Al final del Medievo, las mujeres europeas, especialmente las españolas, acostumbraban a usar faldas hechas con un trozo de tela cuadrado de lienzo, o cualquier otro tejido, en el que practicaban una abertura ovalada o circular en el centro por la cual se introducían en la prenda. Alrededor de esta abertura cosían un dobladillo, por el interior del cual pasaban un cordón que tensaban para sujetar la prenda a la cintura.