A finales del siglo XIX Rayleigh y Jeans, dos científicos británicos, habían unificado
las leyes de radiación en una sola ley universal:
“La intensidad de la radiación emitida por un cuerpo calentado es directamente proporcional a su temperatura absoluta e inversamente proporcional al cuadrado de la longitud de onda de la luz que emite”
Aunque, en principio, parecía que esta ley se cumplía experimentalmente sin reservas, más tarde se comprobó que, en realidad, funcionaba únicamente en la parte del espectro visible en el que las ondas de luz son más largas, es decir en la zona de rojos y amarillos.