domingo, 17 de noviembre de 2013

¿Por qué nos resfriamos cuando hace frío?



Todos, antes o después y casi con toda seguridad, hemos padecido en alguna ocasión, o habremos de padecer a lo largo de nuestras vidas (sobre todo durante los fríos periodos invernales), los infortunados efectos adversos de alguna que otra inoportuna e ingrata infección gripal o, si no, cuando menos y con más probabilidad aún, habremos sufrido las infaustas consecuencias (mucho más moderadas éstas que aquellas) de más de uno de esos molestos y humorosos resfriados del tipo llamado “común”.

Y, seguramente también, todos nos hemos preguntado  ¿por qué es más fácil contraer esas enfermedades cuando hace frío que cuando no lo hace?

Pues bien, es bien conocido por todos que el resfriado común y la gripe son infecciones producidas por virus que, al contrario que las bacterias, son entidades inmunes e insensibles a la acción destructora de los antibióticos.

La gripe es una enfermedad respiratoria aguda causada por el virus “Influenza”. Se contagia por medio de las gotitas procedentes de la tos y estornudos de las personas infectadas.

El resfriado común es también una infección vírica de las vías respiratorias altas provocada por un rinovirus. Existen más de 200 tipos de virus que pueden causar el resfriado.

En general, un virus es un agente infeccioso microscópico, acelular, que sólo consigue multiplicarse (el único fin de su existencia) dentro de las células de otros organismos. Su nombre proviene del latín ‘virus’, que hace referencia al veneno, o alguna sustancia nociva.
Los virus, que se hallan en casi todos los ecosistemas de la Tierra y son capaces de infectar a plantas, animales, e incluso a bacterias, se diseminan de muchas maneras diferentes,  y cada tipo de virus tiene un método distinto de transmisión.

Los virus se componen de tres partes: 
  • Su material genético (en forma de ADN o de ARN).
  • La cubierta proteica, o cápside (que envuelve y ampara dicha información hereditaria).
  • Una bicapa lipídica que los rodea exteriormente y los defiende de agentes hostiles, cuando se encuentran fuera de una célula. 


Pero, volviendo a la cuestión que nos ocupaba al inicio, y para intentar responder a aquella primera pregunta, en primer lugar, debemos tener en cuenta el hecho de que, en invierno, cuando más frío hace, las personas siempre tendemos a permanecer más tiempo dentro de locales cerrados y viviendas y, por consiguiente, en esas condiciones debemos estar más próximos los unos a los otros, exponiéndonos mucho más así a toses y estornudos de individuos que, de estar infectados, nos contagiarán indefectiblemente la enfermedad.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta otro hecho importante: los lípidos de la bicapa que envuelve a los virus y les protege de agentes externos nocivos para ellos, se hace más fuerte y consistente cuanto más frío está el medio en el que se encuentran. Por tanto, según aumenta la temperatura del medio, dicha bicapa lipídica se hace cada vez menos consistente, llegando  incluso a hacerse casi líquida a partir de temperaturas mayores de 25 grados, lo que les deja totalmente indefensos antes de que logren alcanzar el organismo huésped en el que pretendían penetrar para reproducirse. No ocurre así en ambientes fríos y húmedos donde, los rinovirus, se hacen fuertes y prosperan con facilidad, haciendo que la probabilidad de infección aumente.

En tercer lugar, y esto también es importante tenerlo en cuenta para la prevención de la enfermedad,  los científicos han probado, mediante estudios realizados en grupos de pacientes en diversas circunstancias, que el cansancio, en personas que padecen estrés y no duermen lo suficiente, multiplica por tres las posibilidades de supervivencia de los virus en el interior de esos organismos afectados. 

Por último, hay destacar (como causa principal que favorece el desarrollo de gripes y resfriados) que el organismo humano, cuando está expuesto a temperaturas bajas (ya sea por aire frío, o por humedad que resta calor a la piel) procura siempre contraer los vasos sanguíneos de los miembros más alejados del corazón (como son la nariz, la boca y las extremidades), reduciendo en ellos el flujo sanguíneo para preservar el calor corporal. Y esta reducción del caudal, que suministra sangre caliente a las mucosas de la nariz y de la boca, comporta una consecuente reducción del número de leucocitos defensores, capaces de detener la invasión viral precisamente en esos lugares del organismo que son la puerta de entrada de los referidos rinovirus y virus influenza, causantes de las afecciones que nos ocupan.  





Por tanto, podemos hacer las siguientes afirmaciones:

1.- Es más fácil resfriarse cuando el ambiente en el que permanecemos es frío y no nos abrigamos lo suficiente.
2.- Si nos mojamos en exceso bajo la lluvia, o de cualquier otra forma, y permanecemos empapados en un lugar frío, sin secarnos durante un tiempo, la temperatura de nuestro cuerpo bajará sustancialmente y el organismo reducirá el flujo sanguíneo de boca y nariz, lo que indefectiblemente nos hará más vulnerables al contagio.
3.- Si nuestro sistema inmunológico está debilitado por fatiga, estrés, depresión, anemia, o cualquier otra circunstancia, los virus que consigan introducirse en nuestro organismo tendrán más probabilidades de prosperar.
4.-Si permanecemos en lugares donde se reúnan varias personas, en circunstancias adversas para nuestro organismo (y favorables para los virus), tendremos muchas más probabilidades de ser contagiados por los virus. 
Y como colofón… una de Perogrullo: <Si los rinovirus y el virus influenza no existieran, podríamos cantar bajo la lluvia empapados, por más frío que hiciese, y no resfriarnos jamás>.


No hay comentarios:

Publicar un comentario