Al final del Medievo, las mujeres europeas, especialmente las españolas, acostumbraban a usar faldas hechas con un trozo de tela cuadrado de lienzo, o cualquier otro tejido, en el que practicaban una abertura ovalada o circular en el centro por la cual se introducían en la prenda. Alrededor de esta abertura cosían un dobladillo, por el interior del cual pasaban un cordón que tensaban para sujetar la prenda a la cintura.
La tela, al ser cuadrada, lógicamente contaba con cuatro esquinas que caían graciosamente por los cuatro costados de la mujer hasta el suelo: los llamados "picos". Estos, al estar situados en la parte más baja de la falda, arrastraban por los suelos y se deshilachaban frecuentemente y, para evitarlo, las mujeres solían forrarlos con telas gruesas más resistentes, para que aguantasen por más tiempo el roce sin deteriorarse.
Según algunos historiadores, al parecer, Carlos III, como deferencia hacia algunas damas de clase alta que habían sido vilipendiadas y afrentadas por la soldadesca, al ser confundidas con prostitutas mientras paseaban, decretó que, para evitar definitivamente dichos malos entendidos, las mujeres de "mala vida" del reino luciesen obligadamente los picos de sus faldas de color pardo oscuro, a diferencia de las que no eran de tal condición, que habrían de lucirlos en tonos más claros.
Consecuentemente, a partir de ese momento, los hombres comenzaron a referirse a sus visitas a prostíbulos como: "ir con las de los picos pardos".
Mas tarde la frase se comenzó a ser usada por ambos sexos para salir de fiesta o irse de parranda, con personas del mismo u otro sexo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario