Hace unos meses la Casa Blanca anunció que estaba
enfrentándose a una nueva amenaza para la salud y seguridad de América. No se
trataba de ningún país rebelde ni de una organización terrorista, ni tampoco de
una nueva enfermedad ni amenaza medioambiental. Se estaba refiriendo a una
serie de productos químicos que están provocando de manera directa que la
mayoría de los americanos tengan sobrepeso. Su nombre técnico es “químicos
disruptores endocrinos” y hay muchas posibilidades de que ahora mismo los estemos
comiendo o bebiendo. Los científicos han acuñado un nuevo término para ellos y
los han llamado “obesógenos”, ya que son capaces de promover el aumento de peso
y la obesidad.
De hecho, en el informe “Resolviendo el problema de la
obesidad infantil en una generación”, elaborado por el Grupo de Trabajo de la
Casa Blanca contra la Obesidad Infantil, se señala a los obesógenos como una de
las razones del incremento de la obesidad.
Ganar peso no solo depende de las calorías que entran contra
las calorías que se queman; y la culpa no es sólo de la demasiada comida rápida
y del poco ejercicio. Hay que considerar un tercer factor: los obesógenos. Son
componentes naturales y sintéticos que funcionan imitando al estrógeno, la
misma hormona que los médicos no quieren que las mujeres sigan tomando, debido
a que ensayos clínicos la han vinculado a un aumento de riesgo de enfermedades
coronarias, cáncer de mama, trombosis…
El sistema endocrino está compuesto por las glándulas y
células que producen las hormonas que regulan nuestro cuerpo. Crecimiento y
desarrollo, función sexual, procesos reproductivos, estado de ánimo, sueño,
hambre, stress, metabolismo y la forma en la que nuestro cuerpo utiliza la
comida son actividades que están controladas por las hormonas. Así, nuestro
cuerpo está determinado en gran manera por el sistema endocrino, pero el
sistema endocrino es un engranaje que puede desestabilizarse con suma
facilidad.
“Se cree que los obesógenos actúan ‘secuestrando’ los sistemas reguladores que controlan el peso corporal”, afirma Frederick vom Saal, Doctor en Medicina y Catedrático de biología en la Universidad de Missouri. Por ese motivo provocan que engordemos".
De ahí que las dietas tradicionales no funcionen, ya que incluso siguiendo una estricta dieta de adelgazamiento no se disminuye la exposición a los obesógenos. Por ejemplo, las manzanas dejan de ser saludables si vienen cargadas de químicos promotores de la obesidad (9 de los 10 pesticidas más usados son obesógenos, y las manzanas son uno de los cultivos más rociados de pesticidas en la agricultura convencional).
La presencia de los obesógenos puede ser la razón por la que
las dietas tradicionales (pollo mejor que cordero, más pescado, mucha fruta y
verdura) están dejando de funcionar. Es por ello que ha comenzado a promoverse
la llamada Nueva Dieta Americana.
Al comenzar las investigaciones sobre los obesógenos se ha
descubierto una buena noticia: no hay ninguna razón por la que nuestra comida
favorita (hamburguesa, pasta o helado) no pueda formar parte de un programa de
adelgazamiento razonable.
Basta con abandonar la antigua forma de pensar y
adoptar las cuatro leyes de la esbeltez para conseguir revertir el efecto de
los obesógenos.
1.- Pasarse a la comida ecológica.
Los ciudadanos occidentales estamos expuestos a entre 10 y
13 pesticidas a través de la comida y bebida todos los días, y 9 de los 10
pesticidas más comunes son obesógenos. De acuerdo con un estudio reciente
publicado en la revista Environmental Health Perspectives, ceñirse a una
dieta de productos ecológicos durante sólo 5 días puede reducir la presencia de
pesticidas obesógenos hasta niveles no detectables.
En realidad no se trata de hacer un cambio radical, aunque
sería lo deseable, pero sí empezar cuanto antes y con unos básicos. Se puede
reducir la exposición a los pesticidas en cerca de un 80% simplemente
escogiendo la opción ecológica para 12 frutas y verduras que contienen los
niveles de pesticidas más altos. Se conocen como “Los 12 del patíbulo” y, empezando
por el peor, son: el apio, los melocotones, las fresas, las manzanas, los
arándanos, las nectarinas, los pimientos, las espinacas, las acelgas, las
cerezas, las patatas y la uva. Y también se ha publicado una lista de los
productos convencionales que según el EWG tenían pocos residuos: cebolla,
aguacates, maíz dulce, piña, mango, guisantes, espárrago, kiwis, col,
berenjena, melón cantaloup, melón piel de sapo, sandía y pomelo.
2.- No “comer” plástico.
El bisfenol-A (BPA) y los ftalatos. Ambos son químicos
sintéticos encontrados en plásticos, que imitan el estrógeno (esencialmente son
hormonas femeninas artificiales). Como los pesticidas, estos químicos basados
en el plástico provocan que nuestro cuerpo acumule grasa y no músculo.
Disminuir la exposición a obesógenos de base plástico maximizará las
posibilidades tanto de perder grasa como de ganar masa muscular fibrada.
Las
normas básicas son:
. No calentar la comida en contenedores de plástico o
poner objetos de plástico en el lavavajillas, porque puede dañarlos y aumentar
el desprendimiento de BPA. Según un estudio publicado en elToxicology Letters,
el BPA se desprende de botellas deportivas de policarbonato 55 veces más rápido
si se llena de líquido caliente que si se llena de líquido frío.
. Evitar comprar comidas grasas como carnes que vengan
envueltas en plástico porque los obesógenos se almacenan en el tejido graso. El
plástico que se acostumbra a utilizar en los supermercados normalmente es PVC,
mientras que el plástico que vende para envolver alimentos en casa se fabrica
cada vez más con polietileno.
. Reducir los alimentos enlatados, por ejemplo
escogiendo atún en tarro de vidrio y no en lata. La inmensa mayoría de las
latas contienen BPA en su capa interior.
3.- Elegir carnes magras y pescados pequeños.
Hay que buscar siempre carne de animales criados con pasto
frente a los engordados con pienso y hormonas. Los estudios demuestran que
tienen menos grasa y por el contrario contienen un 60% más de omega 3, un 200%
más de vitamina E y entre el doble y el triple de ácido linoleico conjugado (un
nutriente casi mágico que protege de afecciones coronarias, cáncer y diabetes,
y que puede ayudar a perder peso según un estudio publicado por el American
Journal of Clinical Nutrition). Si no tenemos más remedio que comprar carne
convencional, escogeremos las piezas menos grasas. Las hamburguesas de proteína
vegetal son también grandes sustitutas si no encontramos carne de ternera
ecológica.
. En cuanto al pescado, siempre hay que elegir pescado
sostenible con poca carga tóxica. Un estudio en el diario Occupational and
Environmental Medicine encontró que aunque el pesticida DDT se prohibió en
1973, este químico y su derivado DDE todavía se puede encontrar en pescados
grasos. Los peces grandes se comen a los pequeños, y por tanto contienen una
mayor carga tóxica. Hay que evitar el atún de ojo grande, el pez espada, la
caballa real, el tiburón… y buscar pescados pequeños como anchoa, sardina,
caballa, atún y bacalao. El pescado puede cocinarse de cualquier manera, menos
frito, para poder drenar los contaminantes de sus partes grasas.
4.- Filtrar el agua.
La mejor manera de eliminar los obesógenos del agua del
grifo es un filtro de carbón activado. Se puede encontrar pequeño para añadir
al grifo o en unidades grandes para conectar a la toma de agua. Estos filtros
eliminan la gran mayoría de pesticidas y contaminantes industriales.
CÓMO PROTEGER A LOS NIÑOS
En nuestras manos está evitar que los pequeños se vean
expuestos a estos contaminantes que tanto daño pueden causar a su salud. Hay
que que empezar a cuidarlos ya desde antes de nacer, por lo que toda embarazada
debería seguir las pautas de la “Nueva Dieta” durante la gestación, por
supuesto siempre supervisada por su ginecólogo.
Durante la infancia hay que inculcar al niño unas pautas
nutricionales y de estilo de vida que conservará toda su vida. Evitar dulces y
bollería industrial, acostumbrarle rápidamente a la fruta, la verdura y los
cereales, incluir en la dieta proteínas vegetales… y, por supuesto, promover un
estilo de vida en el que el ejercicio tenga un papel protagonista.
Sabemos que la leptina es una hormona que le dice a tu
cuerpo que esta lleno. Pero como en casi todos los sistemas hay algo
contraproducente que pelea lo bueno con lo malo.
Lo malo en esta historia son dos: La fructosa y el obesogeno, ya que
interfieren con la leptina haciéndola creer que nosotros seguimos con mucha
hambre aunque, en realidad, estemos terminando de comer.
Evita cualquier tipo de comida que tenga fructosa,
eliminando este ingrediente en si puede reducir la masa corporal. Porque se
está eliminando una cantidad masiva de azúcar de la dieta. Revisar la cocina
entera y leer los ingredientes de lo que tenemos guardado en la despensa, sobre
todo de arroces, pastas, cereales. Quedaréis sorprendidos de la cantidad de
fructosa que encontraréis en vuestra casa.
Comer cereales, altos en fibra, con leche orgánica, baja en
grasa y yogurt griego con nueces. Sopa de lentejas, guisantes con algo de pan
de granos enteros, pollo alimentado con pienso orgánico, acompañad con ensaladas,
muchas ensaladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario