domingo, 28 de septiembre de 2014

Los logros del hombre moderno, y su prometedor devenir...



La vida, junto con la inteligencia implícita en ella, tardó más de quinientos millones de años en surgir de forma espontánea en nuestro planeta. Cuatro mil millones de años después de ese momento crucial, la forma de vida terrestre más avanzada: El Hombre, ha conseguido abandonar la biosfera, flotar libremente en el vacío interplanetario, hoyar incluso la superficie de nuestro satélite, y regresar sano y salvo a la acogedora superficie de la Madre Tierra. Es más, incluso, en breve, será capaz de dominar y canalizar en su propio beneficio la energía del cosmos y de manipular a su antojo la forma y duración de su propia existencia.
Si, haciendo un ejercicio de imaginación, en vez de años utilizamos metros para representar la edad de la Tierra, comprenderemos más fácilmente el tiempo que ha necesitado la vida para, partiendo de la nada, llegar a realizar esas y otras hazañas. 
Así, realizando la transformación de unidades referida, la edad total del Universo (en kilómetros en vez de en milenios) equivaldría a trece millones setecientos mil kilómetros (la novena parte de la distancia total entre la Tierra y el Sol). Y la edad de la Tierra mediría un tercio de esa longitud, es decir cuatro millones quinientos mil kilómetros aproximadamente.
La aparición del antecesor común de los primeros humanoides, bonobos y chimpancés, habría de colocarse al final de esa extensísima línea imaginaria de más de 35 veces la distancia de la Tierra a la Luna, ocupando un pequeño segmento de tan solo unos seis mil kilómetros, la distancia entre Madrid y Teherán (Irán).
El periodo de existencia de los primeros “homos”, considerados como tales porque ya caminaban erguidos, habría de dibujarse sobre el extremo de la línea ocupando un segmento de dos mil kilómetros de longitud (imaginad lo que supone esa distancia, equivalente a la existente entre Madrid y Berlín, comparada con la distancia entre la Tierra y el Sol dividida por nueve). 
Y todo el periodo en el que ha existido el Homo Sapiens, correspondería a un ínfimo segmento de doscientos cincuenta kilómetros sobre esa recta imaginaria de trece millones setecientos mil kilómetros de longitud (algo así como un par de cientos de kilómetros frente a trescientas cuarentas vueltas al planeta).
La agricultura y la ganadería (que habrían surgido hace solo ocho kilómetros atrás, contando desde el final de la línea) habrían dado lugar, debido al excedente de alimentos, al surgimiento de las clases sacerdotales y gobernantes y a la división del trabajo. Así surgieron las primeras civilizaciones: Sumeria hace cuatro mil metros y Egipto y El Valle del Indo hace tres mil. 
Inmediatamente después aparece el Hinduismo, la religión más antigua de todas las existentes en el planeta, y se inventa la escritura, que da lugar a la transmisión cultural. A partir de ese momento los humanos ya no tienen que dedicar todo su tiempo a la supervivencia y se empiezan a dedicar a la búsqueda del conocimiento y la sabiduría, aparece la ciencia, surge el comercio, y con él las guerras, y se empiezan a formar los primeros imperios: Oriente Medio, China, Irán y Grecia (hace de esto último solo dos mil quinientos metros). 
Después, hace algo menos de seiscientos metros, da comienzo el Renacimiento en Italia y la ciencia comienza a avanzar de manera exponencial, dando lugar a la revolución científica e Industrial. 
A partir de ahí, en los últimos veinte o treinta metros, después de trece mil setecientos kilómetros, el ser humano ha comenzado una vertiginosa carrera hacia una nueva forma de existencia en la que el hombre comienza a tomar las riendas del Universo. 
En tan solo tres o cuatro decenios (equivale a decir: en tan solo unos pocos milímetros, después de casi catorce kilómetros) la inteligencia, a través de la vida en nuestro planeta Tierra, por fin es capaz de clonar seres; entender y manipular el ADN y los telómeros de los cromosomas; realizar con éxito trasplantes de órganos entre seres vivos;  procrear mediante fecundación in vitro, prescindiendo del sexo; viajar y enviar ingenios a lo largo y ancho del vasto Sistema Solar, y aún más allá; interpretar el pasado del Universo escrutando el Cosmos con poderosos telescopios; fisionar los átomos pesados para aprovechar su energía interna (en breve también se hará realidad la  fusión nuclear, que conseguirá obtener ingentes cantidades de energía libres de la temida radioactividad); crear y combinar nuevos elementos químicos, inéditos e inexistentes en la naturaleza; construir nano-materiales, y microscópicas nano-máquinas capaces de operar con efectividad en el interior de las células; y muchísimo más… 
Quien sabe hacia dónde nos dirigimos. La inteligencia y la vida impulsan ahora a la humanidad a toda velocidad para que el hombre moderno dé paso a otro tipo de ser muy diferente al homo sapiens sapiens actual, muchísimo más evolucionado, infinitamente más poderoso y seguramente también más bondadoso, generoso y cooperador. Un ser puramente espiritual que trascenderá a la materia y existirá en un estado muy diferente al que nosotros estamos sometidos en la actualidad. 
Pero para ello habrán de transcurrir quizás miles de millones de años aún. Desde luego nosotros, los nacidos a lo largo de los dos últimos siglos (y Misao Okawa, la mujer que nació a finales del siglo XIX, más exactamente el cinco de marzo de 1898, y aún vive al parecer) es seguro que no conoceremos esa realidad.

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