sábado, 29 de junio de 2013

¿Cómo sabemos que existe la materia oscura si no la podemos ver?



Todos aquellos objetos brillantes que nosotros y los astrónomos podemos ver están compuestos de materia. Sabemos que toda la materia atrae otra materia, y esta fuerza de atracción se llama gravedad. La fuerza gravitacional de la Tierra es lo que nos mantiene sobre nuestro planeta, ya que nosotros también estamos compuestos de materia. Los atletas que saltan con garrocha, los ascensores, los aviones y los cohetes deben trabajar arduamente para superar la fuerza de la gravedad. Esa misma fuerza que te sujeta a ti y a mí a la superficie de la Tierra también mantiene en sus órbitas a las naves espaciales que están en órbita alrededor de la Tierra, e incluso a la Luna. La gravedad del Sol mantiene a la Tierra y a todos los demás planetas, cometas y asteroides de nuestro Sistema Solar en sus órbitas correspondientes alrededor del Sol.

Los científicos comprenden exactamente cómo se comportan los objetos cuando son atraídos por la gravedad. Tienen fórmulas matemáticas para calcular las órbitas y el movimiento de los objetos que se están atrayendo entre sí. De esta manera pueden enviar una nave espacial para encontrarse con un cometa en particular en un momento específico, o predecir exactamente cuándo Marte estará más cerca a la Tierra.

Ahora cuando los astrónomos observan una galaxia cuidadosamente, pueden medir con qué rapidez se están moviendo las estrellas que ella contiene. Los movimientos de las estrellas son el resultado de las fuerzas gravitacionales provenientes de toda la demás materia de la galaxia. Pero éste es el problema fundamental: Cuando los astrónomos hacen la suma de toda la materia correspondiente a todas las estrellas y gases y polvo visible usando diferentes tipos de telescopios, el total no alcanza para explicar los movimientos que ellos observan. ¡Las estrellas se están moviendo a mucha más rapidez de lo que deberían hacerlo! En otras palabras, toda la materia que podemos ver no alcanza para producir la gravedad que está atrayendo las cosas. Este problema aparece una y otra vez, casi en cualquier lugar que observemos en el Universo. No sólo las estrellas en las galaxias se mueven a mayor velocidad que la esperada, sino que también lo hacen las galaxias dentro de grupos de galaxias. En todos los casos, debe haber otra cosa ahí, algo que no podemos ver, algo oscuro.


Esto podría parecer muy misterioso, pero no es difícil de imaginar. Tú sabes que las personas no pueden flotar por el aire, de modo que si vieras a un hombre haciendo eso, sabrías inmediatamente que deben haber alambres que lo están sujetando, incluso si no los puedes ver.

El nombre que los científicos le han dado al material faltante es materia oscura. Podemos ver la materia brillante, como las estrellas, pero sabemos que hay algún otro tipo de materia, debido a la manera en que ésta influye sobre la materia brillante. El fondo oscuro del espacio que tendemos a ignorar mientras disfrutamos de las hermosas vistas del cielo oscuro en realidad no está tan vacío como pudieras creer. Aunque parezca sorprendente, hay más de 50 veces más de materia oscura que de materia brillante en el Universo.



¿Pero de qué está compuesta exactamente la materia oscura? Los agujeros negros y algunos objetos demasiado pequeños para ser estrellas (por lo cual no producen luz propia) forman parte de ella. Pero todo eso puede sumar a menos de la quinta parte de la cantidad total de materia oscura que debe existir ahí afuera. Creemos que la mayor parte de la materia negra está compuesta de partículas nuevas más pequeñas que los átomos que son diferentes de cualquier otra cosa que han detectado y estudiado los científicos. Parece que la esencia misma de la mayor parte de la materia del Universo es diferente de lo que estamos compuestos tú y yo y la Tierra y el Sol.


Fuente: NASA

martes, 25 de junio de 2013

¿Por qué, al escucharnos en una grabación, nuestra propia voz nos parece más aguda?


El hecho de que tenemos la capacidad de oír por medio de la conducción de sonido a través del cráneo juega un papel muy importante en el proceso de hablar. Para entender este fenómeno veamos con algún detalle cómo hablamos.

Cuerdas vocales
Cuando al hablar emitimos un sonido nuestros pulmones expelen aire a través de la laringe. Esta ráfaga de aire incide sobre las cuerdas vocales, que tienen cierto parecido con el conjunto de cuerdas de un instrumento musical como el piano o el violín. El aire que llega a las cuerdas las excita, hace que éstas empiecen a vibrar y emitir sonidos con ciertas frecuencias características. Dos cuerdas distintas emiten conjuntos distintos de frecuencias. Sin embargo, no todas las ondas llegan a cruzar la boca. En efecto, las ondas se encuentran con ciertas posiciones de la boca y de la lengua que hacen que solamente aquellas que tengan ciertas frecuencias estén en resonancia, logren sobrevivir y salir al exterior. Las otras ondas, que no están en resonancia con la configuración de la boca y lengua, se disipan. De esta manera, por medio del cambio de la configuración de la boca y lengua tenemos la capacidad de emitir sonidos de distintas frecuencias. Así, por ejemplo, la i como la de "tinta", es un sonido de alta frecuencia o sea de tono agudo. Nótese que al producir este sonido dejamos la boca con una abertura pequeña y con la lengua cerramos más la abertura. De esta forma, la longitud de la abertura es muy pequeña y la frecuencia que deja pasar es alta. Recuérdese que la relación entre frecuencia y longitud de la abertura es inversamente proporcional una a la otra: mientras más pequeña sea la abertura mayor será la frecuencia e inversamente. Cuando producimos la letra a abrimos mucho la boca y bajamos la lengua. Así se logra que la abertura efectiva tenga una longitud grande y por tanto, la frecuencia que deja pasar es pequeña; es decir, su tono es grave.
 
Cuando las cuerdas vocales empiezan a vibrar, emiten el sonido a través de la boca al exterior. Este sonido emitido por la boca lo podemos oír cuando llega a nuestros oídos. Sin embargo, al mismo tiempo ocurre otro fenómeno: las vibraciones de las cuerdas vocales también hacen que nuestro cuerpo vibre, en particular empieza a vibrar la quijada. Estas últimas vibraciones se transmiten por medio de los huesos al oído interior. En consecuencia, cuando hablamos oímos los sonidos que producimos de dos maneras distintas: por conducción a través de los huesos y por conducción a través del aire. Una persona que nos esté oyendo hablar solamente oirá sonidos que se propaguen por el aire.

Cuando los sonidos producidos por nosotros se propagan a través del aire resulta que algunas de las componentes de baja frecuencia que contienen se pierden. Recordemos que cuando cualquier instrumento o sistema mecánico como nuestras cuerdas vocales empieza a vibrar, emite ondas no solamente con una frecuencia, la fundamental, sino que también produce ondas con frecuencias que son sobretonos de la fundamental. En consecuencia, cualquier sonido contiene un número de frecuencias, desde bajo valor hasta alto valor. Son algunas de las frecuencias de bajo valor las que se pierden en la conducción por el aire. Sin embargo, estas componentes de baja frecuencia no se pierden en la conducción a través de los huesos. Por lo tanto, al oírnos hablar percibimos estas últimas componentes que nos dan la sensación de un habla de tono grave, muy poderosa y dinámica. Cuando escuchamos una grabación de nosotros mismos, oímos que hablamos de manera muy "chillona". Esto se debe a que la reproducción no contiene algunas componentes de baja frecuencia ya que se logró por medio de propagación a través del aire. En la grabación hay preponderancia de altas frecuencias que dan la sensación de un tono más agudo. 
De igual modo, pero a la inversa, sucede cuando al hablar nos taponamos los oídos; entonces nuestra voz nos parece aún más grave y lejana porque dejamos de percibir el sonido que emiten nuestras propias cuerdas vocales y sólo percibimos las bajas frecuencias que se transmiten a través de los huesos del cráneo.

lunes, 24 de junio de 2013

Hacer el primo

La palabra 'primo', en latín, se decía consōbrīnus. El primo mayor era el "consōbrīnus primus". Con el tiempo, sin embargo, se empezó a extender esta expresión para los primos menores, y se dejó de usar el "consōbrīnus" original. Así que ahora "todos somos el primo mayor".

Una palabra derivada es 'primavera', que proviene del latín vulgar: prima y ver. A su vez el latín ver viene del indoeuropeo ver-, que se relaciona con el crecimiento y de donde vienen las palabras: verde, vergel, verano...
Por lo tanto, la palabra primavera, viene de ver primum: 'previo al verano', 'antes del verano', 'primero que el verano'.




Pero, ¿Sabías por qué HACER EL PRIMO es dejarse engañar fácilmente?

El erudito publicista Joaquín de Entrambasaguas dedicó un largo estudio al origen de esta expresión en su obra “Estudios dedicados a don Ramón Menéndez Pidal”. Allí afirma que la palabra primo con el significado de ‘persona simple e incauta’ aparece con frecuencia en el teatro costumbrista del siglo XIX y que su origen se remonta a las cartas que durante la guerra de la Independencia y a raíz de los sangrientos sucesos del 2 de mayo de 1808, dirigió el general francés Joaquín Murat al infante don Antonio y a la Junta Suprema de Gobierno de España.

Según el protocolo de la Real Casa, el rey daba el tratamiento de primo a los grandes de España en cartas privadas, pues en mayor o menor medida estaban emparentados. El mariscal francés Joaquín Murat, siguiendo el protocolo de la Corte española, llamó primo al atontado e incauto infante. Tal palabra tenía tintes de burla en estas cartas de Murat, pues Napoleón tenía secuestrados al rey Carlos IV —abuelo del infante— y a Fernando VII, futuro heredero de la Corona.

Murat dirigió una serie de escritos al infante Don Antonio y a la Junta de Gobierno de España, haciendo alusión a él con el nombre de "primo". Las cartas empezaban tal que así:“Señor primo, señores miembros de la Junta” (tratamiento que se daba a los grandes de la Nación, establecido por el protocolo de la Casa Real) formulando una serie de amenazas tales como:"Anunciad que todo pueblo en que un francés haya sido asesinado será quemado inmediatamente". En esos términos el vocablo "primo" sonaba como mofa, más aún cuando el Infante acataba sin rechistar aquellas hirientes palabras. 
El pueblo relacionó enseguida el término "primo" al carácter pusilánime y entregado del Infante y tras los siglos se acuñó la expresión que con el significado conocido ha llegado a nuestros días.

Y citando a Entrambasaguas: “Pero si ellos parecían propicios a continuar este inverosímil estado de cosas, los madrileños, los españoles, el pueblo, que no entendían de estos tejemanejes nauseabundos, no estaban dispuestos, como el Infante y sus consejeros, a hacer el primo…” El pueblo tomó el mando de la defensa de su patria y, en represalia, Murat ordenó los célebres fusilamientos del 3 de mayo. El resto es historia.



D.R.A.E.  primo, ma. (Del lat. primus).

1. adj. primero.
2. adj. Primoroso, excelente.
3. m. y f. Respecto de una persona, hijo o hija de su tío o tía.
4. m. y f. Tratamiento que daba el rey a los grandes de España en cartas privadas y documentos oficiales.
5. m. y f. coloq. Persona incauta que se deja engañar o explotar fácilmente.
6. m. coloq. p. us. Hombre de raza negra.
7. m. germ. jubón (‖ vestidura).
8. f. Cantidad extra de dinero que se da a alguien a modo de recompensa, estímulo, agradecimiento, etc.
9. f. Cantidad que el cesionario de un derecho o una cosa da al cedente por añadidura del coste originario.
10. f. En algunos instrumentos de cuerda, la primera y la más delgada de todas, que produce un sonido muy agudo.
11. f. prima tonsura.
12. f. Premio concedido, la mayoría de las veces por el Gobierno, a fin de estimular operaciones o empresas que se reputan de conveniencia pública o que interesan a quien lo concede.
13. f. Una de las siete horas canónicas, que se canta a primera hora de la mañana, después de laudes.
14. f. Primera de las cuatro partes iguales en que dividían los romanos el día artificial, y que comprendía desde el principio de la primera hora temporal, a la salida del Sol, hasta el fin de la tercera, a media mañana.
15. f. Cineg. Halcón hembra.
16. f. Com. Suma que en ciertas operaciones de bolsa se obliga el comprador a plazo a pagar al vendedor por el derecho a rescindir el contrato.
17. f. Com. Precio que el asegurado paga al asegurador, de cuantía unas veces fija y otras proporcional.
18. f. Mil. Primero de los cuartos en que para los centinelas se dividía la noche, y comprendía desde las ocho a las once.
19. f. ant. Superioridad, excelencia, ventaja, sobre otros de su clase.
20. adv. t. primeramente. U. t. c. adv. ord.

~ carnal.
1. m. y f. primo hermano.

~ cormano, na.
1. m. y f. desus. primo hermano.

~ hermano, na.
1. m. y f. Respecto de una persona, hijo o hija de tíos carnales.

~ segundo, da.
1. m. y f. Respecto de una persona, hijo o hija de tíos segundos.

a primas.
1. loc. adv. ant. Primeramente, al principio.

caer, o coger, de primo.
1. locs. verbs. coloqs. Engañar fácilmente.

hacer el ~.
1. loc. verb. coloq. Dejarse engañar fácilmente.

ser algo ~ hermano de otra cosa.
1. loc. verb. coloq. Ser semejante o muy parecido a ella.




sábado, 22 de junio de 2013

Espejismo

Es habitual, en verano, al circular por rutas asfaltadas, observar un fenómeno conocido como “espejismo”. Puede verse también en algunas playas, cuando el sol es muy intenso y la arena seca está a muy alta temperatura, tanto que nos quema los pies si caminamos descalzos sobre ella. 

Este fenómeno se presenta a la vista como si delante de nosotros, a algunas decenas o incluso hasta varios cientos de metros, cuando al mirar la arena o el asfalto caliente, tenemos la sensación de estar viendo agua a lo lejos. Pero lo que vemos en realidad no es más que el reflejo del cielo, que al ser azul claro se parece a un gran charco de agua. 




La explicación de este fenómeno, es que las capas de aire caliente (las más próximas al suelo), tienen un índice de refracción menor que las que están más lejos y por eso van curvando la dirección de la luz, hasta que el ángulo supera al límite, produciendo la reflexión total. 




Un rayo de luz reflejado por un objeto lejano que va hacia abajo, y en la dirección del observador, va experimentando refracciones sucesivas al atravesar las distintas capas de aire; su inclinación hacia el suelo es cada vez menor y, tras llegar a la horizontal, el rayo sufre nuevas refracciones, aunque esta vez hacia arriba. Así es como, tras haber descrito una trayectoria curva de convexidad dirigida hacia abajo, llega al ojo del observador, que ve en el suelo (espejismo inferior) una imagen poco neta del objeto. Ahora bien, como otros rayos de procedencia real llegan también directamente al ojo del observador, éste tiene la impresión de ver a la vez el objeto (por ejemplo, una palmera en un desierto) y, al pie del mismo, una segunda imagen invertida, como si esta palmera se reflejara en una superficie líquida inexistente. Por tanto, en las horas más calurosas del verano, la imagen del cielo parece venir del asfalto de la carretera caliente, a la vez que ésta parece mojada o encharcada para el observador.

viernes, 21 de junio de 2013

Los quilates y el oro



QUILATES

Los antiguos griegos empleaban la semilla del algarrobo como unidad de medida para pesar joyas y piedras preciosas, debido a la uniformidad de peso que le atribuían. 
El algarrobo se llamaba en griego 'keration', por lo que esta palabra se empleaba también como unidad de peso de las gemas; un keration equivalía al peso de una semilla. Cuando los árabes adoptaron esa unidad de peso, su nombre se convirtió en quirat, que en español pasó más tarde a quilate.

Actualmente, quilate tiene dos denotaciones diferentes: el quilate de joyero y el de orfebre. El primero es una unidad de masa equivalente a 1/140 de una onza, lo que representa unos dos décimos de gramo. En cambio, el quilate de joyero, que expresa la cantidad de material precioso contenida en una aleación, equivale a 1/24 del total del material o, lo que es lo mismo, un 4,167%. De esta forma, una pieza de veinticuatro quilates está constituida por oro puro, mientras que una de dieciocho quilates tiene una pureza de 75%.

El quilate indica la relación del oro con otros metales. El número máximo de quilates de oro es 24, que hace referencia a una aleación de oro de 999 milésimas. El contenido de oro en 24 quilates es del 99,9%. El oro de 24 quilates se conoce también como oro puro (oro de ley). Hay artículos con diferentes números de quilates, si bien solo unos cuantos son comunes. En España, las joyas con gran contenido en oro son de 18 quilates. Esta aleación corresponde a 750 milésimas de oro con un contenido de oro del 75,0%. 14 quilates son 585 milésimas de oro y un contenido en oro del 58,3%. El oro de 9 quilates tiene un contenido en oro del 37,2%. Las joyas con un sello de contraste de 333 milésimas contienen 8 quilates de oro y un contenido en oro del 33,4%.

En otras palabras, el quilate hace referencia a la proporción de oro puro que contiene cualquier pieza de joyería. Para definir su pureza, el peso total de una joya se divide en 24 partes iguales. Si toda la pieza es de oro puro, sin aleación con ningún otro metal, se dirá que la pieza es de oro de 24 quilates, es decir las 24 partes en que se dividió el peso total son de oro puro. Pero, por ejemplo, si resulta que al analizar la pieza esta solo contiene la mitad de su peso en oro puro se dirá que es de 12 quilates. O, si en cambio, el oro puro que contiene la pieza pesa el equivalente al 75% del peso total de la joya, sabríamos que se trataría  de una joya de oro de 18 quilates. Y así sucesivamente.


SELLOS DE CONTRASTE

Un contraste o sello de contraste es una marca que se graba en los objetos realizados con metales preciosos como garantía de su pureza. Son cincelados con un punzón en los objetos de oro, plata o platino por un taller o laboratorio oficialmente acreditado para realizar contrastes de pureza química sobre las muestras de metal. Estas marcas se estampan en lugares poco visibles del objeto y en caso de que este tenga piezas desmontables o independientes como tapa, asas, etc, deben estar presentes en cada parte de metal noble.

La normativa difiere según los países y las distintas tradiciones pero generalmente consiste en una marca indicando la pureza o calidad del metal. A esta se le pueden añadir otras como la del fabricante, la autoridad reguladora y en países como Francia y Gran Bretaña un sistema para fechar las piezas. En la actualidad hay un esfuerzo por normalizar las regulaciones en los distintos países para favorecer el control y el comercio internacional.

Si bien las primeras marcas de control se han hallado en piezas bizantinas del siglo IV, la primera normativa europea apareció enFrancia con el Estatuto de Orfebres de 1260, promulgado por Etienne Bouleau, preboste de París durante el reinado de Luis IX.

El contraste es obligatorio para todas las piezas de metal noble que tiene que ser vendidas como joya y consta de tres pequeñísimas marcas; la primera nos dice la pureza del oro, por ejemplo 750 (750 milésimas), nos indica que el oro tiene 18 quilates, la segunda marca nos indica el laboratorio oficial donde se ha hecho el análisis de su pureza y la tercera marca es la del artesano, (para ver los contrastes, hay que utilizar una pequeña lupa de 10 aumentos mínimo)

En muchos casos y con el fin de ahorrar el impuestos estatales, costes de análisis y otros costos, se venden algunas piezas sin contrastar o sólo llevando el contraste del artesano. Esto en teoría no está permitido por la ley, pero en el caso de que el comprador lo acepte por total confianza con el vendedor, debe exigirle una pequeña rebaja en el precio y no estaría mal que disponga de una "piedra de toque", para poder comprobar personalmente la calidad de la pieza que ha comprado.
La ley nacional de la mayoría de los países exige que las piezas de oro estén marcadas e indiquen los quilates y la pureza del metal. En otros países, la ley exige que una parte imparcial, en general una Entidad Certificadora, examine todas las alhajas y les brinde su aval. De acuerdo con la página web World Gold Council, la marca de la Entidad Certificadora, incluyendo los quilates o la pureza, y el símbolo del fabricante conforman el sello de contraste.

La marca de contraste muestra el grado de pureza de los metales preciosos. Mientras que las piezas de joyería tienen casi siempre una marca de contraste, los lingotes y monedas rara vez la presentan. Mediante el contraste se reconoce de qué material está hecho el objeto marcado con él. En España, Alemania, Austria y Suiza y en casi todos los países europeos la marca de contraste es una garantía de pureza.

Los sellos de contraste se han utilizado en Inglaterra y Francia como indicadores de la pureza o la calidad de los artículos hechos de metales preciosos desde el siglo XIV. La mayoría de los demás países europeos también utilizan sus propios sellos. El sello garantiza que la joya en cuestión contiene en efecto oro. Asimismo, los sellos en las alhajas antiguas le pueden brindar a un experto información acerca del país de origen y la fecha de fabricación de la pieza. Puedes consultar fuentes impresas o en línea para identificar los diferentes sellos de contraste. Sin embargo, antes de comenzar, es importante que comprendas de dónde vienen las marcas, qué significan y qué incluyen.

El término que se utiliza para designar a estos sellos de contraste en inglés, "hallmark", proviene de London's Goldsmith's Hall of the Worshipful Community of Goldsmiths, donde se crearon los sellos de contraste en Gran Bretaña. Ya en el siglo XIII, los ingleses habían introducido un sistema legal de marcación. Los sellos originales representaban solamente la pureza del metal, y con el tiempo, a medida que el sistema fue avanzando, se añadieron otros tipos de marcas.

Los sellos de contraste británicos incluyen una marca de pureza, el sello de una entidad certificadora, una letra que representa la fecha y, en general, la marca del fabricante (el orden de todos estos símbolos es arbitrario). Entre 1798 y 1975, se utilizaba una corona además del indicador de quilates (que se abreviaba "c" o "ct" por su nombre en inglés) para representar la pureza del oro. En Escocia, se utilizaba un cardo en lugar de una corona. Entre 1798 y 1854, solo las piezas de 18 y 22 quilates eran legales y susceptibles de ser marcadas con sellos de contraste. Entre 1854 y 1932, se añadió la pureza representada en miles. Sin embargo, el sello de contraste francés, que es más habitual, es el más fácil de reconocer. Se trata de la cabeza de un águila, que se utilizó desde 1838 e indica la presencia de oro de 18 quilates, de acuerdo con el sitio web Modern Silver Magazine.

Un aspecto complejo del sistema de sellos de contraste de Gran Bretaña es la utilización de letras que representan fechas para determinados ciclos de sellos en los diferentes lugares. Las letras comienzan con la "A" y continúan hasta la "Z" (aunque, en algunos casos, no aparece la letra "J" o la enumeración no continúa hasta la "Z"). El estilo de letra, la forma y el fondo son diferentes en cada ciclo. A fin de poder interpretar las letras que representan las fechas, puedes consultar una edición de bolsillo del libro "British hallmark". De acuerdo con Modern Silver, solo necesitas determinar el lugar donde fue certificado y buscar la letra en el cuadro que corresponde a esa ciudad.


Marca de contraste en oro (sello)

SelloQuilatesPorcentaje de oro de ley
3338 quilates33,30 %
58514 quilates58,50 %
75018 quilates75,00 %
99924 quilates99,90 %


Marca de contraste en plata (sello)

SelloPorcentaje de plata de ley
75075,00 %
80080,00 %
83583,50 %
90090,00 %
92592,50 %
99999,90 %

Objetos sin marca de contraste (sin sello)

Los objetos no marcados con un contraste puede también estar hechos de oro o plata de alta calidad. Antiguamente muchas joyas de oro no se marcaban para evitar los aranceles en la importación. 



¿CÓMO SABER SI ES ORO?

Inspección visual

Lo primero que debes hacer para comprobar si la pieza es de oro es examinarla con cuidado. Busca señas que identifiquen que es oro genuino.
  1. 1
    Inspecciona la pieza y busca marcas oficiales. Un sello oficial debería indicar la pureza del oro (1-999 ó .1-.999) o los quilates (10K, 14K, 18K, 22K ó 24K). Cualquier pieza que contenga menos de 10 quilates no se considera oro genuino, pues contiene menos del 40% de oro. Si usas una lupa te será más fácil.
    • Una pieza antigua pudiera haberse desgastado y no mostrar marcas oficiales.
    • Las piezas falsas también suelen tener marcas para que parezcan auténticas. Quizá hagan falta más comprobaciones.
  2. 2
    Busca señales de decoloración. Es importante comprobar si la pieza está perdiendo el color, especialmente en las zonas donde sufre más rozamiento y desgaste (Como los bordes)
    • Si el oro parece estar desgastándose y se ve otro metal por debajo, probablemente lo que tienes entre manos está simplemente bañado en oro.

La prueba de la mordedura

Seguro que has visto en alguna película cómo un buscador de oro muerde una pepita de oro para comprobar si es real. También hemos visto cómo los ganadores en las olimpiadas muerden la medalla cuando la reciben.
  1. 1
    Muerde la pieza de oro.
  2. 2
    Sigue mordiéndola por un poco de tiempo, quizá un par de minutos. Esto permite que tu saliva interaccione con el oro y lo ablande.
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    Examina la pieza para ver si han quedado marcas. En teoría, el oro real debería mostrar marcas de la mordedura. Cuanto más profundas sean las marcas, más puro es el oro.
    • Esta prueba no es muy recomendable, pues pudieras dañar tus dientes. Además, el plomo es aún más blando que el oro, y una pieza de plomo bañada en oro pudiera parecer oro real.

La prueba del imán

Esta prueba es sencilla, aunque no es completamente certera para determinar si la pieza es de oro puro. No se debe usar un imán pequeño como el que se coloca en la refrigeradora. Es mejor usar uno potente como el de un altavoz de una radio, un bolso de mujer o los que venden en las ferreterías.
  1. 1
    Acerca el imán al objeto que quieres comprobar. El oro no es un metal magnético, así que si el imán lo atrae, o se pega fuertemente, es oro falso. De todos modos, el que no reaccione a la atracción del imán no significa que sea oro puro, pues se pueden usar otros metales no magnéticos para hacer piezas de imitación.

La prueba de densidad

Hay pocos metales que sean más densos que el oro. La densidad del oro puro de 24 quilates es aproximadamente de 19.3g/ml, lo que es mucho más que la mayoría de metales. Medir la densidad de la pieza puede ayudarte a saber si es oro o no lo es. Como regla general, cuanto más densa sea la pieza, más puro es el oro. Esta prueba no debería realizarse con anillos u otros objetos que tengan joyas engarzadas. Lee la sección Advertencias para encontrar información importante respecto a la prueba de densidad.
  1. 1
    Comprueba el peso de la pieza. Si no tienes tu propia báscula de precisión, o una balanza, puedes pedir en una joyería que pesen la pieza y, normalmente, lo harán gratis.
  2. 2
    Llena una probeta con agua.
    • Es muy útil que la probeta, o el recipiente transparente que uses, tenga una graduación en mililitros. Así te será más fácil hacer la medición para esta prueba.
    • No importa la cantidad de agua que uses en el recipiente, mientras pueda cubrir la pieza. El agua subirá de nivel cuando sumerjas la pieza.
    • Es muy importante averiguar el nivel exacto del agua antes y después de sumergir la pieza.
  3. 3
    Sumerge la pieza en la probeta. Anota el nivel de agua, y calcula la diferencia entre el anterior y el nuevo en mililitros.
  4. 4
    Usa la siguiente fórmula para calcular la densidad. Densidad= Masa / Volumen de agua desplazado. Un resultado cercano a 19 gramos/ml indica que la pieza es de oro real, o de un material con una densidad muy similar a la del oro. Aquí tienes unos ejemplos prácticos.
    • La pieza pesa 38gr y desplaza 2 mililitros de agua en la probeta. Usando la fórmula de masa (38g) / Volumen desplazado (2ml), el resultado es 19g/ml, lo cual está muy cerca de la densidad del oro.
    • Ten en cuenta que las diferentes calidades de oro tienen diferente densidad en g/ml:
    • 14K – 12.9 a 14.6 g/ml
    • 18K amarillo – 15.2 a 15.9 g/ml
    • 18K blanco – 14.7 a 16.9 g/ml
    • 22K – 17.7 a 17.8 g/ml

La prueba de la cerámica

Esta es una manera sencilla de comprobar si la pieza realmente es de oro. Ten en cuenta que el objeto pudiera arañarse.
  1. 1
    Consigue una pieza de cerámica sin cristalizar (vitrificar). Puedes comprar una pieza cualquiera de cerámica para el suelo en una tienda de construcción.
  2. 2
    Frota el objeto contra la cerámica. Una raya negra indica que la pieza es de oro falso. Si la raya es dorada, el oro es de verdad.

La prueba con Ácido Nítrico

¿Has oído la expresión “prueba ácida”? Pues viene de esta prueba, que es excelente para saber si lo que tienes entre manos es oro de verdad. De todos modos, conseguir el ácido es difícil, y hay riesgos de seguridad al hacer esto en tu casa. Por eso, deberías pensar en pedirle a un joyero cualificado que realizara esta prueba por ti.
  1. 1
    Coloca el objeto de oro en un recipiente pequeño de acero inoxidable.
  2. 2
    Pon un poco de ácido en el recipiente y observa si hace reacción.
    • Si la reacción resulta en un líquido verde, el objeto es de un metal básico o solamente bañando en oro.
    • Si el color resultante es blanquecino, la pieza muy probablemente es de plata bañada en oro.
    • Si no hay ninguna reacción, quiere decir que la pieza es de oro genuino.

martes, 18 de junio de 2013

Un zorro entre otros cien mil semejantes.


-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!

-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
-¡Ah, perdón! -dijo el principito.
-¿Qué significa "domesticar"?
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.

-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!



El principito
Antoine de Saint-Exupéry

lunes, 17 de junio de 2013

Zalamería



D.R.A.E. Zalamería

1. f. Demostración de cariño afectada y empalagosa.

Sinónimos: coba, cumplido, arrumaco, amabilidad, halago, carantoña, obsequiosidad, cortesía, galantería, lisonja, disposición, atención...

La palabra árabe salam significa 'paz' y se usa con preferencia en saludos afectados y exagerados, como sugiere el vocablo español zalama, que se emplea, precisamente, para referirse a ese tipo de saludos. El individuo que es dado a zalamas, o sea, a ofrecer saludos cargados de adulonería, es llamado zalamero. 

Salam, que está también en el nombre del Islam, se usa en el saludo árabe salam alaykum, a partir del cual se formó en el portugués de Brasil el vocablo salamaleque, con el mismo significado que zalama o zalamería. 

Podemos ver un ejemplo del uso de zalamero en La historia de las cuevas de Salamanca (1733), de Francisco Botello de Moraes: 

Fue lucido y agradable el agasajo: y mostró Morgana más que ordinario amor a Brujilo, porque el pícaro era hermoso y zalamero. Y aun Brujilo se enamoró de ella con tal pasión que estuvo resuelto a dejarlo todo por quedar en su compañía.

Fuente: Ricardo Soca. 

viernes, 14 de junio de 2013

Juan Sin Miedo

Hoy aparqué la ciencia y las letras para grabaros este audio-cuento de Juan sin miedo, está dedicado a todos vosotros, niños pequeños de habla hispana, que sufrís vuestra enfermedad en hospitales de todo el mundo.

Que tengáis ¡¡¡Bonitos sueños¡¡¡¡


jueves, 13 de junio de 2013

La luz 'V'. Reflexión cuántica.

¿En qué consiste una reflexión especular a nivel cuántico?



Cuando te ves reflejado en un espejo, sabes que la luz procedente de una fuente luminosa (el Sol, un fuego, una bombilla, etc.),  primero ha golpeado tu cuerpo y luego se ha dirigido hacia dicha lámina especular, en donde ha colisionado con su brillante superficie y ha conformado en ella un reflejo consecuente de tu propia imagen. Y, según nos enseñaron en la escuela, el proceso continúa haciendo que la luz que rebotó en el espejo vuelva a ti, por fin, y termine impactando en la superficie de las retinas de tus ojos, en dónde, tras excitar a unas determinadas neuronas, se transformará en un tren de impulsos eléctricos que producirán una imagen que será decodificada e interpretada por tu cerebro.
De esta forma, como todos lo aprendimos el el colegio, nos imaginamos a la luz como un chorro de bolitas microscópicas de energía, que van a toda velocidad hacia el espejo, y rebotan en él como las bolas de billar rebotan contra las bandas de la mesa, volviendo hacia nuestros ojos. Pero… no es eso lo que sucede en realidad.

Veréis, un fotón de luz es algo increíblemente inexplicable, pequeño e insubstancial. No puedes sentirlo, ni tocarlo, ni casi pensarlo, diría yo. Es tan inimaginable como lo es también un átomo cualquiera de los que componen el espejo al que nos estamos refiriendo.


También sabemos que cada uno de esos átomos ocupa en realidad  un vasto espacio vacío, con sólo  algunos minúsculos e insustanciales componentes distribuidos en su seno. Y, en algún lugar, cerca del centro del átomo, existe algo a lo que llamamos núcleo (compuesto de quarks, que a su vez conforman protones y neutrones), es la parte más grande y pesada de toda la estructura atómica, y aún así, el núcleo es tan pequeño, comparado con el total del espacio ocupado por todo el átomo, que se le podría comparar con una pequeña mosca que revoloteara en el centro de una catedral (Ernest Rutherford, el hombre que descubrió la estructura atómica, lo describía como: "un mosquito en el Albert Hall de Londres"). 

¡¡¡Tan grande es el espacio vacío de un átomo en proporción a su tamaño total!!!.

Y, en algún lugar alrededor de la periferia de ese vasto espacio vacío, están los electrones, que son muchísimo más pequeños que el referido núcleo, y están siempre en movimiento alrededor de aquel. Aunque aún no sabemos exactamente cómo se mueven y dónde están, pero podemos imaginarlos como extensas nieblas, (más o menos densas en función de otros parámetros en los que ahora no abundaremos), que se mueven de forma fantasmagórica y se esparcen a unas ciertas distancias del núcleo, en función de las órbitas que ocupan.


Pero ¿Que hace entonces nuestro fotón cuando llega al espejo procedente de un impacto contra nuestro cuerpo? ¿Contra qué rebota exactamente, si es que rebota, como si fuera una bola de billar cuando los golpea? O, ¿no golpea en realidad? ¿Choca contra un núcleo? Si así fuera la inmensa mayoría de fotones atravesaría el átomo sin colisionar, y  todos los materiales serían transparentes, incluyéndonos a nosotros mismos que seríamos invisibles, puesto que únicamente una minúscula fracción de luz (sólo unos pocos fotones) rebotarían contra él haciéndonos visibles.

Y, entonces, si los fotones no chocan contra los núcleos, ¿pueden rebotar contra las nubes fantasmagóricas de electrones? Bueno, posiblemente sí podrían hacerlo, pero siendo ambos tan pequeños e insustanciales ¿por qué iban a rebotar comportándose como bolas de billar?

Pues bien, de hecho la luz no rebota en absoluto contra los núcleos, ni tampoco contra los electrones de los átomos, es decir: ni contra nosotros, ni contra el espejo. Lo que sucede realmente es que: la luz, que es energía electromagnética, en la medida en que su campo eléctrico se aproxima a un electrón, comienza a interactuar con él. El electrón absorbe al fotón, se lo traga literalmente, y adquiere su energía; hace lo que se llama: dar un salto cuántico. Y, como los electrones que gozan de, o están en, estados de energía más elevados son mucho más inestables, pues rápidamente (nuestro electrón energizado) cambia de lugar en el átomo y, a la vez que salta a una nueva órbita, genera (vomita) un nuevo fotón de luz, porque la reacción inmediata del núcleo del átomo será atraer el electrón para incorporarlo de nuevo a su órbita original. Y en el preciso instante en que el electrón regresa a su órbita, la energía extra que adquirió, al pasar de un nivel inferior a otro nivel superior de energía u órbita más externa, se libera en forma de fotón de luz.




Es ese nuevo fotón es el que sale disparado desde nuestra piel, o nuestra ropa, y se dirige a la superficie del espejo, en donde se realiza la misma operación, lanzándose otro nuevo fotón que viaja hacia nuestros ojos para configurar una imagen eléctrica que es interpretada, a su manera, por nuestro cerebro. 
Es decir, los fotones "reflejados" son en realidad fotones nuevos.

<< No son los mismos fotones que llegaron a nosotros procedentes de una fuente luminosa y luego viajaron tras rebotar en el espejo a nuestras retinas, sino que son fotones nuevos que surgieron en cada nuevo impacto de la luz sobre un átomo cualquiera de la materia que nos rodea. >>

sábado, 8 de junio de 2013

Yo, señor, no soy malo.



"Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya".

<La familia de Pascual Duarte>
Camilo José Cela 

jueves, 6 de junio de 2013

Tiquismiquis




D.R.A.E.

tiquismiquis. (Del lat. macarrónico tichi michi, alterac. vulg. de tibi, michi, [lat. mihi], para ti, para mí).

1. m. pl. Escrúpulos o reparos vanos o de poquísima importancia.
2. m. pl. coloq. Expresiones o dichos ridículamente corteses o afectados.
3. com. Persona que hace o dice tiquismiquis.

Alguien podría pensar que los monjes medievales, encerrados en sus monasterios, con el pensamiento limitado por los muros de la filosofía escolástica, mantenían entre sí conversaciones triviales, limitadas a la vida cotidiana. La expresión discusión bizantina o bizantinismo alude a las discusiones vacías que algunos afirman que eran comunes en la Iglesia en los tiempos del Imperio Romano de Oriente. Se dice que, cuando los otomanos estaban a punto de tomar Bizancio, los dignatarios eclesiásticos y los gobernantes estaban ocupados en discutir el sexo de los ángeles. 

En esas discusiones se hizo habitual la expresión tichi michi 'para ti, para mí' en latín vulgar, formada a partir del latín clásico tibi, mihi. A partir de mediados del siglo XVII, se registra en español el vocablo tiquismiquis para referirse a «reparos o escrúpulos por motivos de ínfima importancia» o a «modos corteses ridículamente afectados». 

Decimos de una persona que es ‘tiquismiquis’ cuando es excesivamente meticulosa, remilgada, melindrosa, pejiguera, meticulosa, puntillosa, maniática y/o escrupulosa.
Encontramos la primera constancia escrita de esta curiosa palabra en 1615, en un texto de Cervantes, y actualmente se emplea con bastante frecuencia.
Un ejemplo de uso lo encontramos en este texto del escritor argentino Manuel Mujica Lainez, en su novela El escarabajo (1993): 

[...] tales extravagancias se debían al nepotismo resultante del cercano parentesco que unía a Morgana y Arthur, y a gruñir que cuando ellos desembarcaron no habían sido objeto de tantas urbanidades y tiquismiquis, no obstante la superioridad de la imperial jerarquía, pero Carolus cortó, colérico y enigmático, sus refunfuños, vociferando que se acordase de que los recién llegados eran ingleses.

Fuente: Ricardo Soca.