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Hasta la fecha se conocen cuatro tipos de agujeros negros en
el universo:
- Microagujeros negros, existentes solo en el ámbito de la mecánica cuántica.
- Agujeros negros estelares (entre tres y cien veces más masivos que nuestra estrella). Podría haber millones de ellos solo en nuestra galaxia, La Vía Láctea.
- Agujeros negros de masa intermedia (desde cien a un millón de masas solares). De los cuales aún no existen evidencias definitivas de su existencia.
- Agujeros negros supermasivos. Son millones o miles de millones más masivos que el Sol y se encuentran en el centro de las galaxias. Un ejemplo de ellos es Sagitario A, un gigante situado en el centro de nuestra Vía Láctea que cuenta con una masa aproximada de cuatro millones de soles y un diámetro equivalente a la distancia entre la Tierra y el Sol.
Un cuásar o quasar (acrónimo de “fuente de radio cuasiestelar”
y en inglés “quasi-stellar radio source”) se forma cuando un agujero negro
supermasivo, gracias a la gigantesca deformación que es capaz de generar en el
tejido espacio-temporal que ocupa, comienza a absorber materia cercana a él.
Cuando esto sucede, las partículas de polvo y gas, que son poderosamente atraídas
por la inmensa gravedad del gigante, antes de caer en su interior y debido a su
elevadísima velocidad (más de cinco mil kilómetros por segundo), se ven
obligadas a girar vertiginosamente alrededor de la estrella negra, conformando
un anillo de materia caliente y brillante, llamado disco de acreción, en cuyo
interior los átomos alcanzan temperaturas de miles de grados y emiten (por efecto
de la velocidad y la temperatura) inmensas cantidades de radiación en forma de
fotones súper energéticos.
Los quásares más brillantes que podemos observar en la
actualidad se encuentran en el interior de galaxias situadas a más de diez mil
años luz. Estas galaxias se formaron en épocas muy tempranas del universo y
ahora nos está llegando su luz. En aquel tiempo remoto, algunos miles de
millones de años después del Big Bang, todo estaba lleno de polvo y gas, es por
esto que los quásares más alejados, y por tanto más antiguos, disponían de
tanto material para alimentar sus discos de acreción. En agujeros negros más
modernos, como es el caso de Sagitario A, apenas existe materia cerca de su
horizonte de sucesos.
Algunos quásares supermasivos (aproximadamente el diez por
ciento de ellos), si la rotación de su agujero negro lo favorece, generan
inmensas líneas de campo magnético que se retuercen y giran a altísima
velocidad en torno a sus dos polos magnéticos. En estos casos gran parte del
gas que gira a lo largo del disco de acreción es lanzado a casi la velocidad de
la luz hacia el interior de estas potentísimas líneas de campo, formando así dos
chorros opuestos de materia brillante incandescente que se extienden a muchos años
luz de distancia del quásar.
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