Richard Feynman fue un insigne físico estadounidense que
recibió el Nobel de física por sus trabajos en electrodinámica cuántica, en los
que desarrolló un método para estudiar las interacciones y propiedades de las
partículas subatómicas utilizando los llamados diagramas de Feynman. Él postuló, a mediados de la década de 1960,
que debían existir ciertas subestructuras en el interior de protones y neutrones
a los que llamo partones.
Ejemplo de diagrama de Feynman |
Por otra parte, en 1960, Murray Gell-mann, un físico del
Caltech y Yuval Ne’eman, físico del Imperial College de Londres, desarrollaron,
independientemente, una clasificación que fue considerada el primer intento con
éxito de evidenciar la conexión básica existente entre partículas de diferentes
familias. Ambos verificaron que muchas de las partículas conocidas podían ser
agrupadas en familias de ocho partículas con características análogas. Esa
manera de clasificar partículas fue llamada de clasificación octal. En cierta
forma ellos hicieron con las partículas elementales lo que Mendeléyev había
hecho casi un siglo antes con los elementos químicos, cuando creó su tabla
periódica.
Ne`emann y Gell-mann, en 1962, predijeron teóricamente, cada
uno por su lado, la existencia de una nueva partícula, que fue llamada omega
menos.
Poco después, la observación experimental de esta nueva partícula vino a
confirmar el modelo teórico que ambos habían propuesto, basado en una
estructura matemática definida, a la que Gell-mann llamó la clasificación del
NOBLE CAMINO ÓCTUPLE, nombre extraído del budismo.
Con el objetivo de refinar la clasificación octal, o los
patrones del camino óctuple, incorporando no solo octetos, sino múltiplos de un
modo general, Gell-mann y otro físico
norteamericano nacido en Rusia en el seno de una familia judía, llamado George
Zweig, que había sido alumno de Feynman, concluyeron, independientemente
también en este caso y cada uno por su lado, que tales patrones resultarían
factibles si algunas partículas fundamentales del átomo estuviesen formadas por
partículas aún más fundamentales, a las que Gell-mann llamó quarks, con un audaz
toque literario, tomando el nombre del libro Finnegans Wake, de James Joyce:
"Three quarks for Muster Mark". Mientras que Zweig, postulando que
existían cuatro tipos de estas partículas, les llamó “ases”, haciendo
referencia a los cuatro ases de la baraja de cartas.
Hoy se acepta que los quarks, así como los electrones, son
las partículas verdaderamente elementales de la materia, una especie de
ladrillos básicos para la construcción de toda la materia, pero en 1964, cuando
los quarks eran aún entidades hipotéticas propuestas por Gell-mann y Zweig, la
conjetura era osada y poca gente la tomó en serio. Según parece, el propio Gell-Mann
no confiaba mucho, tanto es así que ni siquiera intentó publicar el artículo
que proponía esa partícula elemental hipotética en la revista más reconocida
del área científica, sino que lo publicó en otra revista que tal vez no fuese
demasiado exigente.
En 1969 se otorgó el Premio Nobel de Física a Murray
Gell-Mann por “sus contribuciones y descubrimientos sobre la clasificación de
las partículas elementales y sus interacciones", dejando fuera al hebreo
Ne`eman, que no lo recibió por no ser miembro de la comunidad científica, ya
que aunque se había licenciado en ingeniería mecánica primero y más tarde se
doctoró en física en el Imperial Colleg de Londres, él en realidad era militar
y político.
Más tarde, entre 1967 y 1973 se llevaron a cabo una serie de
experimentos en el Acelerador Lineal de Stanford con objeto de demostrar que
protones y neutrones no eran sólidos. Para ello lanzaron electrones a muy alta
velocidad contra núcleos de hidrógeno.
Como los electrones tienen carga negativa y los protones
carga positiva, al disparar electrones contra los protones, aquellos no son
repelidos sino muy al contrario son atraídos hacia los protones, así se puede
comprobar que si los protones fuesen macizos los electrones rebotarían y se desviarán
siguiendo un cierto patrón que reflejará la forma externa del protón que está
siendo bombardeado. Si, por el contrario, el protón está hueco y existen dentro
de él partículas más pequeñas, el electrón las golpeará y rebotará creando otro
patrón muy diferente al primero. Estos experimentos eran muy parecidos a los
realizados por Rutherford años atrás para confirmar la existencia del núcleo
atómico.
El Acelerador de partículas de Stanford es un acelerador
lineal de tres mil doscientos metros de longitud que es capaz de acelerar
cualquier partícula subatómica que tenga carga eléctrica a través de una
secuencia de campos eléctricos alternos, hasta que dichas partículas alcancen energías
próximas a 50 Giga electrón voltios, en el caso de los electrones energía más
que suficiente para que estos consiguiesen atravesar a los protones en el caso
de que estuviesen huecos.
Y, efectivamente, en dichos experimentos se comprobó que los
electrones con los que se bombardeaban a las partículas positivas desviaban sus
trayectorias al atravesar a los protones debido a colisiones internas con los
que por entonces aún se conocían como partones.
Por aquel descubrimiento, a Taylor, Kendall y Friedmann, los
científicos que llevaron a cabo dichos experimentos, les fue otorgado el premio
Nobel de Física de 1990.
Aquellas investigaciones resultaron esenciales para la
elaboración empírica de la demostración de la existencia de los quarks en la
física de partículas.
Más adelante, otros experimentos de colisiones en el acelerador
de Stanford confirmaron que los partones de Feynman y los quarks de Gell-mann y
Zweig eran exactamente la misma cosa.
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