viernes, 22 de abril de 2022

De qué está hecha la realidad

 



Escrutando el universo desde lo más grande a lo más pequeño con modernos y gigantescos telescopios y potentísimos microscopios, hasta ahora solo hemos sido capaces de aproximarnos a la comprensión de algo menos del cinco por ciento del total, de lo que quiera que sea que conforma la existencia.

Y, aunque nuestro conocimiento de la composición y la mecánica que rigen este cinco por ciento es en la actualidad bastante alto, estamos todavía muy lejos de comprender con total exactitud qué son y cómo se comportan las partículas elementales constituyentes de la materia bariónica, es decir esta extraña y escurridiza sustancia-energía de la que nosotros mismos y todo lo que percibimos está hecho.

Lo que si sabemos ya, a ciencia cierta, es que todo lo que somos capaces de conocer a través de nuestros sentidos es producto de las manifestaciones de las llamadas partículas elementales, que, a modo de piezas de Lego, aparecen y desparecen en el seno del tejido espacio-temporal enlazándose unas a otras e interactuando con ellas mismas y con nuestras neuronas, dando así forma a la realidad que percibimos en nuestros cerebros.

Pero he de deciros que, aunque os parezca increíble, en realidad no existen tales partículas como entidades individuales, sino que son manifestaciones energéticas de lo que se ha dado en llamar campos cuánticos. Es algo así como lo que sucede con las olas del mar. Podemos surfear sobre ellas, podemos sentir su poderoso empuje e incluso sucumbir a su poder devastador sobre costas y navíos pero, aún así, las olas no existen por sí mismas, porque no podemos aislarlas o separarlas del vasto océano del que forman parte ya que al hacerlo desaparecerán.

Como sabéis, la materia (descendiendo hasta su esencia más básica) está constituida por átomos, en el interior de los cuales existen protones y neutrones (compuestos de tres quarks cada uno de ellos) que, a su vez, están rodeados de electrones. Y siempre hay un electrón para cada protón que exista dentro de cada átomo.

El átomo elemental (el más simple de todos) del cual están hechos todos los demás, es el átomo de hidrógeno. Esta es la pieza del Lego universal más básica que existe y está formada por un solo protón y un solo electrón.

Los átomos de hidrógeno se formaron hace más de trece mil millones de años. Algún tiempo después del inicio del universo, tras el Big-Bang.

Estos átomos simples que la gravedad fue reuniendo en el espacio fueron los responsables de la formación de las primeras estrellas. Luego estas estrellas prístinas explotaron y, al hacerlo, dieron lugar a elementos más complejos, como el carbono, el oxígeno, o el hierro. A su vez estos deshechos de las explosiones de aquellas primordiales estrellas se volvieron a reunir, creando a su vez estrellas más densas que, tras ser terriblemente presionadas por la gravedad, volvieron a explotar dando lugar a elementos aún más complejos, como el cobre, el bromo o el molibdeno. Y así sucesivamente se fueron creando estrellas cada vez más masivas, hasta llegar a las estrellas de neutrones, responsables de la creación de los elementos más complejos que existen, como el oro, por ejemplo; o el uranio, el elemento más complejo que ha creado la naturaleza, compuesto de noventa y dos protones y otros tantos electrones.

Pero como os decía al principio, extramente, no existen los protones, los neutrones o los electrones como entidades individuales, sino que son manifestaciones de los campos cuánticos... Pero vamos a ir por partes...

En una próxima entrada de esta serie que ahora inicio profundizaremos más sobre estos extraños campos que existen en el seno del espacio-tiempo, el tejido sobre el que existe la materia, que se expande raudo y veloz desde el Big-Bang hasta el final de los tiempos, conformando la estructura básica del universo.

Nos vemos pronto, saludos.

miércoles, 13 de abril de 2022

Qué es el infinito

 



Muchos de vosotros, seguramente, habréis pensado alguna vez en el concepto "infinito" y, seguramente también, habréis desistido más pronto que tarde de intentar comprenderlo pues realmente es difícil, por no decir imposible, que la mente humana sea capaz de asimilarlo aunque solo sea vagamente.

Por otra parte también se nos muestra incomprensible la idea de que puedan existir múltiples dimensiones en el universo, además de las tres archiconocidas "largo", "alto" y "ancho" y la otra dimensión a la que llamamos "tiempo". Y sin embargo cada vez está más claro que eso es exactamente lo que sucede en el cosmos.

Se me ocurre un símil a la sazón que, uniendo ambos conceptos, quizás nos pueda ayudar a acercarnos un poco a estas incomprensibles ideas.

Imaginad que sois imagineros (y no es una redundancia, aunque lo parezca) y que, por tanto, esculpís imágenes en madera.

Imaginad también que estáis ante un gran bloque de madera, dispuesto para ser trabajado con vuestras azuelas, gubias y escofinas.

Ahora pensad en la cantidad de bustos con rostros diferentes que podéis tallar en esa pieza de madera...

En realidad se podrían tallar en ella tantas caras como modelos humanos existen, al menos uno por cada faz de cada habitante de nuestro planeta y cada cara sería una dimensión diferente.

Es más, os puedo asegurar que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que se pueden tallar "infinitos" rostros humanos en esa madera. Todas las dimensiones (formas) existen a la vez  en ese bloque de madera de forma compactada o condensada.

Entonces el concepto de dimensiones infinitas se nos muestra más cercano visto de esta manera ¿verdad?

Ahora pensad en que si todos los bustos que es posible tallar son infinitos, para que cada uno de ellos sea percibido por nuestro cerebro necesitamos tres referencias espaciales; las tres referencias espaciales a las que ahora llamamos dimensiones y que en realidad no lo son, sino que son referencias, herramientas, que usa nuestro cerebro para acotar la dimensión existente actual.


Por supuesto la llamada cuarta dimensión: el tiempo, que es referencia temporal y no dimensión como tal, es también imprescindible para que puedan existir las otras tres referencias anteriores. Sin tiempo nada cambiará jamás. Y sin alto, ancho y largo nuestro cerebro no será capaz de contextualizar ni comprender la realidad y, por tanto, ésta no existiría. Todo nos parecería eterno o inexistente.


En el cosmos es mucho más difícil comprender el infinito pues, aunque cada día conocemos más sobre la composición y estructura de los átomos, o materia ordinaria, o sea sobre nosotros mismos, a penas sabemos nada de la estructura y propiedades del gran contenedor que la acoge. Aún no sabemos casi nada sobre las fuerzas que gobiernan el universo, las llamadas Energía y Materia oscuras y tampoco sobre el espacio tiempo, es decir sobre la propia gravedad que nos mantiene pegados al planeta. Pero se está avanzando mucho y quizás, quien sabe, dentro de mil años nuestros descendientes sean capaces de comprender estos conceptos.

Os invito a reflexionar sobre ello. 

Saludos.