martes, 19 de marzo de 2013

Envenenadoras versus catavenenos. Historias del medievo

La dieta en la Edad Media.


Ni que decir tiene que el pueblo llano disponía de ingredientes muy distintos a los de los señores para enriquecer sus platos, lo que hacía que agudizasen el ingenio para crear suculentos manjares con exiguas materias primas. Durante el Renacimiento, los nobles y poderosos disponían de numerosos ingredientes con la posible excepción de la sal, de precio muy elevado en aquella época. Muchos de los cambios y costumbres que surgieron durante este periodo forman parte de los fundamentos de las cocinas nacionales y regionales de la actual Europa. Anteriormente, la sociedad medieval comía dos veces al día: el almuerzo al mediodía y una merienda ligera que era ingerida principalmente con la ayuda de cucharas, manteniendo la otra mano sin ningún cubierto. Aunque en la mesa se empleaba el cuchillo, la mayoría de las veces éste no se incluía con el plato, ya que se esperaba que cada uno de los comensales llevara consigo el suyo.


La práctica medieval en la mesa más habitual era compartir las copas y los recipientes donde se bebía. Esta práctica era muy común en los banquetes y era considerada un privilegio. Además, teniendo en cuenta las serias dudas que existían acerca de la potabilidad del agua y las recomendaciones médicas al respecto, esta costumbre se llevaba a cabo con bebidas alcohólicas, como el vino, pasando a ser el agua una de las bebidas de menor preferencia. Las recetas más abundantes eran las basadas en la carne debido a que dada la distancia que separaba a algunas regiones del mar y las escasas condiciones para la conservación del pescado, se echaba a perder muy pronto. Las únicas excepciones se producían durante la Cuaresma y, principalmente, se trataba de recetas de pescados de río. Curiosamente, el castor era considerado pescado debido a que se pasaba gran parte del día en el agua.

Las especias estaban entre los productos de mayor lujo disponibles en la Edad Media: las más comunes eran la pimienta negra, la canela, el comino, el jengibre y los clavos. La más cara y exclusiva era el azafrán. El azúcar era un producto muy caro en la Edad Media. El edulcorante más común era la miel, aunque también se utilizaban frutas secas y los mostos de uva. Para las clases más favorecidas existía el mazapán y los anillos de naranjas secas.
anillos de naranjas secas

Los alimentos más comunes eran:

Cereales: Centeno, cebada, alforjón, mijo y avena.
Frutas y vegetales: Col, remolacha, cebolla, ajo, zanahoria, limón, naranja, naranja amarga, pomelo, membrillo y uva.
Carnes: Cerdo, pollo, cisne, pavo, codorniz, gallina, perdiz, cigüeña, alondra, cordero y vaca.
Pescado: Arenque, bacalao, moluscos, lucioperca, carpa, dorada, percal lamprea, trucha, ballena y marsopa.
Dulces y postres: Miel, frutas secas, mostos de uva, hojaldres de crema, pasteles de mazapán y pera y galletas.


Las Envenenadoras



Uno de los grandes descubrimientos que realizó el ser humano es que, más allá de su belleza estética y sus propiedades alimenticias y medicinales, las plantas también pueden ser empleadas para asesinar en forma de veneno

Se considera veneno a cualquier sustancia que, al penetrar en el organismo por cualquier vía posible, altera y deteriora su funcionamiento pudiendo llegar a causar la muerte. En un sentido más estricto, podemos decir que un veneno interrumpe la secuencia natural de las cadenas de reacciones químicas que mantienen la vida celular, causando una alteración en el metabolismo del organismo contaminado, y precipitándole a una desastre bioquímico que puede causar la muerte.

Cicuta
Además de la sustancia concreta empleada como tóxico, otro de los factores importantes en un envenenamiento es la dosis. La misma sustancia actuando en un organismo en diferentes concentraciones puede tener efectos muy diferentes. Por ejemplo, la Belladona es una planta que altera el sistema nervioso autónomo, que se encarga de funciones automáticas como la respiración y el ritmo cardiaco. En pequeñas dosis puede eliminar las contracciones intestinales dolorosas o dilatar las pupilas para hacer posible un fondo de ojos. En dosis más elevadas puede detener el corazón y la respiración y causar la muerte.

belladona
Como detalle anecdótico, la planta recibió el nombre de belladona (bella donna, bella mujer) porque en Venecia, durante el Renacimiento, surgió entre las mujeres la moda de emplear extractos de dicha planta dilatar la pupila; tal y como se ha dicho anteriormente. Diversos estudios de Psicología y Marketing han demostrado que las caras de personas con las pupilas dilatadas resultan más agradables y atractivas al espectador.

Las grandes envenenadoras de la Historia son mujeres. Como es bien sabido, el varón utiliza la fuerza bruta y arremete contra la mujer en irracionales ataques de ira o planeadas agresiones físicas. Las mujeres, por el contrario, son mucho más sutiles y se sabe de envenenadoras que han sido detenidas tras un número incierto de asesinatos y se sospecha de muchas otras que han quedado en libertad al no poder demostrarse sus crímenes.

En Roma apareció la primera ley antiveneno, bautizada como Lex Comelia Maestration, porque las autoridades se percataron del gran número de viudas ricas existentes. Locusta era una envenenadora oficial de gran poder en esa época. Hacía venenos a la carta en función del método de administración, el tipo de muerte y la rapidez de ésta. Cabe destacar que numerosos emperadores romanos murieron envenenados, como fue el caso de Augusto.


Los catavenenos

En la Edad media, los castillos acostumbraban a tener uno o varios probadores oficiales de comida, en previsión de un posible envenenamiento hacia el señor feudal. En el siglo XIII, la famosa envenenadora Toffana causó más de seiscientas muertes en Nápoles preparando cosméticos que contenían arsénico y que eran vendidos posteriormente. Se dice que contenía arsénico (u opio, según otras fuentes) y polvo de cantáridas, aunque algunos afirman que era una solución de trióxido de arsénico. El nombre por el que fue conociedo era “Acqua Toffana” o “Acqua di Napoli”. Otro veneno muy utilizado en esta época fue la Acquetta di Perugia, que incluía nuevamente arsénico, pero en esta ocasión mezclado con vísceras de cerdo putrefactas. Este veneno fue muy usado por Lucrecia y César Borgia, denominándolo “Acquetta” o “Cantarella”.

En la corte de Luis XIV, también conocido como el Rey Sol, existieron tres famosas envenenadoras: Catherine Deshayes, la marquesa de Brinvilliers y la marquesa de Montespan. La primera de ellas, más conocida con el nombre de La Voisin, fue acusada de numerosos envenenamientos. Regentó, al igual que Toffana, un lucrativo negocio de venta de venenos, que compraban mujeres deseosas de enviudar. También se vio implicada en un atentado frustrado contra la vida del rey de Francia con un preparado de arsénico y acetato de plomo (este último conocido también como Azúcar de Saturno), que posteriormente se denominó “Polvos De Sucesión”.

También se ha debatido mucho sobre el envenenamiento crónico de Napoleón, no obstante, científicos franceses han publicado recientemente un estudio en el que demuestran que las altas concentraciones de arsénico detectadas en sus cabellos no se deberían a una ingesta de este mortal veneno sino, más probablemente, a la utilización de este elemento químico para el cuidado capilar.




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