Durante la Edad Media el deseo de encontrar algún método de convertir un metal ordinario en oro era el estímulo principal de la investigación. Muchos alquimistas se esforzaron por encontrar la piedra filosofal, que, según suponían ellos, convertiría minerales y metales, como el mercurio y antimonio, en oro; querían encontrar la forma de transmutar un elemento en otro. Pero en el siglo XVII la alquimia entró en plena decadencia y ya en el siglo XVIII se transformó en la ciencia que ahora llamamos química. A finales del siglo pasado los científicos ya no pensaban en la transmutación de la materia y creían que los elementos químicos descubiertos eran definitivamente estables, que el mercurio y antimonio serían siempre mercurio y antimonio y el oro sería siempre oro. Nunca imaginaron que la transmutación de un elemento en otro volvería a ser un tema de actualidad.
Cuando se estableció que las propiedades químicas del átomo dependen del comportamiento del núcleo y se comprendieron los cambios y las transformaciones que acompañan a la radiactividad, muchos investigadores concibieron una idea verdaderamente fascinadora. Pensaron que el hombre podría, tal vez, alterar el núcleo de un átomo estable convirtiendo deliberadamente un elemento en otro distinto.
Ernest Rutherford pensó que era posible que el núcleo de un átomo pudiera alterarse al ser bombardeado con partículas alfa, como las que emite la materia radiactiva. Bajo condiciones favorables, estas partículas deberían de pasar muy cerca del núcleo, en cuyo caso podrían o bien desarreglar su forma original, o bien, tal vez, combinarse con el mismo. Para poner en práctica esta idea bombardeó diversos gases con partículas alfa, y halló que, en ocasiones, una partícula alfa se combinaba con un núcleo de nitrógeno, y que la combinación resultante emitía inmediatamente un protón y se transformaba finalmente en uno de los isótopos del oxígeno. Ésta fue la primera vez que se produjo deliberadamente la transmutación de un elemento químico estable en otro. Desde entonces, casi todos los elementos conocidos han sido transmutados por medio de bombardeo con diversas partículas. En esta forma, Rutherford llevó triunfalmente a cabo la primera reacción nuclear hecha por el hombre.
Esto es un auténtico ejemplo de transmutación, de conversión de un elemento en otro. En cierto modo, es la culminación de los viejos anhelos alquimistas, pero, desde luego, implica elementos y técnicas que los alquimistas desconocían por completo. Esta reacción ahora se puede expresar en forma taquigráfica:
queriendo decir con esto que, el átomo de nitrógeno-14 al capturar una partícula alfa, forma un núcleo compuesto muy inestable que al buscar su estabilidad emite inmediatamente un protón transformándose así en un átomo de oxígeno-17.
Hoy en día, de hecho, el mercurio puede transformarse en oro puro mediante técnicas nucleares, pero no resulta rentable hacerlo porque el coste económico de dicha transmutación, es mayor que el valor del metal precioso obtenido en el proceso.
"Como muchos otros sueños, el de los alquimistas, resultó finalmente no ser tan prometedor como parecía".
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