domingo, 15 de junio de 2014

¿Por qué envejecemos?



A pesar de su complejidad, nuestro organismo está construido con sólo cuatro tipos de tejidos:
  • El tejido nervioso. Formado por billones de neuronas, que captan y envían los potenciales de acción que construyen el pensamiento y coordinan los movimientos corporales voluntarios e involuntarios.
  • El conjuntivo, que se presenta como tejido laxo, adiposo, elástico, reticular, mucoso, cartilaginoso u óseo. Y sirve para dar soporte, relleno y sostén al organismo. También ejerce funciones de almacenaje de las reservas de la grasa que puede ser convertida en energía según las necesidades del ser y, además, ejerce funciones de transporte y reparación, y otorga protección al cuerpo proporcionando inmunidad.
  • Y el tejido epitelial, que cubre y recubre superficies separando compartimentos y formando los conductos y cavidades del organismo. Este tejido además conforma las glándulas, que son las encargadas de producir secreciones.
Los cuatro tipos de tejido descritos están formados por células. El estroma (trama o armazón) con el que están construidos, sostiene entre sus mallas los elementos celulares. 
Y las células están construidas íntegramente con átomos enlazados de muchos de los elementos químicos que se diseminaron (y aún hoy siguen haciéndolo a la par que se expanden las galaxias) a lo largo y ancho del cosmos, a partir de la gran explosión que tuvo lugar hace más de trece mil millones de años en el centro de nuestro universo.
Todos esos átomos, aunque están compuestos por minúsculas e inquietas partículas subatómicas (quarks y electrones) que vibran en perpetuo movimiento e interaccionan entre sí sometidas a las cuatro fuerzas elementales (Nuclear Fuerte, Nuclear Débil, Electro-Magnetismo y Gravedad) son, desde el punto de vista de la vida, materia inerte.

Sin embargo, aun siendo materia exánime, los átomos son capaces de asociarse y formar pequeños grupos compuestos por por solo unos cuantos o docenas de ellos, llamados aminoácidos.  La unión de unos pocos aminoácidos da lugar a los llamados péptidos o polipéptidos. Y cuando estas cadenas de aminoácidos son aún más largas forman las proteínas.

Un gran número de proteínas, péptidos y aminoácidos son utilizados (gracias a las instrucciones de montaje insertas en los genes que conforman el ADN, que nos han sido trasmitidas a través del tiempo evolucionando en las diferentes especies desde que surgió la vida en la Tierra) para construir las maravillosas y eficaces máquinas que son las células, unidades básicas de vida capaces de ensamblarse unas con otras para construir los tejidos que nos conforman a los seres vivos.

Es decir, a fin de cuentas y a escala atómica, los seres vivos sólo somos gigantescos mecanos de átomos, intrincadas máquinas biológicas construidas con ocho o nueve mil cuatrillones de esas pequeñas piezas.

Pero esas minúsculas piezas (los ladrillos de las células) se desgastan relativamente pronto y han de ser sustituidas periódicamente por otras idénticas, o casi, que ocuparán el lugar de las viejas dando soporte al cuerpo y realizando con precisión la función exacta en la que están especializadas.

Nuestro organismo toma continuamente átomos del aire, del agua y de los alimentos. Átomos que, además de servir de combustible y proporcionar la energía necesaria para la fabricación de aminoácidos y demás procesos vitales, servirán para sustituir a otros átomos, reparar partes dañadas y construir nuevas máquinas de repuesto dentro de todos y cada uno de los órganos del cuerpo.

Así, según los científicos, nuestro organismo se reconstruye íntegramente cada ocho, diez o quince años aproximadamente, con átomos nuevos que van sustituyendo paulatinamente a los anteriores.
Por lo que, en el cuerpo de cualquier individuo que haya vivido un par de décadas no quedaría ni uno sólo (con excepciones) de los átomos que lo conformaban en el momento en el que tuvo lugar su alumbramiento. Con la excepción, como decimos, de algunos tipos de células que, al parecer, sí que perviven en nuestro organismo desde el nacimiento hasta la muerte sin renovarse. Esa minoría especial, incluiría algunas o todas las células de la corteza cerebral, también las células de la lente interna del ojo, y quizás las células musculares del corazón.

Según Frisen, biólogo de células madre del Instituto Karolinska de Estocolmo: “Las células de los músculos de las costillas, tomadas en personas cercanas a los 40 años, presentan un promedio de edad de 15,1 años. Las células epiteliales que recubren la superficie del intestino tienen una vida difícil y se sabe, por otros métodos, que sólo duran cinco días. Frisen ha descubierto que, si se obvian estas células superficiales, el promedio de edad de las que pertenecen al cuerpo principal del intestino es de 15,9 años”. 

Entonces, cabe preguntarse: Si los organismos renuevan los tejidos continuamente ¿por qué no continúa para siempre la regeneración? y ¿por qué envejecemos?

La explicación, según los expertos, es que el ADN acumula mutaciones y averías que hacen perder fiabilidad a la información que porta, por lo que sus instrucciones de montaje, guardadas en el corazón de la célula, se van degradando progresivamente.
Cada célula, según los expertos, sufre entre mil y un millón de lesiones diarias en su DNA, provocadas por rayos UV y otros agentes mutagénicos.
También influiría en la degradación del ADN el desgaste de los telómeros, una especie de cilindros ubicados en los extremos de los genes, que les sirven a las cadenas de ácido desoxirribonucleico para lo mismo que sirven los pequeños tubos que portan los cordones de los zapatos en sus extremos, para evitar que se deshilachen. Al parecer, llegaría un momento en el que, tras desaparecer estos telómeros completamente, la célula se vería abocada a su autodestrucción.

Otros creen que el culpable es el ADN de las mitocondrias, (las llamadas baterías de las células, que tienen su propio AND que no tiene nada que ver con el de las células con las que cohabitan en perfecta simbiosis).
Las personas que han vivido forzando su cuerpo, o han tenido un estilo de vida poco saludable, viven menos. Los radicales libres serían las sustancias responsables del desgaste de las células relacionadas con los estilos de vida nocivos, sobre todo de las mitocondrias, que no tienen capacidad de reparar su ADN.

Desde al año 2006, científicos genetistas han descubierto que el envejecimiento podría deberse también a la existencia de uno o más genes que se inactivan provocando el envejecimiento, este gen denominado WRN al sufrir alteraciones provocaría el proceso gerontológico.

Hay así mismo quien cree que el problema viene derivado de las células madre, fuentes de nuevas células en todos los tejidos, que acabarían debilitándose con la edad. 
“Esta teoría de las células madre está ganando últimamente gran cantidad de adeptos” dice Frisen. Él está investigando ahora para comprobar si el índice de regeneración de un tejido se ralentiza a medida que envejece la persona, lo cual podría señalar a las células madre como el equivalente al talón de Aquiles, el único impedimento para la inmortalidad.

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