Imagen propiedad del blog de la ciencia de la mula Francis |
Seguramente os habéis preguntado
alguna vez cómo, y de qué, surgió nuestro universo. Y, como yo, os habréis dado
cuenta de que para pensar en ello las únicas herramientas que podemos utilizar
son los conocimientos que poseemos, derivados de las experiencias y percepciones
que nuestro raciocinio es capaz de aprehender a través de nuestros sentidos.
Por supuesto, conjeturando, podemos
aventurar entelequias o teorías fantásticas, pero estas, a la postre, son
imposibles de verificar mediante el único método válido conocido: el método
científico.
Es decir, para construir mentalmente
una hipótesis sobre el origen del cosmos solo podemos basarnos en lo poco que conocemos. Y este desconocimiento de nuevos elementos que pudiesen coadyuvar a esclarecer
la causalidad prístina de los sucesos y la esencia misma de la que provenimos, nos
lleva indefectiblemente a un bucle infinito del que, sin nuevas evidencias, no
somos capaces de salir.
Pero, como decía antes, por
supuesto aplicando las leyes físicas universales y basándonos en nuestros
conocimientos y experiencias, siempre podemos imaginar posibles escenarios para
elucubrar sobre cómo pudo haber sucedido el “mal llamado” Big-Bang hace casi
catorce mil millones de años. Y eso es lo que me disponga a hacer ahora.
Pues bien, imaginad dos estructuras
verticales ondulantes que se aproximan la una a la otra desplazándose sobre un
campo horizontal del que forman parte. Por simplificarlo, algo así como dos
olas marinas enfrentadas y a punto de chocar. Estas podrían ser, como propone
la teoría M, dos branas que, unidas por la base, se aproximan entre sí a través
de una retícula conformada por multitud de campos cuánticos que viven en diez
dimensiones y evolucionan temporalmente.
Podemos pensar que la retícula
espaciotemporal que separa ambas branas es una especie de malla
multidimensional con estructura fundamental a la longitud de Planck que se
encuentra en su estado de mínima energía, es decir se comporta en principio como
un espacio completamente vacío, puesto que los campos cuánticos que la componen
no han sido perturbados aún.
En un momento dado las dos branas
chocan entre sí y, al hacerlo, descargan sus energías cinéticas en la retícula
espaciotemporal, lo que da lugar un número finito de perturbaciones puntuales
en cada uno de los campos cuánticos que la componen. A partir de ese momento y
como consecuencia del impacto ambas branas comienzan a separarse, como lo
harían dos abanicos, los objetos que conforman sus estructuras se separan a más
velocidad cuanto más alejadas están de los puntos de anclaje de las branas (hecho
acorde con la percepción de energía oscura) y al separarse desgarran sus
estructuras conformando una red filamentosa (materia oscura) de nodos que vibran
propagando la energía del impacto a los campos cuánticos adyacentes, los
cuales, al ser perturbados, generan alrededor de dichos nodos de materia oscura
las partículas subatómicas que constituyen la materia bariónica del
universo.
De esta forma podríamos decir que,
antes del choque de branas, es decir antes del Big-Bang, no existía la materia,
porque los campos cuánticos estaban en absoluto reposo. Pero instantes después,
en el momento en el que dichos campos cuánticos son perturbados, surgen en su
seno las partículas subatómicas como
manifestaciones energéticas de la colisión alrededor de los nodos de Materia Oscura. Surge entonces también la energía oscura, como
consecuencia del desplazamiento por el impacto y la forma de las branas. Y se
habría materializado el espacio-tiempo,
haciéndose tangible como vector de
desplazamiento del nuevo cosmos en movimiento.
Pero… ¿De dónde, y por qué, surgieron esas
estructuras llamadas branas?
Como decía al principio ¡No lo
sabemos y posiblemente no lo sepamos nunca! Pero... quizás... ¿podemos imaginarlo?
Reflexionad sobre ello.