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La realidad mental que los seres vivos construimos a lo largo de nuestra vida, está basada en la interpretación que el cerebro hace de las continuas manifestaciones energéticas que percibe a través de los sentidos.
Llamamos materia bariónica a aquella sustancia universal visible de lo que todo está hecho, incluidos nosotros mismos. Pero si queremos comprender en qué se fundamenta la realidad física en la que vivimos inmersos, debemos preguntarnos de qué está hecha esa materia.
Ya en el siglo VI a.c., Pakuadha Katyayana, filósofo indio, propuso la existencia de elementos básicos universales que serían los constituyentes fundamentales de la materia. Después, Tales de Mileto, insigne filósfo griego, volvió a proponer que la materia debería estar formada por pequeñas partes indivisibles a las que él llamó átomos. A finales del siglo XIX J.J. Thomsom descubrió el electrón, demostrando así que la unidad fundamental de la materia no eran los átomos, si no que estos en realidad si eran divisibles y estaban constituidos por partículas elementales, mucho más pequeñas e insustanciales que los propios átomos. A lo largo del siglo XX evolucionó la comprensión de la Mecánica Cuántica, y los físicos fueron descubriendo más y más partículas sucesivamente: el protón, el neutrón, el fotón, el neutrino, los quarks, etc.,así se estableció el Modelo estándar de la física de partículas, que describe todas las partículas conocidas y sus interacciones.
Aún así muchas de las propiedades de las partículas seguían siendo un duro hueso de roer para la comprensión de los científicos. Hasta que por fin se estableció la Teoría cuántica de campos.
Hoy en día se sabe que las partículas como tales entidades materiales no existen, si no que lo que entendemos por partículas son en realidad oscilaciones de los campos cuánticos, una especie de ondas cuantizadas que trasmiten energía a través de los diferentes campos cuánticos, algunos de los cuales pueden interactuar entre ellos transfiriendose mutuamente energía y o movimiento. Como el más especial de ellos, el campo de Higs, que dota a las partículas de masa, y que en realidad no es más que la dificultad que encuentran las oscilaciones cuánticas para desplazar energía a través de su propio campo interaccionando con el de Higs.
El espacio tiempo estaría lleno de ciertas sustancias o estructuras a las que llamamos campos cuánticos, y las partículas serían deformaciones producidas por la energía contenida o transportada a través de dichos campos, por eso lo que todo el mundo conoce como partículas fundamentales no tiene dimensión, se propagarían en cierto modo de forma parecida a como lo hacen las olas al discurrir sobre la superficie del mar.
Al día de hoy se conocen 124 campos cuánticos, asociados a las partículas conocidas y a sus interacciones. Gracias a la Teoría de campos es posible explicar matemáticamente como funciona la realidad a escala subatómica.
En Teoría de Cuerdas también la realidad se basa en campos cuerdísticos, en ellos las vibraciones de los campos serían minúsculos filamentos que vibrando conformarían las distintas partículas en función de su longitud de onda.
Hoy por hoy, la Teoría de Campos es la forma más exacta que tenemos de explicar la realidad a nivel subatómico. Quién sabe si un día sabremos de qué están hechos esos campos cuánticos. Quizás la mente humana no pueda llegar a comprenderlo nunca, pero es posible que en el futuro la inteligencia artificial alcance una singularidad universal de inteligencia que sea capaz de comprenderlo todo, aunque los humanos, por supuesto, no seremos capaz de entender las explicaciones de ese supercerebro artificial, de la misma forma que un gato no es capaz de comprender que difirencia hay entre un ácido y una base por mucho que nosotros intentemos explicarselo.
Quién sabe lo que nos depara el futuro.
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