe.
No te metas en dibu-,
ni en saber vidas aje-,
que en lo que no va ni bie-
pasar de largo es cordu-.
Que suelen en caperu-
darles a los que grace-;
mas tú quémate las ce-
sólo en cobrar buena fa-;
que el que imprime neceda-
dalas a censo perpe-.
Advierte que es desati-,
siendo de vidrio el teja-,
tomar piedras en las ma-
para tirar al veci-.
Deja que el hombre de jui-
en las obras que compo-
se vaya con pies de plo-,
que el saca a luz pape-
para entretener donce-,
escribe a tontas y a lo-.
Urganda la desconocida.
Lo más seguro es que la reacción de Lope fuera terrible. El genio de Cervantes había dado al Fénix una trapeada que pasaría a la historia en el libro más traducido e impreso de cuantos se hayan escrito, después de la Biblia. Oculto tras "la desconocida", Cervantes le dice a Lope que no se pase de listo, que los hombres de buen juicio no pierden el tiempo escribiendo a tontas y a locas, y que si no quiere perder su fama, deje de imprimir tonterías.
D. Luis de Gógora y Argote 1561-1627
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La anécdota tiene sus bemoles. Y también su moraleja para quienes escriben a tontas y a locas, que son muchos, y tiran piedras al tejado de los demás pensando que los demás van a quedarse quietos. Lo mismo que ayer, el mundo se guía por la opinión, y los juicios de valor pueden casi siempre más que la razón y la lógica. Claro que en los días de Cervantes no había diarios y, por tanto, las respuestas no eran inmediatas ni las polémicas que las opiniones suscitan alcanzaban la temperatura a la que llegan hoy. Pero no es menos verdad que, hoy como ayer, se usa el hígado con más frecuencia que la palabra serena y el ingenio.
Fuente
+ Otras polémicas literarias: Cervantes vs. Lope de Vega
http://www.educa.jcyl.es/educacyl/cm/gallery/Recursos%20Infinity/tematicas/webquijote/obra_libro7a.html
DON BELIANÍS DE GRECIA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Soneto
Rompí, corté, abollé, y dije y hice
más que en el orbe caballero andante;
fui diestro, fui valiente, fui arrogante;
mil agravios vengué, cien mil deshice.
Hazañas di a la Fama que eternice;
fui comedido y regalado amante;
fue enano para mí todo gigante,
y al duelo en cualquier punto satisfice.
Tuve a mis pies postrada la Fortuna,
y trajo del copete mi cordura
a la calva Ocasión al estricote.
Más, aunque sobre el cuerno de la luna
siempre se vio encumbrada mi ventura,
tus proezas envidio, ¡oh gran Quijote!