jueves, 24 de noviembre de 2016

Sobre la casi perfecta circularidad de la apenas elíptica órbita terrestre.


Hace cuatro mil seiscientos millones de años, a consecuencia de un colapso gravitacional en el seno de una gran nube molecular situada a unos veintisiete mil años luz del centro de La Vía Láctea, se formó una estrella de tipo G y luminosidad V; una enana amarilla en cuyo tercer planeta, amparada por su cálida radiación, logró surgir la vida. Por supuesto hablamos de *El Sol* nuestro astro rey. 
Una pequeña parte de los elementos químicos existentes en aquella primigenia nube molecular escaparon al colapso estelar y se congregaron formando un delgado y extenso disco de materia, que siguió girando sin cesar alrededor del Sol y que poco a poco se fue fragmentando en varios segmentos que, a su vez, fueron colapsando sobre sus núcleos hasta formar los ocho planetas principales con sus respectivos satélites y todos los demás cuerpos astronómicos que hoy pululan a lo largo y ancho de nuestro Sistema Solar. 
La Tierra, el planeta que habitamos, gira desde entonces, incansable, alrededor del Sol a una distancia media de casi ciento cincuenta millones de kilómetros de él, a lo largo de una órbita levemente elíptica de más de novecientos millones de kilómetros de longitud. Y, a pesar de que la inmensa mayoría de los libros de texto y/o divulgación científica insistan en representar dicha órbita en forma de desproporcionada elipse, en realidad, esta es casi circular. La excentricidad de su elipse varía (a consecuencia de la influencia de los demás planetas y otros factores) entre un máximo de 0,058 y un mínimo de 0,005 (siendo 0,000 la excentricidad de un círculo perfecto y 1,000 la de una elipse). 
En la actualidad la excentricidad de la órbita terrestre es de aproximadamente 0,017 (y aún seguirá decreciendo durante milenios), es decir, en este momento nuestro planeta aumenta (afelio) y disminuye (perihelio) su distancia al Sol ( de unos ciento cuarenta y nueve millones y medio de kilómetros de media) en tan solo un 1,7 por ciento.
Para haceros mejor la idea de tan insignificante excentricidad observad una moneda de un euro, cuyo diámetro mide 23,25 mm de media. La excentricidad equivalente de la órbita terrestre aplicada al diámetro de la moneda de euro corresponde a una variación de menos de 0,5 milímetros en su diámetro medio. Una irregularidad casi inapreciable a simple vista. Igual de inapreciable que nos parecería la excentricidad de la órbita terrestre si observásemos nuestro sistema solar desde cualquier lugar alejado del Cosmos. 

Por eso, a partir de ahora, cuando veáis representaciones del Sistema Solar, recordad que (además de que por supuesto las ilustraciones no estarán dibujadas a escala, pues no cabrían en una hoja de papel de tamaño usual) la órbita que la Tierra traza alrededor del Sol es casi una circunferencia perfecta, no una elipse exagerada, como nos quieren hacer creer.

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